Antes de morir en el hospital por un infarto Augusto le pide a Elena (Graciela Borges): “Cuidala. Sola no va a poder”. Muere. Elena no entiende mucho de qué se trata hasta que la presencia de Adela (Valeria Bertucelli) en el nosocomio le va aclarando el panorama. A decir verdad quien la va avivando de la situación es Esther (Rita Cortese), la mejor amiga y asistente de Elena. ¿La situación? Augusto tenía una amante mucho menor que él.
La verosimilitud de la historia pende de esa frasecita del principio y sobre esa endeble base, el guión de Brenda Pagés cuenta cómo es que estas dos mujeres intentan sobrellevar el dolor de perder al hombre que amaban y la relación que ambas van construyendo.
El problema de “Viudas”, la última película de Marcos Carnevale, reside en depender exclusivamente de la talentosa entrega de las actrices principales. El resto de lo que gira alrededor de las viudas aparenta tener importancia, amaga a convertirse en subtrama, pero nunca llega a buen puerto. Un ejemplo de esto son los personajes secundarios. Esther podría no estar y la película sería lo mismo, pues nunca se llega a desarrollar su personaje más que para consolar a Elena. Lo mismo sucede con la mucama travesti que compone Martin Bossi (un trabajo bastante sólido). Su continuidad en el set está justificada por la propia Elena quien no la echa (a pesar de sus impertinencias) porque “sabe cosas”, aunque nunca tiene conocimiento de ellas el espectador, ni los personajes se enterarán de qué es lo que sabe. De hecho, el personaje es literalmente abandonado hacia el final de la película, sin demasiada explicación.
El verdadero punto fuerte es la relación de Elena y Adela (siempre y cuando la situación le resulte creíble). Las dos actrices manejan esto de taquito y sólo podría endilgarse situaciones redundantes, aunque esto no depende de ellas sino de un guión que insiste una y otra vez en deprimir a Adela cada vez que parece levantar su ánimo.
La sensación final es positiva si uno acepta a “Viudas” como un melodrama en el cual poder ver reflejada una manera de construir a partir del dolor cuando los afectos se van, pero dependerá más de la buena voluntad de quienes se sienten en las butacas que de la realización.