Silencios y miradas son las claves sutiles para acceder a lo sustancial de la obra
Jean es un buen hombre, albañil por vocación, hijo dedicado, padre atento, marido cariñoso. Feliz y despreocupado. Un buen día tan feliz como cualquier otro, entre familia, trabajo, y obligaciones sociales, se cruza con Mademoiselle Chambon, la maestra de su hijo.
El es un hombre de pocas palabras, sin demasiada apetencias culturales, de vida sencilla, creyente, un mundo con pocos interrogantes existenciales, ella viene de un mundo muy distinto, culturoso, escéptico, donde la perdida del equilibrio entre lo racional y lo pasional esta a la orden del día.
Sin embargo algo hay flotando en el aire durante ese encuentro, se hace evidente tanto para ellos como para el espectador que sus sentimientos los desborda, no sólo no los pueden manejar, sino más bien son dominados por ellos.
Un Film de estructura narrativa clásica, con un guión trabajado, basado y sostenido más en los silencios que en las palabras, en las miradas que en los diálogos. Lo que demuestra la excelente traslación que hicieron los guionistas sobre la novela homónima según el titulo original “Mademoiselle Chambon” de Eric Holder
Lo único que podría denostar el producto es la condescendencia que tiene el director para con el espectador al cierre del filme. Hay un momento, ya sobre el final, en que la imagen lo dice todo, hubiese sido el cierre cuasi perfecto, una clausura que abriría interrogantes, sin embargo la narración continua hasta dar un cierre taxativo a la historia. Una lastima.