El Nuevo Escándalo Americano
“Inherent Vice” arranca como una obra posmoderna de un anacronismo precioso entre el policial negro y las exploitation movies de los ’70, en perfecta sincronía argumental y visual entre el clásico hardboiled y la psicodelia de la década hippie.
Los misterios y las pistas que van surgiendo dan lugar a un caso tan atrapante para el espectador como para su protagonista, el investigador privado Larry “Doc” Sportello, (encarnado por un siempre eficiente Joaquín Phoenix) y la trama se va complicando a medida que avanza, dejando dos cabos sueltos por cada uno atado. Al principio esta dinámica resulta interesante y llevadera, incluso divertida, pero de a poco se va tornando innecesariamente densa y estirada, y para cuando nos dimos cuenta la película ya tendría que haber terminado.
La primera parte de este film brilla con una composición y ritmo impecables, prometiéndonos una de las películas del año. Pero hacia la segunda mitad se va revelando caprichosa y vaga, tornándose lentamente en una descabellada e incoherente versión de sí misma. Cuando ya nos acomodamos a un confortable estilo, Paul Thomas Anderson nos descoloca con un exceso de recursos y personajes que navegan al borde del capricho injustificable.
Si soltar el timón de esa manera es una elección artística deliberada o no, es la cuestión. Podríamos deducir que lo es por ciertas pistas no tan sutiles hacia la última parte del film, pero si ese fuera el caso, en lugar de lograr el efecto deseado, parece una obra mal terminada, fruto de la desidia y no de una minuciosa intencionalidad que buscara inquietar al espectador.
“Inherent Vice” es inclasificable, pero no de la mejor manera. Es un viaje agridulce que nos deja con la sensación de haber presenciado una obra genial a medias.