Un zoológico en casa es parte de un complejo comercial, industrial y financiero y contribuye en el sistemático trabajo de instalación de sentidos que realizan los medios de la corporación FOX, promoviendo el orden religioso, nacionalista y conservador.
Un zoológico en casa cuenta una más de las tantas historias personales que reafirman la consistencia del “sueño americano”. Basada en la historia real de Benjamín Mee, un periodista que solía basar sus notas en un modo aventurero de encarar la noticia, la película comienza cuanto él queda viudo, y la necesaria dedicación al cuidado de sus hijos le impide viajar y ausentarse de su hogar. Lo que lo lleva a renunciar a su trabajo, pues no tolera la idea de permanecer pasivamente en la redacción. La convivencia le revela una cuanto menos pobre relación personal con sus niños, especialmente con Dylan, su hijo adolescente. Expulsado este del colegio por sus inconductas, Benjamín decide cambiar de barrio y de estilo de vida.
Será por eso que comprarán una hermosa finca, cuyo único detalle peculiar es que alberga un zoológico, que funcionó alguna vez con un magro presupuesto, pero que estaba a punto de cerrar, con todo y sus animales. Benjamín, aventurero al fin y confiado en que esto servirá para mejorar la relación con sus hijos, decide reponer el funcionamiento del parque. En esa tarea será asistido por el escaso personal que trabajaba allí, especialmente la bella Kelly Foster. Las situaciones que ocurrirán serán las esperables – todas esperables – para este tipo de comedia melodramática trillada.
Sentimentalismo soso, limitaciones narrativas, actuaciones pobres cuando no definitivamente malas (Matt Damon tiene una de las peores escenas del cine cuando llora mirando fotos de su mujer en la computadora), simplificación absoluta de los conflictos (todo lo que puede ser un problema no se resuelve por el crecimiento dramático de los personajes o su esfuerzo, sino por milagros inesperados o una tonta frase salvadora), chistes simplotes y previsibles, y un discurso fuertemente conservador connotado por sentidos religiosos que, sumado a una inevitable referencia política explícita al comienzo de la película, hacen de esta película un construcción prototípica de una de las factorías más importantes en la distribución de sentidos de extrema derecha en el mundo: la nunca bien ponderada Fox.
Sorprende como se pretende presentar este producto como parte de la obra de un director, Cameron Crowe, a quien se promueve como un “autor”, cuando es un típico y efectivo hombre de la industria cinematográfica hollywodense. Y se nota en Un zoológico en casa, pues aquí adscribe a un modelo narrativo que combina protagonistas con valores sólidos e inquebrantables, el camino del héroe individual, relaciones que se afianzan casi mágicamente, personajes secundarios simplotes pero graciosos, melodrama y comedia más el lógico y razonable final feliz, propicio para el público de familias. ¿Cuál es la condición distintiva de este realizador más allá de su conocimiento de la música y manejo efectivo de la banda sonora? En esta forma de presentar esta película, distinguiendo al realizador como un “autor”, la corporación pretende disimular este producto industrial potentemente político (los valores conservadores que promueve son fuertemente políticos).
Me interesa aprovechar esta película para introducir una consideración personal acerca de la tarea que me incumbe. En lo personal me encuentro, al ver Un zoológico en casa ante un producto cinematográfico que es parte de un complejo comercial, industrial y financiero, que no puede –ni debe en mi parecer– ser aislado como objeto puramente estético. Más allá de que en este orden, el “puramente estético” la película es a criterio de este humilde escriba muy pobre, la misma se inscribe en el sistemático trabajo de instalación de sentidos socialmente compartidos que realiza cotidianamente y por gran parte de medios la corporación, los que promueven el orden religioso, nacionalista y conservador. Ni siquiera es ingenuo que esta película se estrena en Navidad.
Fox es uno de los cuatro principales productores de contenidos audiovisuales del mundo, y es un aliado consecuente y estratégico de los sectores de derecha de Estados Unidos. Un zoológico en casa sostenido en tópicos clásicos del cine industrial y de “entretenimiento” es una pieza clave en la organización de ese mundo de sentido.
Y como para muestra basta un botón, permítanme comentar una escena sutil, que me sorprende no haya sido cuestionada por la prensa en general. Al narrar las peligrosas aventuras en las cuales Benjamín Mee se embarca en su búsqueda de la nota perfecta, se cuentan el vuelo en medio de un huracán sin temor alguno, el internarse en un enjambre de abejas agresivas y el entrevista a uno de los dictadores más terribles del mundo. ¡Chan! Cada una de estos comentarios está ilustrada por una escena que lo representa textualmente (¡qué director creativo!). El dictador o tirano temible es ni más ni menos que Hugo Chávez. Y esto no es una interpretación o asociación por parecidos. Más allá de que el sangriento dictador es morocho, robusto, tiene pelo corto, acento caribeño y usa camisa roja, mientras produce un discurso sobre el petróleo, los chinos y los yanquis – y es burlado fácilmente por el intrépido estadounidense – la producción no tiene pruritos en incluir en los títulos finales a Roberto Montesinos interpretando a Hugo Chávez. Aquí se refuerza la idea que sostenemos en estas líneas. En un simple filme familiar, lejos de parodiar a un supuesto tirano sangriento, Fox le pone nombre y apellido. Fox, en una entretenida película sobre la voluntad personal y los valores familiares asegura que Hugo Chávez, que ganó todas las elecciones en las que se presentó, que fue víctima de un golpe de estado que la cadena Fox apoyó – legitimando al presidente de facto Carmona – es un sangriento dictador. Sin embargo el presidente venezolano nunca invadió otro país, nunca sometió a cientos de personas extranjeras al secuestro y a la cárcel sin proceso alguno, nunca asesinó sin juicio previo y en territorio foráneo a nadie y mucho menos produjo en invasiones injustificadas la muerte a millones de personas como EEUU en Irak, Afganistán y Libia, solo por nombrar los casos más recientes.
Pido que quien esté dispuesto a sostener la ingenuidad de esta pieza de sentido, me tire la primera piedra. Aunque aseguro que no soy de los que ponen la otra mejilla.