Cameron Crowe es un realizador que viene del guión y del periodismo. Hay algunas películas donde ha logrado crear algo así como una emoción diferente de las que están escritas (Casi famosos, digamos), pero por norma se atiene demasiado a la letra y, por el encorsetamiento que ello representa, termina anestesiando las posibilidades de sus temas. Aquí se trata de una familia que compra un zoológico para vivir y está basada en una historia real. Cuando Hollywood toma una historia real para transformarla en ficción, puede resultar una genialidad (El juego de la fortuna) o una zoncera (este film): la diferencia reside en si el director prefiere aleccionar a simplemente mostrar y dejar fluir. Y aquí sucede, desgraciadamente, lo primero. Sin embargo, algo contrapesa: los personajes son simpáticos y no nos aburrimos de verlos, aunque nos interesa poco lo que hacen. Se lleva las palmas Matt Damon, que es de esas figuras de las que la fama llama a desconfiar, pero que saben de qué se trata actuar frente a la cámara. Lástima que Scarlett Johansson dejó, hace mucho, de cumplir con la promesa interpretativa que representó cuando niña.