Una película que no se casa con nadie
Maxilimiliano Pelosi continúa en Una familia gay su exploración del mundo homosexual. En este caso, y al igual que su film anterior, Otro entre otros, parte de una anécdota personal. Desde la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario tiene la oportunidad de casarse, pero en verdad no sabe si quiere hacerlo, por lo cual intenta aclarar sus dudas consultando a distintas voces, desde un cura de su colegio secundario hasta a otras parejas gays.
El film está articulado como una serie de entrevistas y una ficción (la pareja de Pelosi aún no blanqueó su relación) que recrea los pormenores de la vida íntima del director. En ese sentido, habrá algunas escenas de sexo que hacen un poco de ruido por su poca pertinencia. Esto dicho porque el gran mérito de Una familia gay -y quizá la línea que debería haberse profundizado aún más- es la sinceridad del planteo. Pelosi logra un fuerte grado de cercanía con sus entrevistados partiendo del respeto y la prudencia, dándoles tiempo para que cuenten sus historias sin nunca recargar las tintas sobre la búsqueda de una respuesta concreta.
Así, el film resulta un buen retrato de estos tiempos, un conjunto de voces a favor y en contra del matrimonio y la adopción por parte de padres homoparentales realizado con capacidad de entendimiento aun en la disidencia, tensando así la acepción de un término hoy más que nunca en discusión como es el de familia.