Fragmentos de un tejido
Quizá a más de uno se le venga a la mente, mientras ve este film llamado Vidrios, cualquier otro que también se divida en episodios y en el que los personajes se muevan alrededor de un eje. Uno de esos ejemplos puede ser Café y Cigarrillos, ese proyecto en blanco y negro de Jim Jarmusch en el cual todos parecían estar divirtiéndose mientras… tomaban café y fumaban, por supuesto. En Vidrios, de los directores Tachella y Bollini, casi todos los personajes parecen obligados a mantenerse estoicos, lo que podría llevar a pensar que ese es el rasgo que comparten todos los segmentos. Es un desafío mantener la atención direccionada en el diálogo -que en esta clase de películas opera como motor de las historias- porque la mayoría son intrascendentes. Y el problema no es la intrascendencia o la apariencia catalítica que le aporta a las escenas -todas las historias de Vidrios son secuencias sueltas, como arrancadas de una narración más extensa- sino la pose formal general, todo el tiempo se siente un cartel que dice: “esto es intrascendente pero de tan intrascendente es trascendente”. El aliento de esta idea ya se impone desde los primeros minutos, en esa charla abúlica entre los dos amigos, con el whisky a un costado...