Demasiada presión
Los hermanos Coen, acostumbrados a dar vuelta la página cada dos por tres, se despegan de dos distinguidos filmes seguidos, como "Sin lugar para los débiles" y "Quémese después de leerse" para internarse en un mundo que conocen bien. La estructura familiar judía de fines de los ´60 y principios de los ´70 se cita con una buena recreación para darle cuerpo a la historia de lo que llamaríamos un "desgraciadito", el pusilánime y buenazo de Lawrence Gopnik (Simon Helberg), profesor universitario del que todos están dispuestos a aprovecharse sin el más mínimo asomo de consideración.
Ventajeado por su aún más pusilánime hermano Arthur, por sus hijos adolescentes e incluso por algún que otro alumno, Larry recibe el golpe de gracia cuando su mujer le anuncia que quiere divorciarse para casarse con uno de los hombres más respetados de la colectividad; no sólo eso, sino que debe correr con todos los gastos imaginables. Problemas de salud, conflictos con vecinos y un inminente Bar Mitzvah todo se confabula en contra del pobre Larry, que a medida que pasan los días comienza a manifestar el stress que lo invade. Entre tanto, su familia y entorno derivan en sus propias historias pequeñas y mezquinas, sin percatarse de lo que pasa por su cabeza o las preocupaciones con las que él debe lidiar. Se genera así un clima asfixiante, a medida que el espectador siente subir su propio émbolo de tolerancia al ritmo del nerviosismo del protagonista.
Sin ser "El quinteto de la muerte", esta particular comedia negra (negrísima por momentos) no pasará a la historia como lo más destacado en la filmografía de los Coen. No hay que achacarle el escaso interés o los baches al elenco (que consta de varios desconocidos, si comparamos las figuras que suelen convocar Joel y Ethan para sus últimas producciones), sino a algunas chaturas de un guión que es tan elíptico y lleno de trampas como las sentencias de los sucesivos rabinos a los que consulta el protagonista.
Con un arranque y un final muy buenos, la flojera de algunas situaciones troncales y ciertos fallos un poco molestos de continuidad perturban el buen ritmo de una historia que, si bien contiene una moraleja, se las arregla para eludir a su espectador generando expectativas que no llegan a cuajar. De todos modos sigue siendo una buena opción para quienes encuentran en el cine no sólo la excusa de un entretenimiento o un pasatiempo, sino el goce de una escena bien filmada, resuelta con acierto desde lo visual.