Sepultar el pasado, tarea imposible
Puede decirse que es edulcorado, empalagoso y también tenebroso. Pero algo importante justifica su visión. Porque este drama romántico sobre las huellas del tiempo, hecho con gran despliegue artístico, fotografía exquisita, algunas escenas fuertes, incómodas, y artistas famosos (Colin Firth, Nicole Kidman, Hiroyuki Sanada, Stellan Skargard, los jóvenes Jeremy Irvine y Tanroh Ishida), ilustra un asunto más que vigente, y plantea un fuerte elogio del arrepentimiento y el perdón.
La obra está basada en la autobiografía del ferroviario Eric Lomax, un escocés que durante años sufrió pesadillas y ataques de pánico hasta que hizo las paces con el japonés que lo había torturado reiteradamente durante la II Guerra. Nada menos que esa, es la historia. Se combinan entonces dos épocas: 1942-45, en la prisión de Kanchanaburi, Tailandia (tumba de unos 26.000 prisioneros), y 1980-82, en un lindo pueblo costero de Northumberland, cuando el hombre, ya grande, se casa y su esposa le ayuda a decir lo que hasta entonces había sufrido en silencio. Luego vendría el paso decisivo.
Ese paso tuvo lugar junto al actual puente sobre el rio Kwai, el mismo de la novela de Pierre Boulle famosamente llevada al cine por David Lean. Junto a ese puente, Lomax se encontraría al fin con el oficial retirado Takashi Nagase, su ex torturador, "un hombre desecho que no paraba de estremecerse y sollozar pidiendo disculpas", según cuenta en su libro. Desde hacía años, Nagase, convertido al budismo, iba buscando a sus ex prisioneros, para disculparse y ayudarlos a encontrar los restos de sus compañeros muertos en la selva.
Lógicamente, nada fue fácil para ellos (tampoco para la película, que llevó quince años de prórrogas por razones presupuestarias). Vale la pena recordar ahora algunos párrafos de una charla que tuvimos en 2013 con Patricia Wallace, viuda de Lomax. "En 1945 nadie quería recordar las penurias, los Aliados estaban borrachos de gloria. El stress de los veteranos de guerra no se trató. Nunca se trata. Se quedan solos, con el recuerdo de las cosas horribles que sufrieron. Mi marido decía que las heridas del cuerpo se curan más o menos rápido, pero las heridas de la mente obligan a un viaje muy largo. Además, el recuerdo de las torturas es espantoso. Las palabras no te dan una idea. Y muchas cosas que él sufrió no están en la película porque si estuvieran nadie iría a verla".
"Después de la reconciliación él trabajó en un instituto para recuperación de torturados, e impulsó The Forgiveness Project. Y cuando publicó su libro, muchos otros veteranos sintieron que al fin tenían permiso para poder hablar. Así lo comentaron varios médicos".
"El perdón no es algo que surge de la noche a la mañana", siguió. "Pero él fue sintiendo que el odio era inconducente. No podía dañar a las personas que odiaba, sino a sí mismo. Yo veo que es posible pasar y seguir adelante, sea lo que sea que atravesemos en la vida, si estás dispuesto a soltarte del pasado. Cuando se encontró con Nagase empezó a sentirse en paz. Con el tiempo los dos matrimonios nos hicimos relativamente amigos. Ahora el señor y la señora Nagase murieron, Eric también murió. Sus últimos años fueron en paz".
Para interesados, se recomienda rastrear también los libros de memorias del propio Nagase, "Crosses and Tigers", y de otro prisionero, Ernest Gordon, "Through the Valley of the Kwai", el documental "Enemy, My Friend?", de Mike Finlason, 1995, que registra el encuentro de Lomax con Nagase, la película sobre el caso Gordon "To End All Wars", y una gran obra japonesa sobre el pago de culpas: "El arpa birmana", de Kon Ichikawa, versión 1956.