La última película de acaso uno de los mejores directores de los últimos tiempos, Paul Thomas Anderson, puede ser descripta como un film psicodélico y lisérgico. El inconveniente comienza al intentar encasillarla en un género. Algo que quizás sencillamente no deberíamos intentar hacer. Hay quienes la han comparado con la hilarante y absurda El Gran Lebowski (1998), semejanza que hasta cierto punto es justa por la naturaleza de su argumento laberíntico y sobre todo por la afinidad de su protagonista principal con el "Dude" de los hermanos Coen. Pero a la vez sus tintes de misterio y suspenso la acercan más a films noir como The Long Goodbye (1973) e inclusive salvando las distancias y la época, al clásico basado en la novela de Raymond Chandler protagonizado por Humphrey Bogart, The Big Sleep (1946). Indiferente del género al que pueda pertenecer, la obra de Paul Thomas Anderson, al igual que la mayoría de sus películas, tiene un toque de autor que la hace simplemente distintiva e inimitable.
Vicio inherente es laberíntica al punto de que por momentos se vuelve difícil de seguir con imágenes que se repiten, referencias hacia cosas que ya sabemos y luego menciones sobre personajes o acontecimientos que son presentados como algo a lo que supondríamos estar familiarizados pero sin embargo no tenemos la menor idea de qué nos están hablando. Hacia el final, todo parece encajar en su lugar. O quizás no. Pero el punto es que no hace falta. El argumento y los personajes no exigen una resolución tradicional. Nuevamente, al mejor estilo El Gran Lebowski, como espectadores pareciera que estamos siendo manipulados con una historia que en el fondo no importa ya que el verdadero goce está en seguir los pasos del Doc Sportello (Joaquin Phoenix) quien se pasea por Los Angeles investigando sobre la desaparición de su ex novia entre porro y porro. A lo largo de las más de dos horas de metraje nos encontramos acompañando a un personaje hundido en una ciudad tan brumosa como la perspectiva de su protagonista.
Esta oda a un estilo de vida obsoleto como el de los hippies de los sesentas/setentas, tiene las dosis justas de melancolía, gracia y misterio. La psicodélicas desaventuras de su héroe nos trasladan a un época que bien podemos conocer por otros films similares. Pero por algún motivo, el director con su medido guion y su precisa y a la vez confusa ambientación logra crear una atmósfera que permite que vivamos el momento de un modo mucho más cercano que en otras oportunidades.