Vilca, la magia del silencio

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

HOMENAJE Y RECUERDO

Ricardo Vilca fue un compositor jujeño que murió en 2007 a los 53 años, dejando una obra enorme y, todavía, digna de descubrimiento. Precisamente a esa revelación apunta Vilca, la magia del silencio, documental que Ulises de la Orden y Germán Cantore dirigieron desde el más absoluto de los respetos hacia el artista venerado, recopilando testimonios de amigos, músicos, hijos, ex esposas y especialistas en la materia. Un recorrido de voces que no hacen más que apuntalar el carácter mítico de un artista enorme desde lo conceptual, a la vez que sumamente humilde e introspectivo. Introspección, por otra parte, potenciada por los sonidos de su guitarra y su música sugerente.

La obra de Vilca es singular, su sonido es único e irrepetible. De evidente raíz folklórica, sin embargo abreva en múltiples ritmos y géneros, en la mayoría de los casos de forma impensada. Uno de los testimonios cuenta que fue a grabar a Vilca y su banda, creyéndose que iba a encontrarse con un típico grupo de altiplano y de repente descubrió entre los sonidos a Bach. Otra anécdota, muy divertida, la cuenta uno de sus músicos. Una vez le preguntó a Vilca cómo había llegado a la inspiración de uno de sus temas: “¿Conocés Deep Purple? -le dijo- Bueno, agarré una partecita de un tema y me la robé”. La anécdota termina con los músicos recorriendo disquerías de Capital Federal buscando discos de Deep Purple y tratando de encontrar ese fragmento inspirador. Nunca lo encontraron. Además de todo eso, en la obra del artista también hay rastros de rock, jazz, minué, de tango a lo Piazzolla.

Las influencias en la obra de Vilca están ahí, pero nunca de forma evidente, siempre sugeridas, escurridizas, como un hombre perdido en el paisaje. En el de la Quebrada de Humahuaca, por qué no. Vilca tocó con muchos: Ricardo Mollo, León Gieco, Skay Beilinson y más. La figura de Mollo y Divididos, que grabaron uno de sus temas, fue clave. A partir de ahí Vilca tuvo gran reconocimiento en Capital Federal, que termina siendo el destino al que hay que llegar (si se quiere llegar) en un país centralista como este. Sin embargo el músico siempre volvía a su hogar. Para él el lugar propio es el que brinda la inspiración, el que da personalidad a la obra. Y vaya si la obra de Vilca la tenía: no lo convocaban a Cosquín porque su música era demasiado triste; tampoco le importaba demasiado. Sin mayor ambición que la de hacer conocer la obra de este músico jujeño, el documental avanza hacia el final con la emoción fuerte del recuerdo y del vacío que deja el silencio. Y con alguna frase que pinta de cuerpo entero al personaje: “La vida es una oportunidad para hacer algo bueno” decía Vilca. De eso se trata, ni más ni menos.