Un paseo por el lado salvaje
A primera impresión, el mismo título de la película Un zoológico en casa parece hacer referencia a una película más de aventuras y temática familiar, con algunos planos tiernos de animalitos salvajes y mensaje emotivo al final. Bueno, es todo eso. Pero la calidad de sus actores, la narración y la música elegida, hacen que entre la marea de filmes similares, este sea uno de los más logrados del género.
El director Cameron Crowe logra sostener un filme ATP con el tono emocional de otros de sus filmes, como Elizabethtown. La historia es sencilla: Benjamin (Matt Damon) es un periodista intrépido que enviuda y debe cuidar de su hijo adolescente y de una pequeña hija. Desorientado ante la idea de sostener casa y familia, herido por la pérdida y sin metas laborales, decide empezar de cero. Y no tiene mejor idea que comprar una casona vieja que tiene un zoológico. Y los animales vienen por contrato en la adquisición. Allí, se conectará tanto con los animales como con el personal del zoo, y descubrirà una veta nueva en su existencia y la de los suyos.
Damon le da a su personaje más densidad de la que un filme para niños normalmente tiene, como un hombre quebrado que quiere salir adelante sin sacrificar su felicidad. Y el elenco que Crowe convocó aporta carácter: Scarlett Johansson como la directora del zoo (raro verla de botas de goma, barriendo estiércol de mono y que aún siga siendo una sex symbol); el genial Thomas Hayden Church (Entre copas) como el hermano sesudo; y Elle Fanning (Super 8) como la adolescente que enamora al hijo de Benjamin. Mención aparte para la pequeña Maggie Elizabeth Jones, que interpreta a la hija de Damon y se hace cargo de la ternura infantil (que veces empalaga un poco).
La aventura emocional de Benjamin será sostener la quimera del zoo propio y las bases de la tranquilidad del hogar, mientras se acerca de a poco a la directora del zoo. Y si bien las metáforas del filme son sencillas y efectivas, la sensación es que tanto actores como director se tomaron bastante en serio la tarea de hacer un producto digno.
Hay lugares comunes, claro, como moralejas previsibles, pero la historia se sostiene sola, el relato sobre la fuerza de la comunidad está intacto y, como todas las películas de Crowe, la banda de sonido elegida se destaca cuando se la necesita. Una curiosidad: está basada en un hecho real, relatado por el mismo Benjamin Mee en un libro. Un buen plan si uno quiere ir a ver una película que disfruten los niños y no aburra a los adultos.