Soy gitano
El despojo del prejuicio es el elemento dominante en la mirada de Tomás Lipgot para compartir con el espectador Vergüenza y respeto -2015-, documental ya exhibido en la sección Panorama del BAFICI 17, que apela al recurso de la distancia cinematográfica para enriquecerse con las experiencias y peripecias de una familia gitana en el conurbano bonaerense: Los Campos.
Distintas generaciones transmiten en los testimonios a cámara las diferencias y aproximaciones tanto con la preservación de la cultura gitana y el recelo frente a todo aquello no gitano. Son diferentes puertas adentro que afuera. Conscientes de pertenecer a una comunidad cerrada, intentan exponer sus argumentos para defender el aislamiento y justificar así sus costumbres con ejemplos sencillos que no marcan contradicción alguna y que invitan a reflexionar sobre esa brecha entre su cultura y las demás, quizás el elemento más diferenciador sea la elección de que los niños no vayan a la escuela una vez que aprendan la lectoescritura.
La familia es sagrada para ellos; llegar virgen al casamiento es un tema de honor para las mujeres y por supuesto llevar en alto aquellos valores que hacen a la tradición gitana, y que muchas veces atentan contra los cambios que se generan de manera global.
El director de Moacir -2011-, organiza el relato con una voz de la experiencia que introduce la historia de los gitanos a lo largo del tiempo, equilibra el didactismo con otros testimonios de los más jóvenes, que apuntan a lo cotidiano, hacia la adaptación sin la traición de los principios como por ejemplo el uso de Facebook, limitado a los familiares o celular bajo la misma prohibición.
Sin embargo, esto no parece ser un problema para ninguno de los jóvenes gitanos, aunque desde el día a día a veces se nota el encierro del grupo, algo que se desdramatiza o se aminora cuando estalla el cantejondo o las fiestas de flamenco, momentos de frescura que el documental sabe captar de manera adecuada, así como los apuntes humorísticos.
El realizador de Fortalezas -2010- consigue la interacción necesaria con la comunidad para que las dos palabras del título cobren un sentido diferente, el de la Vergüenza ya no se ancla con el prejuicio y la palabra Respeto se consolida por partida doble, desde un punto de vista múltiple y no unidireccional, que para el público resultará más que atractivo.