Con la entonación de los primeros versos de Ne me quitte pas comienza el documental que Sergio Cucho Constantino le dedicó a un capítulo precioso de la historia de nuestro tango. Un sueño en París se titula el largometraje; quien canta es el actor Jean-Pierre Noher y el comienzo de la inconfundible balada compuesta por el belga Jacques Brel insta a olvidarlo todo: el tiempo de los malentendidos y el tiempo perdido.
Sin embargo, el film avanza en sentido contrario o, en otras palabras, desanda el camino que argentinos radicados en la capital francesa iniciaron en 1981 cuando inauguraron Trottoirs de Buenos Aires. Julio Cortázar apadrinó esta tanguería que –cuenta la leyenda– rescató a nuestra música ciudadana de cierta condena… al olvido.
Si en cambio se quiere ser consecuente con el título de la canción de Brel, podrá pensarse que Un sueño… evita un abandono muy temido, ese Soltar tantas veces pregonado en algunos libros de autoayuda. De hecho, el mismo Noher se convierte en guía de un viaje a París que también supone un viaje a la época en que el tango renació en un rincón del quartier Les Halles: de esta manera se nos invita a asir una porción de pasado que los porteños pocas veces (re)visitamos.
Constantino encuentra en la doble nacionalidad del actor (y cantante ocasional) la excusa para señalar la sangre francesa que el corazón del 2×4 bombea desde que el tolosano Carlos Gardel empezó a destacarse en las orillas del Río de la La Plata. La figura del Zorzal Criollo representa la primera escala de un recorrido que vincula una etapa fundacional con el renacimiento ochentoso en suelo galo.
Las incursiones de Noher por rincones parisinos y porteños, las entrevistas a Tomás Barna, Susana Rinaldi, Amelita Baltar, Jairo, Guillermo Galvé, Horacio Salas, imágenes de archivo como la que ilustra la presente reseña constituyen las tres patas de este homenaje al vínculo franco-argentino que Enrique Cadícamo describió a principios de los años ’30 en Anclao en París. El bilingüismo de Jean-Pierre, sus observaciones sobre las similitudes arquitectónicas entre nuestra ciudad y la capital francesa, la visita a la Casa Argentina en la Ciudad Internacional Universitaria de París refuerzan la idea de una relación cultural que abarca mucho más que el tango.
Un sueño… adquiere cierta dimensión política cuando la Tana Rinaldi expresa su gratitud a una Francia que le salvó la vida «aunque parezca mentira». También a partir de las fotos que muestran los rostros de Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanki, el Tata Cedrón y demás artistas argentinos que partieron de nuestro país para escapar de censores y verdugos al servicio del terrorismo de Estado.
A contramano de Brel, Constantino parece decir que, para no abandonar, no soltar, no dejarse, conviene evitar el olvido. En todo caso hay que aprender a andar con el alma herida que el mismo Cadícamo describió en Los mareados.
Como Ne me quitte pas, los tangos citados en esta reseña conforman la hermosa banda de sonido de Un sueño en París. Llama la atención la ausencia de Muñeca brava, cuyos primeros versos juegan con un lunfardo afrancesado.