Grandes actrices, película menor
En una de las primeras imágenes de Viudas, se ve a Adela (Valeria Bertuccelli) con la mirada perdida en la guardia de un hospital con su cuerpo sólo cubierto con un impermeable de hombre. Ese momento absurdo -en la línea de los Anderson (Wes y Paul Thomas)- permitía augurar una historia arriesgada, fuera de norma.
Pocos minutos después -cuando ya sabemos que Adela era la amante y Elena (Graciela Borges), la esposa del fallecido Augusto- entra en escena un personaje a todas luces almodovariano. Se trata de Justina, la empleada doméstica (travesti y paraguaya para más datos) que interpreta Marín Bossi (sí, aquel que personificó a CFK y a Macri en el Gran Cuñado tinelliano). Está claro -y no sólo por este detalle- que a Carnevale le gusta mucho el cine de Pedro, pero la cosa no va mucho más de allí.
Sin embargo, a pesar de esas referencia, lo que termina primando en Viudas es el costumbrismo más ramplón (al menos en este terreno Bertuccelli ratifica sus dotes de excelente puteadora) y el melodrama humanista, aleccionador (y tranquilizador). El material, que en principio daba para algo más que un film sobre el entendimiento, la solidaridad y la redención en medio del dolor, termina siendo demasiado obvio y complaciente.
Si el largometraje resulta atendible y, por momentos, convincente es básicamente por el aporte de sus dos protagonistas: Bertuccelli demuestra que es una de esas actrices que realza cada película en la que interviene. Aquí, en el papel de una estudiante treintañera con tendencia suicida, tenía todo para perder. Sin embargo, como en Un novio para mi mujer, termina elevando el piso (bajo) de los conflictos que Carnevale y la guionista Bernarda Pagés le proponen. Graciela Borges también sortea las limitaciones de esa directora audiovisual y viuda engañada que pasa del resentimiento a la comprensión.
Es por ellas (y por Rita Cortese, típica secundaria a lucirse como la amiga, confidente y asistente de Elena) que Viudas se eleva un poco por sobre la mediocridad de su trama, la previsiblidad de su conflicto y la demagogia de su resolución.