Vera Gemma nació hace 52 años en Roma, es algo parecido a una celebridad, ocasional actriz e “hija de” uno de los grandes mitos del cine italiano, Giuliano Gemma, galán y héroe de los spaghetti westerns. Con un cuerpo y un rostro “reconstruido” por decenas de operaciones, prótesis y unas imponentes extensiones rubias (“ahora mi modelo de belleza es el de las mujeres trans”, asegura), luce como una suerte de barbie artificial que se niega a aceptar el paso del tiempo. Y ella es la protagonista absoluta del nuevo film de la dupla Frimmel-Covi, siempre atenta a estos personajes entre encantadores y patéticos, entre seductores e irritantes, entre inocentes y exóticos.
Rodada en Súper 16 milímetros, Vera es una película sobre cómo es vivir a la sombra de un mito, sobre el complejo de Edipo, sobre las diferencias de clase, sobre los engaños y las pequeñas estafas, y sobre cómo seres que no encajan en los cánones establecidos la tienen difícil en una sociedad que tiende a rechazarlos, a aprovecharse de sus debilidades o limitarlas para un consumo irónico.
Vera tiene un agente, pero ni siquiera va a los eventos sociales a los que debería concurrir; participa de bastante mala gana en distintas sesiones de casting, pero no suele ser elegida para ningún papel; tiene una vida bastante ostentosa (chofer, deslumbrante vestuario), pero en verdad ha dilapidado la herencia y ha sido (y sigue siendo víctima) de hombres inescrupulosos que le sacan plata por todos lados (véase sino a Gennaro, su joven y curvilíneo novio actual, un aspirante a director que le pide/exige contactos y sobre todo dinero para financiar su nuevo proyecto).
Solitaria, algo angustiada y decidida a combatir una inevitable decadencia, Vera tiene como único y fiel ladero a Walter (Walter Saabel), un veterano chofer que supo trabajar con su padre y la conduce y protege día y noche. También está su hermana Giulianna Gemma, con quien comparte recuerdos (hermosas las imágenes en Súper 8 de ellas siendo niñas con su padre Giuliano en la playa), pero difieren en cuanto al manejo de los fondos familiares.
El principal conflicto de Vera se desata ya en los primeros minutos cuando nuestra protagonista se interesa/obsesiona por la suerte de una familia de clase baja. En determinado momento, Walter atropella a una moto que manejaba un hombre con su hijo detrás. Lo cierto es que Manuel, de 8 años, sufre una fractura en la mano y el chofer está convencido de que se trató de uno de esos accidentes prefabricados, con la idea de sacar dinero del asunto. Sin embargo, nuestra heroína visitará cada vez más seguido a ese padre llamado Daniel (Daniel De Palma), quien ha perdido a su esposa, al pequeño Manuel (Sebastian Dascalu) y a la abuela (Annamaria Ciancamerla). La duda quedará instalada de inmediato: ¿hay algo genunino en esa relación o se trata de una familia de una barriada pobre que ni siquiera tiene agua corriente tratando de aprovecharse de una crédula mujer de clase alta originaria del Trastévere romano?
Quizás la zona menos interesante de un film casi siempre interesante sea cuando aparece en escena Asia Argento (otra “hija de”, aunque mucho más exitosa y reconocida que Vera) y juntas (porque ambas además son amigas en la vida real) van a un cementerio a visitar la tumba del “hijo de” Goethe. Sí, un recurso un poco obvio, subrayado y trillado.
De todas formas, Vera tiene muchos más pasajes genuinos, creíbles, sinceros, honestos y queribles que impostaciones o imposturas. Se trata de una nueva posta -valiosa y por momentos fascinante- dentro del derrotero artístico que siguen alimentando Frimmel y Covi, dos cineastas con vuelo y sello propios.