Witherspoon, la carapálida buena
Si la opción es ir al cine para ver un drama testimonial sobre refugiados sudaneses que tratan de continuar su vida en los EE.UU., y al llegar a la boletería uno termina pidiendo entradas para la película con Reese Whiterspoon, algo no anda bien desde el vamos.
Pero, aun obviando este detalle, la corrección política y la insustancia dramática de este film ñoño e hipócrita quizá podría indignar, seriamente, a los inmigrantes africanos que vemos todos los días en las calles de Buenos Aires.
Sin faltar el respeto a las experiencias traumáticas que puedan identificar a todo refugiado africano, de todos modos sería interesante saber qué opina algún mantero al escuchar diálogos del tipo "estoy muy contento, estudiando catequismo en la iglesia".
El director canadiense Philippe Falardeau, responsable de "Profesor Lazhar", hace de este modo su debut en el cine angloparlante con todo lo necesario para definir "un canto al amor y la amistad", sumado a ataques de pánico, combustión espontánea y apariciones de Violencia Rivas en la platea.
Técnicamente potable, la película interesa sobre todo en los dramáticos primeros actos sudaneses, y genera un poco de intriga al momento del choque cultural. Pero cuando irrumpe la estrella caucásica, es decir, Reese Whiterspoon, se pudre todo, y el asunto va derivando en una sensiblería inaceptable.
Obviamente, sin la presencia de la chica sureña, trabajadora social de corazón puro, la experiencia de los muchachos sudaneses en la tierra del KKK no sería tan tierna y emotiva. La problemática de los refugiados sudaneses en Estados Unidos está enfocada desde un punto de vista tan insulso y prolijo que realmente da vergüenza ajena, incluyendo el uso de los temas musicales étnicos. Ojalá al menos sirva para mejorar la situación de refugiados africanos en el primer mundo. O un Oscar para Reese Whiterspoon, pálida protagonista de un emotivo film sobre refugiados africanos.