La banda del Titanic
Mi cinefilia furiosa comenzó en 1991, con la fiebre del VHS. Por eso, cuando en Un importante preestreno se repasan los institucionales de las compañías editoras -de AVH a Gativideo de LK-Tel a Plus Video- es imposible no sentirse ganado por la nostalgia sobre un tiempo que ya no volverá: los espectadores de salas para 1000 personas y visitas interminables al videoclub somos los dinosaurios de la cinefilia, con el infortunio de que no tuvimos la suerte de desaparecer como aquellos. A nosotros, el meteorito tecnológico nos destruyó el pasatiempo y nos permitió sobrevivir para penar y recordar eternamente. Sin embargo el documental de Santiago Calori tiene una particularidad que lo hace especial: está construido sobre la base de múltiples pesares y pérdidas (una cinefilia -aquella- sin presente; el videoclub como vía de escape extinta; salas gigantescas convertidas en bingos, templos o cualquier otra cosa; incluso la figura de Fabio Manes como testimonio de todo aquello), sin embargo nunca se permite caer en la lástima o la autocompasión. Por el contrario es alegre, vital, chispeante, regado de anécdotas invalorables para todo aquel que siente curiosidad sobre un tiempo curioso: uno donde para entrar en un cine en la calle Lavalle había que hacer cuadras y cuadras de cola y una película podía estar un año en cartelera o poseer un título que no tenía nada que ver con el original. Pero nada.
Bernardo Zupnik, Fernando Martín Peña, Daniel Melero, Bobby Flores, Pascual Condito, Norberto Feldman, Cacho Ortiz, Claudio María Domínguez son algunos de los entrevistados; distribuidores, exhibidores, especialistas en cine o, simplemente, espectadores. Todos fueron parte de la historia que cuenta el documental, que abarca un tiempo que va desde los 60’s hasta el presente. Espacio clave, ya que le permite al film arrojar una mirada a los cambios culturales pero también políticos que hubo en el país. Pensemos: gobiernos de facto, Triple A, peronismo, dictadura, regreso democrático, destape y todas las modificaciones tecnológicas de las últimas dos décadas. Si bien Un importante preestreno tiene al cine como eje, su mirada se posa sobre los espectadores y sus vivencias; en cómo todos estos cambios modificaron sus costumbres y sus hábitos de consumo.
Tal vez desde lo periodístico, el film de Calori no entregue mayores novedades: es un trabajo destinado al público cinéfilo y este ya conoce, con más o menos detalle, aquellas historias y eventos. Tampoco desde lo formal. Pero es la sumatoria de anécdotas divertidas y ese aire ligero y desdramatizado que campea en todos los entrevistados, lo que lo convierte en una película para atesorar. Esa banda de alegre instrumentistas del Titanic que con el agua por el cuello, al borde de la extinción, igual sigue tocando.