¿Casarse o no casarse?
Hace quince años, una película como Una familia gay hubiera sido casi imposible. Que hoy exista significa que esos años han sido un gran paso en favor de una sociedad más igualitaria para todos.
La película vive en una muy lograda frontera entre la ficción y el documental, sin que el espectador logre siempre saber cuánto pertenece a un género y cuánto al otro, además de que esto no sea imprescindible para disfrutar del relato, al contrario.
La historia que cuenta es la de un joven que a partir de la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo, se pregunta si realmente quiere casarse, ahora que puedo hacerlo.
Sin duda, se trata de una película, como ya se ha dicho, impensable años atrás y que hoy muestra un mundo avanzado. Para los militantes de la comunidad gay, casarse es casi corroborar ese derecho adquirido, pero para muchos otros es cuestionarse la naturaleza misma del matrimonio.
Con humor, con emoción y con un abarcador espectro de miradas y opiniones, Pelosi consigue plasmar sus inquietudes de forma transparente y e inequívoca, de forma contundente.
Se puede decir, con orgullo, que aunque trate temas inherentes a las personas gays, sus preguntas son generales y universales. Amor, sexo, pareja, hijos, religión, estado, familia, son temas para todas las personas que conforman una sociedad. Y las dudas y conflictos a partir de esos temas no le corresponden a un grupo o a una persona en forma exclusiva, sino a todos.
En esta universalidad, la película triunfa de forma contundente, sin por eso ser un film que esconda o reniegue de la homosexualidad de su protagonista, o intente ser una versión lavada o televisiva de lo gay.
Es más, la película se podría haber llamado sin problemas simplemente Una familia.