Con mucho nervio expresivo, una estructura cinematográfica atrayente y una interesante ubicación temporal, Villa propone un lúcido acercamiento a algunas criaturas de una villa de emergencia de la capital argentina. Ezio Massa, luego de Más allá del limite y Caceria, dos films diferentes entre sí y distantes en el tiempo, arriba a una película mucho más under que las anteriores, casi con espíritu de ópera prima. Tras la reconocida Elefante blanco, su visión acerca de los movimientos y el comportamiento de los habitantes de la villa es muy distinta, y las zonas son diferentes.
Además, Villa transcurre en el año 2002, en pleno desarrollo del Mundial de Korea-Japón, recurso interesante de ambientación y narración. Tres jóvenes de ese cinturón urbano, al ser echados de una pizzería por tratar de ver la apertura del campeonato, se proponen ver, a como dé lugar, el primer partido de Argentina. La tensión irá en aumento hasta llegar a picos de violencia en distintos puntos del conurbano. Pese a ser un film ascético y poco discursivo,
apela a apuntes didácticos sobre la Villa 21, oportunos y de buena factura visual. Las interpretaciones, que alternan actores profesionales y habitantes de la villa, son desparejas aunque con gran verosimilitud física, especialmente del trío protagónico. Fuera de ellos se destacan Diego Sampayo, Adrián Spinelli y la ya fallecida Floria Bloise.