Papá se volvió loco
¿Qué le pasó a Cameron Crowe? es la pregunta que surge inevitablemente a menos de 10 minutos de comenzado el filme. Es que parece mentira que el director de "Casi famosos" sea el mismo que dirigió este compendio de lugares comunes, al servicio de un guión basado muy (pero MUY) libremente en la historia real de Benjamin Mee, periodista viudo y con dos hijos, hoy co-propietario de un zoo modelo en Gran Bretaña.
La acción aquí se traslada a un zoológico estadounidense, en un suburbio californiano, al que se mudan el protagonista (Matt Damon) y sus dos hijos, el adolescente Dylan (Colin Ford) y la pequeña Rosie (Maggie Elizabeth Jones), responsable, además, de las líneas de diálogo más efectistas e inverosímiles en boca de un personaje de siete años, en toda la historia del Cine contemporáneo. Benjamin es un viudo guapetón que de inmediato se gana la simpatía de sus nuevos empleados, entre ellos la atractiva directora del Rosemoor Park, Kelly (Scarlett Johansson) a fuerza de pura voluntad y mucha improvisación.
Esa improvisación, ese sentido de aventura que exuda el personaje de Damon, está resumida aquí en una serie de gags previsibles, cuyo remate invariable son las sonrisas de aprobación de Johansson y Elle Fanning. Algo escandalosamente innecesario en un director de recursos y una guionista como Aline Brosh McKenna, que evidentemente tenía pocas ganas de pensar (o un material más pobre del que se creía).
Qué decir del elenco infantil. Los que deberían ser un pilar de la trama (los adolescentes Ford y Fanning componiendo una pareja despareja) se notan forzados, inverosímiles. Fanning exagera su faceta "chica-simpática distinta de su hermana Dakota", a fuerza de sonrisas, como si fuera un pálido reflejo del personaje que compuso para "Somewhere", de Sofía Coppola. Ford compone a un adolescente desganado con igual desgana. Y la pequeña Jones está allí para convertirse en deus ex machina de cualquier situación que se pueda resolver derritiendo a la audiencia con su sonrisa de cachetes redondos.
Los conflictos, lógicos y previsibles, tienen un adicional inesperado: las intervenciones de Thomas Haden Church en el rol del hermano mayor de Benjamin descomprimen las obviedades con humor menos forzado que el del resto de los diálogos y situaciones, en especial cuando aparecen en escena los flashbacks de la vida anterior del viudo y los niños, es decir: cuando mamá Katherine vivía. Haden Church es el único al que se lo nota cómodo en todo momento y consigue transmitir algo de esa comodidad al espectador.
Con todo y previsibilidades, "Un zoológico en casa" es una película cumplidora para cualquiera que se acerque al cine con ganas de pasar dos horas en intimista aventura familiar, de vuelo bajito y con miras a un mensaje optimista en fechas donde siempre es bienvenida la esperanza. Nada más.