Muchas veces uno se ha imaginado algunos fantasmas o cuestiones en torno a la idiosincrasia gitana que claramente distan de aquello que en realidad compone a este grupo. Muchas veces también el prejuicio y los clichés relacionados a ellos han configurado un imaginario popular basado en especulaciones y habladurías.
Sin hacer una historia o antología de la vida gitana, el experimentado realizado Tomás Lipgot en “Vergüenza y Respeto” (Argentina, 2015) construye un panorama particular sobre una familia (Campos) y a partir de ahí plantea algunas cuestiones propias del gitanismo.
Evitando caer en eufemismos, o en sesgos que pudieran coartar la libertad de acción y de plasmar sus ideas, el director estuvo reunido durante largas jornadas para poder reflejar aquello que dentro del seno familiar y puertas adentro sucedía.
Varias generaciones componen a los Campos, y en estas distintas edades habrá también una mirada completamente opuesta sobre aquello que, por ejemplo, los más viejos consideran parte ineludible de su pertenencia al mundo gitano.
“Vergüenza y Respeto” busca algunas respuestas, no todas, claro está, acerca de esta tradición milenaria y que tuvo epicentro en India para luego comenzar a circular hacia otras latitudes y que, en esta oportunidad, a través de algunas imágenes de archivo en blanco y negro, la problemática se contextualiza, haciendo hincapié en la persecución que padeció el pueblo gitano, quizás el motivo determinante para que en la actualidad sean tan reservados con su vida dentro de sus casas.
Es que si bien la extroversión es una de las partes esenciales de su personalidad, siendo la música el principal vector para extrapolar todas sus particularidades, también hay un recelo por custodiarse y custodiar las costumbres de una cultura que quiere mantenerse viva a pesar de confrontar una realidad que ya supera cualquier intento por mantenerse al margen, por ejemplo, de la tecnología o los avances y el progreso.
¿Qué es ser gitano? Quizás el más pequeño de los Campos puede dar algunos bosquejos de respuestas que permiten cierta presunción sobre tópicos que son inherentes a ellos.
Porque si bien el más grande de los Campos, todo el tiempo da lecciones para la cámara, y también hacia sus hijos, hay algo que se escapa y que proviene de la propia testarudez de sus orígenes y que busca más que nada seguir aferrado a algunas cuestiones que ya han quedado en desuso.
Algunas costumbres son enumeradas, otras son plasmadas y acompañadas por la cámara. Pero principalmente lo que “Vergüenza y Respeto” ofrece, son aquellos momentos de acompañamiento en los que algunos miembros de la familia se liberan, y ante la presentación de la espontaneidad de un diálogo o de una confidencia es en donde el filme puede construir una verdad aparente que refuerza su propuesta.
Aquel que intente conseguir todas las respuestas sobre el mundo gitano y sus costumbres debe seguir buscando en otro lado las respuestas. Pero aquel que intente un primer acercamiento hacia algunos puntos de la identidad propia de este pueblo, y no desee más que conectarse, como lo ha hecho el director, con el grupo familiar que retrata, “Vergüenza y Respeto” le ofrecerá algunos destellos que le permitirán empatizar con las diferencias que entre ellos mismos se mantienen y que apuntan a ver qué pasa en la actualidad con un grupo particular mientras todo avanza y se acelera.