Ser gitano
En tiempos de diversidad cultural en los que se habla con facilidad de aceptar las minorías, aparece gratamente este documental de Tomás Lipgot (Moacir) sobre la comunidad gitana. El relato se centra en el interior de la familia Campos, su idiosincrasia, modo de vida y tradiciones culturales.
Miembros de una legión antigua proveniente de España (corresponden al grupo Calo), esta familia que habita en el conurbano bonaerense sigue al pie de la letra los códigos familiares, enérgicamente sostenida por la generación más antigua (el abuelo), y replicada por el padre hacia los más pequeños. La vergüenza y el respeto del título aluden a la manera de entender el mundo que tienen los gitanos. Se habla de vergüenza y respeto del hombre hacia la mujer, del gitano por el resto de la sociedad, y de su intención de diferenciarse de “los otros”, a quienes llaman “payos”. Para construir una identidad fuerte es necesario encontrar otro de quien diversificarse. Para los gitanos los payos son todas aquellas personas que no pertenecen a su “raza” como ellos mismos se definen.
Tomás Lipgot logra introducirse en el seno de la familia Campos y trasmite la espontaneidad y naturalidad de sus vínculos y tradiciones. Sin nunca juzgar a nadie describe un abanico de rutinas y costumbres ligadas a “las reglas de la ley gitana”. Vergüenza y Respeto (2015) genera identificación –aunque no justificación- y también despierta curiosidad acerca de esta familia gitana. Pero esta mera descripción tiene un punto de vista detrás, quizás implícito en los videos VHS cuya imagen analógica de mala calidad remonta a un tiempo pasado. En él, los gitanos sostienen sus discursos y reafirman sus tradiciones a fuerza de canto y baile con guitarra. Los rituales como romper camisas en las bodas, beber anís o incluso la sabiduría inmersa en el flamenco, se revelan a través de imágenes de archivo o en el discurso del abuelo, evidenciando la lejanía de ciertas tradiciones con la actualidad.
Quienes aún quedan relegadas a costumbres ancestrales son las mujeres, dedicadas en exclusividad a la privacidad del hogar. La mujer se casa virgen y no puede concurrir a fiestas (al menos que sea una celebración familiar). Sin embargo el hombre más veterano de la casa argumenta: “Nosotros amamos a nuestras mujeres. Amor es una palabra larga, hoy en día se confunde con pasión o atracción”, y continúa su convincente relato “La base de la ley gitana es la mujer. De ella surge todo lo que viene después”. Pero el realizador entrevista a las mujeres, las deja expresarse a cámara -y ellas reiteran el mismo discurso-, así como también los niños y una joven pareja recién casada que representa el futuro del clan, exponiendo de este modo un panorama más complejo y menos unilateral.
Este interesante trabajo entra a una comunidad que no se destaca por su apertura al resto de la sociedad. Ni siquiera en los films de Emir Kusturika (que instaló el imaginario cinematográfico de dicha comunidad) se accede a un retrato tan cercano y concreto del pueblo gitano, aceptando su vergüenza y respeto.