Une affaire d'amour

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

Accidentes

En el encuadre distinguimos a una mujer rubia, con ansiedad en la mirada, con un leve rictus en su boca, casi inapreciable, a veces mirando hacia un costado como si cada segundo que pasara fuera un llamado desesperado. Su rostro, dotado de una extraña belleza coronada por unos profundos ojos azules permanece perdido, junto al vagón de un tren que permanece paralizado en la palidez del día. Ocasionalmente vemos el desplazamiento uniforme y mecánico de gente por detrás, mientras la espera y el tiempo bifurcan ese plano medio del rostro de Veronique Chambon junto a la línea de fuga que se funde con sus sentimientos junto al vagón. Adivinamos el dolor y las rupturas de ese personaje en ese encuadre, y adivinamos en la belleza pictórica de ese encuadre la intensidad visual que recorre cada minuto de este affaire, una historia contada numerosas veces en el cine a la que el realizador francés Stephane Brize dota de un tono intimista y natural, que le da un tono autentico a su narración y evita el horroroso kitsch en el que han caído varias de las últimas producciones románticas.

No revelo nada diciendo que la película es sobre un triangulo amoroso, tampoco en decir que su resolución resulta previsible. El tono del film revela que la narración busca su personalidad en el manejo de los tiempos, la elección de encuadres y las actuaciones, con un registro intimista que mantiene a la cámara como testigo privilegiado del devenir de los personajes. Podríamos pensar que hay cierto determinismo en el desarrollo o, incluso, algunas ausencias que hubieran complementado mejor al personaje de Chambon (pienso en su trabajo como maestra), pero lo cierto es que el film fluye con una naturalidad admirable. En primera instancia porque no recarga de moral ni de elementos extraños al romance entre Veronique (Sandrine Kiberlain) y Jean (Vincent Lindon), es decir, no surge de la nada un personaje descolgado diciendo cosas del tipo “¿esta bien lo que hacen?” (Una pregunta que se deja en el suspenso al espectador para, establecer un cuestionamiento antes que una respuesta superficial) y, en segunda instancia, porque el guión es impecable. Es fácil entender impecable cuando hablamos de cine: no hay ni un solo plano desperdiciado, no hay ni una sola línea de diálogo que esté de más y no hay ningún silencio que resulte forzado o innecesario.

Que se entienda que también se puede acusar al film de ser un relato algo asfixiante cuando cada elemento es diegético y todo se asume tan calculado y formal. Pero las actuaciones logran que cada plano tome vida y que cada silencio cargado de silencio, resignación, culpa o amor suene estruendoso sin la estúpida música en off con la cual aparecen cada dos por tres títulos en la cartelera de cine. Se trata de una película que tiene un tono adulto en función de mantener un verosímil a través del sonido ambiente, los gestos, la incomodidad y lo natural de la iluminación. Hacia el desenlace aparece una composición más prolija y algunos contraluces que hablan de una búsqueda expresiva siempre sutil, ocasionalmente apelando a planos largos que tienen un tono descriptivo en función de la expectativa (como la reunión familiar, en el momento en que es presentada Chambon) o el suspenso (el dramático travelling desde el cual vemos caminar al personaje de Jean en la estación de trenes hacia el final).

En definitiva, seamos francos, Un affaire d´amour no atraerá a gran parte del público que tiene el conocido prejuicio sobre el cine europeo. Ya saben: “no pasa nada”, “es lento”, “no dicen nada”, etcetera. Pero es un logro cinematográfico que logra desde su concepción mínima, íntima, rescatar algo genuino sobre un drama romántico, sobre la posibilidad de la eventualidad de un affaire como algo natural, casi como un accidente, evitándose la culpa subrayada o un tono glamouroso. Y eso, aunque este dos semanas en cartel y solo haya recaudado una suma poco ostentosa en las taquillas, es meritorio.