Llega a la cartelera porteña, con una considerable demora, "The Railway Man", drama post-bélico protagonizado por Colin Firth y Nicole Kidman, dos galardonados con el Oscar en su momento. Su trama está basada en la vida en cautiverio de Eric Lomax, un oficial británico que fuera atrapado y torturado en Singapur por tropas enemigas en 1942 y se conecta con el presente, donde el personaje principal, sufre las consecuencias psíquicas y emocionales de aquellos eventos.
Eric (Firth) se enamora y se casa con Patti (Kidman) en pocos pasos. Parece un hombre de secretos, pero la convivencia destapa las secuelas del pasado.
En aquellos días de cautiverio, nuestro caballero inglés había trazado un recorrido de la vía del ferrocarril que estaban construyendo los nipones, por lo cual sus captores lo entregaron a la Kempei, policía encargada de obtener información, con métodos... ya conocidos. Ahí estaba un joven llamado Nagase Takeshi (Hiroyuki Sanada, adulto después) quien tuvo a su cargo el proceso, dejando un recuerdo poderoso y siniestro en Eric. El logró salir con vida de allí, pero el precio fue altísimo y esas sensaciones hoy lo acosan a cada paso del camino.
Años más tarde, un colega (Finlay, jugado por Stellan Skarsgård) le trae una extraña información: Takeshi está vivo y sigue trabajando en relación con los ferrocarriles, que ahora son una atracción turística. Eric no tendrá reparos en ir a buscarlo para saldar cuentas, en un viaje plagado de sentimientos encontrados que no dejarán indiferente al espectador.
Los protagónicos, Firth y Kidman, están sólidos y transmiten lo justo en cada escena. La reconstrucción bélica de la Segunda Guerra Mundial también luce lograda e intensa pero el mayor inconveniente que tiene "The Railway Man" es la óptica con la que se encara la cuestión.
El australiano Johnathan Teplitzky (sin muchos buenos antecentes en la dirección) registra con prolijidad, eligiendo no desbordar ni golpear fuerte, en ningún momento, a su audiencia y quizás peca por tomar demasiada distancia en el enfoque. A pesar de ser un tema fuerte (es un drama tremendo), nunca sentimos en la butaca ese temblor que emana de la fibra de una buena producción.
Con aceptables rubros técnicos y un ritmo lento, pausado y sereno, "Un pasado imborrable" llega a la línea de llegada con lo justo. Es una cinta que de no haber contado con semejante elenco, seguramente no habría llegado a sala, a pesar de que la historia es muy interesante. Para amantes de los dramas históricos, exclusivamente.