Se sabe que esta época del año es un poco una “bolsa de gatos” de estrenos cinematográficos donde muchas distribuidoras suelen tirar material que, saben, no tienen muchas posibilidades comerciales o que les ha ido mal en sus países de origen y no tienen mucha confianza depositada en ellos. Esto no quiere decir que sean necesariamente malos –muchas veces hay gratas sorpresas que para algunos distribuidores son “un clavo”–, pero las posibilidades son altas. Lo que me llama un tanto la atención es el estreno simultáneo de dos películas como ésta y HASTA QUE LA MUERTE LOS JUNTO que tienen un similar tufillo a película de los ’80. De las flojas, digo, ya que los que empezaron a ver cine en los ’90 parecen creer que en esa década sobraban las maravillas en las pantallas.
Así como la película de Shawn Levy remeda ciertas malas comedias dramáticas del post LA FUERZA DEL CARIÑO, UN PASADO IMBORRABLE parece ubicarse en esa línea que se hizo fuerte en esa época y continúa hasta ahora: la película de época prolija, académica, pensada para ganar premios y que trata algún tema histórico y doloroso con decoro, elegancia y cero pasión. En este caso, sobre un tema real de la Segunda Guerra Mundial. Pero esta apuesta no resultó y pese a un elenco que incluye a Colin Firth, Nicole Kidman y Stellan Skarsgard, la película del director de BURNING MAN fue un fracaso absoluto.
railway-man-the_torontoLa película esta narrada en dos tiempos. El presente es 1980 (eso hay que leerlo en las notas de prensa, porque no se nota viéndola, podrían parecer los años ’50) y allí se narra, en forma extremadamente confusa y veloz –imagino ahí unos fieros tijeretazos– el encuentro entre Lomax (Firth) y Patti (Kidman), que pasa de ser cauto y modoso a pasional en cuestión de segundos. A los diez minutos ya están casados y uno se pregunta cómo sostendrán los casi 110 que faltan. Pero lo que Patti empieza a notar una vez ya viviendo juntos es que Lomax tiene terribles pesadillas de las que no quiere hablar pero que provienen obviamente de algún trauma bélico.
Es ella la que decide investigar cuál es ese trauma a través de un viejo compañero de su marido (Skarsgard) y, mientras lo hace, el filme nos empieza a contar la historia de un pelotón de soldados británicos y norteamericanos en el frente del Pacífico, prisioneros de los japoneses y obligados a construir vías de trenes en Tailandia. La segunda parte de la película se centrará en esa historia y en conocer qué fue lo que le pasó allí a Lomax que lo ha dejado mentalmente tan maltrecho. Pero el asunto recién está promediando. Una tercera parte del filme (bah, casi toda la segunda hora de la película) tendrá de vuelta lugar en la actualidad a partir de una noticia que lleva a Lomax a enfrentarse directamente con ese pasado traumático y tomar una decisión que, supone, puede recomponerlo mentalmente.
No es que se trate de esas películas con sorpresas y giros dramáticos inesperados, pero mejor es no contar más que eso. Es un filme que intenta explorar un capítulo duro, violento y poco conocido de la Segunda Guerra y cuya tesis básica tiene que ver con la idea de la reconciliación, de “perdonar pero no olvidar” y otras tantas obviedades dramáticas manifestadas como si se dijeran por primera vez en la historia del cine. Todo, además, filmado con una corrección y prolijidad tan irritantes que hasta las lastimaduras y golpes parecen colocados en lugares precisos para que no desentonen en la puesta en escena.
railwayA su favor, la película cuenta con un elenco de buenos actores pero que tampoco alcanzan a insuflarle vida a todo este asunto. Es que Firth es tan pero tan británico que aún su desesperación y angustias más brutales resultan medidas y controladas (el actor que lo interpreta de joven, en cambio, la pasa bastante peor). UN PASADO IMBORRABLE respira convencionalismos de cine académico por todos sus “poros”, y tal vez lo más interesante y menos explorado sea la obsesión de su protagonista por los trenes. Ese detalle, que saca a la película de su encasillamiento en la batea de “películas sobre derechos humanos” y la vuelve una historia más personal, queda reducido a un dato menor, casi de color, cuando la cosa se pone espesa.
De todos modos, nunca termina nada de espesarse en esta película. A lo sumo Firth se despeina y Kidman lagrimea un poquitín. Un sufrimiento de salón distribuido por los Weinstein para picotear algún Oscar el año pasado. Nadie compró, por suerte. En los ’80, estas películas ganaban premios. Tan mal no estamos…
Postdata: es la segunda película coprotagonizada por Firth y Kidman estrenada con pocos meses de diferencia, después de ANTES DE DESPERTAR (que en realidad es posterior). Se aceptan explicaciones y/o suspicacias porque, evidentemente, como pareja tienen poquísima química y en taquilla no parecen interesar a muchos tampoco…