De amor, de locura, y de muerte.
Santiago (el debutante Pablo Ríos) decide regresar a su casa luego de una ausencia que caló hondo. Su llegada a la estancia, al mismo tiempo que la aparición de un perro salvaje, no será como él (o el espectador) podría esperar. Algo sucede en ese paraje perdido en Santiago del Estero. Cuando Santiago partió a la guerra (nunca sabremos bien qué guerra) y nunca regresó, sus padres se perdieron internamente. A Ernesto (Osmar Nuñez) le cuesta reconectar, y además le preocupan los inconvenientes que se suceden en la zona junto con el regreso de su hijo. Carmen (Mirella Pascual) lo toma aún peor, no reconoce en ese joven a su hijo, lo trata como a un extraño, y divaga por la casa y zona cada vez más sumergida en sus delirios, buscando algo de afecto.
Hay otros personajes, Tesie (María Inés Sancerni), suerte de mucama o asistente del hogar, que debe lidiar con la personalidad de Carmén, que mantiene una relación complicada con Ernesto, y parece ser la única que acepta a Santiago; y Aguirre (Jorge Román), el ayudante del estanciero, con conocimientos varios, y una conexión con Santiago a descubrir.
La sequía invade el paraje al igual que los recuerdos, los animales empiezan a morir, el perro parece tener algo que ver con las muertes, y la locura avanza en los personajes cada vez más alienados.
Valiéndose de una dirección de fotografía a cargo de Matías Fleischer que no solo saca el máximo provecho a las locaciones, logra escenas de gran belleza enigmática; Ledesma construye una narración que requerirá de la atención constante del público.
Con claras influencias en el cine de Lucrecia Martel, y algo de Leonardo Favio (al verla se darán cuenta de qué película hablo); Vigilia mezcla el drama familiar; un relato que pareciera inclinarse por la fantástico, onírico, y metafórico; con una historia de cierta crítica social más solapada en ese ambiente de olla a presión a punto de estallar.
Su entramado no es continuo y habrá que prestar atención a los detalles para comprender qué es lo que sucede; hay una inclinación hacia la falta de diálogos, los silencios profundos, y las expresiones mudas. Más de una vez pareciera no haber una ilación simple entre escena y escena, o problemas de continuidad, que en realidad simbolizan un relato que se cuece por debajo en forma simbólica.
La dirección actoral es precisa, cada uno, con su personaje, expresa esa locura en la que están inmersos, la furia que exudan, y lo incómodo de esas relaciones quebradas; hay entre ellos una química compleja pero lograda. Del conjunto de interpretaciones, se lucen Núñez y sobre todo Pascual a quien le tocarán las escenas más jugadas, extremas y cambiantes; siempre convincentes.
Conclusión:
Vigilia plantea una incógnita que intenta mantenerla hasta el final, aunque las pistas son bastante claras desde las primeras escenas. Su narración pausada, entre cortada y críptica, puede alejar a un espectador que busca relajarse en una construcción lineal. Pero esas falencias narrativas son suplidas por un apartado técnico e interpretaciones de un nivel superior y subyugantes. En todo caso, estaríamos hablando de una propuesta lo suficientemente atípica, lo cual no es algo menor para una ópera prima.