Insustancial, pero disfrutable
Un viudo reciente ve una casa que le gusta y la compra, por más que la casa venga con zoológico incluido, funcionando y derruido. El zoológico está quebrado, pero ¿alguien duda de que el nuevo dueño va a sacarlo adelante, aunque tenga tanta experiencia en el tema como Mauricio Macri en literatura marxista? La directora del zoológico resulta ser Scarlett Johan-sson, que no sólo anda soltera, sino que nomás conocerlo al tipo se ve a la legua que se le caen las medias. Para hacerla completa, por allí anda Elle Fanning, que en cuanto ve al reclusivo hijo del nuevo dueño de casa le tira los galgos. ¡Y todo resulta estar basado en una historia real! Pero uno no va a ver una película de Hollywood como quien mira un documental, sino para encantarse, maravillarse, pasar un par de horas en un mundo mejor que éste. En ese terreno, puede decirse que más allá de sus limitaciones y su naiveté (es una película para toda la familia, y no de las disfuncionales), Un zoológico en casa cumple y dignifica. ¿Poca cosa para Cameron Crowe, director de Casi famosos? Bueno, es temporada de fiestas y las fiestas no suelen ser de vacas gordas para el cine, así que tampoco es cuestión de andar poniéndose demasiado exigente.
Un zoológico en casa es totalmente insustancial. De un día para otro, Matt Damon abraza la causa zoológica y larga todo. Todo es la escritura, que se supone que a eso se dedica. Podría ser oficial de la Fuerza Aérea, mecánico dental o cocinero thai: sería igual. La película parece no poder concebir una chica que no sea linda, soltera y bien dispuesta. La condición de viudo del protagonista no pasa del cliché: algunos recuerdos (en forma de flash-backs, faltaba más), algunas lagrimitas, la persistente negativa a volver a enamorarse. La rivalidad con el hijo, de manual (de manual de Hollywood). Las correspondencias entre el mundo animal y el humano, lo mismo (el tigre depresivo, básicamente). El malo –un inspector antipático, encargado de subir o bajarle el pulgar al remozado zoológico encabezado por Damon–, como salido de una de Disney. Los personajes están dibujados y eso es tal vez más notorio en los secundarios, la barra de empleados del zoo, que se supone deberían conformar un grupo hawksiano (algo que sí lograba Twister, para poner un ejemplo notorio), pero no tienen el menor relieve. Y sin embargo...
Sin embargo, Un zoológico en casa tiene lo que toda película para toda la familia tiene que tener: buena leche, calor humano, personajes crédulos y bienintencionados, y un director tanto o más crédulo y bienintencionado. Para no hablar, claro, del genial Thomas Haden Church, ese Lee Marvin cómico que no necesita “hacer” de cómico, porque la comicidad la trae puesta (recordar la serie Ned and Stacey, la segunda George de la selva, Entre copas) y que aquí hace del hermano sensato del presuntamente alocado protagonista. No se trata simplemente de que los mejores chistes de la película estén en su boca, aunque eso ayuda. Haden Church es esa clase de actor a quien le basta aparecer en el plano para que uno ya se esté riendo. O, más precisamente, sonriendo: más que comicidad, el tipo genera una densa, continua, inquebrantable corriente de empatía, que no se interrumpe ni cuando desaparece.