Juntos en el paraíso
Aguardando su vuelo en un campo de refugiados de Kenia, Memere viste una remera con el famoso lema del calzado más norteamericano: Just do it. Su hermana sonríe y dice “que se cumplan nuestros deseos”, y así parten al aeropuerto JFK cuatro sobrevivientes de otra tragedia africana, conocidos como “los cuatro de Sudán”.
Diecisiete años antes, cuando detonó un enfrentamiento entre el norte y el sur de aquel país africano, Memere, Jeremiah, Paul, Abital y Theo escaparon junto a hijos sobrevivientes de otras familias, rumbo a Etiopía. Theo murió en el camino pero los hermanos lograron llegar a Kenia en 1987 y permanecieron en el mismo campo de refugiados durante trece años. Después, Memere estuvo a punto de ser el Tío Tom del grupo de hermanos; pero al final se redime con una buena, digamos honrosa, mentira.
Conocido, hace poco, en la cartelera argentina gracias a su bienintencionado drama interracial Profesor Lazhar, el francocanadiense Philippe Falardeau repite la fórmula, si bien cambia el mapa geopolítico y se ajusta a una historia real. Teñida de morocha y barriendo a un lado a los inmigrantes de los flyers (como ocurriera en el tristemente célebre afiche italiano de 100 años de esclavitud, protagonizado por Brad Pitt), Reese Witherspoon es Carrie Davis, la encargada de encontrarle empleo al grupo de sudaneses que recala en Kansas City. La vida de Memere, Paul y Jeremiah (Abital es destinada a un hogar en Boston) en Kansas City es retratada con un pintoresquismo (por no decir llanamente etnocentrismo) que ya parecía superado, repleta de típicos gags sobre la inocencia y la ignorancia de los recién llegados. Sólo hacia el final la película, como Memere, redime su mirada estrecha, proamericana.