"La vida es una oportunidad para hacer algo bueno", decía Ricardo Vilca, apoyado en la sabiduría sencilla, elocuente y honesta que había sabido forjar como hombre del altiplano. Todos los recuerdos que este emotivo documental agrupa -de familiares, amigos, periodistas y músicos que trabajaron con él- apuntan en una misma dirección: Vilca supo aprovechar esa oportunidad de la que hablaba para dejar un repertorio -y también una imagen- cargada de generosidad, misterio y una poética muy singular tejida en estrecha interacción con sus vivencias y su entorno, ese paisaje de abrumadora belleza al que Ulises de la Orden, consciente de su relevancia en el imaginario del artista, le otorga un espacio importante en el relato.
El director conoció al protagonista de cerca: Vilca fue el autor de la banda sonora de otro de sus documentales, Río abajo. Y el retrato que pinta de este personaje entrañable enraizado en Humahuaca revela con claridad la admiración y el cariño que nacieron a partir de ese vínculo y se mantienen hoy, a trece años de su muerte.
Vilca podía componer uno de sus temas folclóricos a partir de un encuentro fortuito con el sonido de Deep Purple, tocar con Divididos, metabolizar en su propio lenguaje a Bach y Piazzolla y, siempre, mantener su personalidad, marcar a cada paso un antes y un después, como bien señala el especialista Gabriel Plaza, uno de los mayores conocedores de su obra.