Vicio propio es la historia más accesible y comercial de Thomas Pynchon, un escritor cuya obra no acepta términos medios.
A sus libros los amás o los odiás con furia visceral, no hay otra salida.
La recepción de sus trabajos siempre dividieron las aguas entre los lectores y sus novelas se caracterizan por presentar tramas extremadamente complejas y rebuscadas que requieren mucha paciencia.
No es sencillo terminar "El arco iris de gravedad", un libro muy denso de 800 páginas que no tiene un conflicto definido, sino centenares de tramas que giran en torno a un misil alemán de la Segunda Guerra Mundial.
En Vicio propio nos encontramos con la historia más simple de este autor que brinda un relato policial muy influenciado por los trabajos de Ross Macdonald con el famoso detective Archer.
La trama presenta además a uno de los personajes más atractivos de Pynchon como es Doc Sportello, una loca fusión entre el Dude de El gran Lebowski y el detective Sam Spade de Dashiell Hammett.
El director Paul Thomas Anderson (Magnolia) ofrece una adaptación impecable de esta propuesta literaria, a tal punto que el film tiene la misma debilidad que la novela original.
Tanto los personajes como el ambiente en el que se desenvuelven son fascinantes, pero la intriga policial que propone la trama es muy aburrida y eso me parece que le jugó en contra a Vicio propio en el cine y la literatura.
Uno imagina al detective Doc Sportello en manos de un autor como Elmore Leonard y el resultado hubiera sido una fiesta.
En un libro de Pynchon el protagonista es simplemente un hippie simpático.
Si la obra literaria se alimentaba de los relatos de Ross Macdonald, el director Anderson le agregó una pisca de Hunter S. Thompson (Pánico y locura en Las Vegas) para desarrollar un policial lisérgico que trae al recuerdo las viejas producciones de Roger Corman relacionadas con el consumo del LSD.
Me refiero a películas como The Trip (1967) o Psych-Out (1968) que se convirtieron en clásicos de la contracultura hippie de fines de los año ´60 y tuvieron una notable influencia en los aspectos visuales de Vicio propio.
Anderson hizo un trabajo excepcional a la hora de recrear este período histórico en el que se desarrolla la trama y en este punto encontramos uno de los elementos más logrados de la película.
Por otra parte, la interpretación de Joaquin Phoenix como Doc Sportello, junto con las participaciones de Josh Brolin y un brillante Martin Short (que merecía más tiempo en pantalla), lograron hacer llevadera una historia que es bastante pobre como propuesta policial y nunca termina de convencer.
A diferencia de los últimos trabajos del director, Vicio propio jugó un poco más con diálogos y situaciones humorísticas que también contribuyeron a mitigar el tedio que genera la falta de un conflicto interesante.
El trabajo de los actores en definitiva terminó siendo el principal gancho de esta producción que difícilmente será recordada entre las obras esenciales de Paul Thomas Anderson.