La imagen sin voz
Hay algo que se llama intuición y que nada ni nadie puede transmitir al otro, a menos que esa misma capacidad sea compartida, en parte, por aquellos que deciden dilucidar algún misterio. Sergio Wolf junto a Lorena Muñoz en Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2003), tuvieron la intuición y lograron la hazaña de encontrar a Ada Falcón, la enigmática cantante de tango de los años 30 del siglo pasado, recluida en un convento de un pequeño pueblo del Valle de Punilla, y pudieron, pese a la edad y a los débiles recuerdos, lograr una entrevista para el film.
En esa película, la pesquisa sobre el paradero de Falcón, fueron el vector de una historia que desnudaba una pasión, la de la cantante con Francisco Canaro, una traición y luego la decisión de nunca más aparecer en público pese al éxito que Ada Falcón tenía en ese entonces. La obsesión detrás del vals, permitió que los directores, pudieran, además trabajar sobre la idea del mito detrás de la mujer y del cuerpo negado como impedimento para que la memoria pueda ejercer su poder totalizador en un presente que se diluye.
A partir del hallazgo, casi 20 años después, de un rollo con una filmación de la primera entrevista que Muñoz y Wolf hicieron para ese film, ahora en solitario Sergio Wolf presenta en Viviré con tu recuerdo (2016) otra búsqueda, aunque diferente. En él se obsesiona por conseguir la voz de Ada Falcón a partir de la pérdida del audio que complementaba las imágenes encontradas de una entrevista de la cantante y de la que él tampoco recuerda sobre qué se habló.
El racconto necesario sobre Yo no sé qué me han hecho tus ojos ocupa una primera parte del film, para luego devenir en la obsesiva y minuciosa tarea que emprende Wolf hacia el encuentro de la voz de Falcón que se ha perdido en el mismo largo proceso de desarrollo. La nostalgia sobre aquello perdido, el aura y atmósfera de policial que se le impregna a Viviré con tu recuerdo como así también la decisión de mostrarse Wolf como un persuasivo y sagaz investigador, no le quitan espacio a la idea principal del film y la profunda reflexión sobre la voz y la imagen que se intercala en él.
Si la disociación, eterna y a la vez originaria del cine, entre el cuerpo y la voz es el disparador de su trabajo, la difícil tarea de encarar nuevamente una búsqueda, será el motor de un film que dinamiza cualquier lugar común que se podría pensar a partir de la incorporación del director como eje de la investigación, acompañado por un puñado de personas. El mito de Falcón comienza a fagocitarlo, y si el asincronismo y el juego con la distancia pueden llegar a ser una solución para recuperar la voz de la cantante, en las constantes pruebas, la evidencia dice todo lo contrario.
Hay un instante, en el que el Wolf actual, convertido en un sabueso (no aquel que seguimos viendo en las imágenes de Yo no sé qué me han hecho tus ojos y que son como loops del pasado que agobian a su yo presente), revisa materiales y reposa su mirada en un texto que justamente habla de “el cuerpo sin voz y la voz sin cuerpo” termina por cerrar toda la idea del film, y luego en una escena posterior en la que una “interprete labial” lo ayuda a dilucidar parte del enigma, reafirma la imposibilidad de ver qué pasó con ese DAT perdido que nunca más pudo encontrar.
Viviré con tu recuerdo habla sobre la memoria y sobre el recuerdo que en una evocación, y aun habiendo sido registrado por un dispositivo, no puede lograr sentido a pesar de los esfuerzos denodados para hacerlo por parte del director, porque justamente ese momento que se capturó es tan inasible y lábil como la memoria de la mujer que lo protagoniza, la que en un momento decidió recluirse para nunca más volver y aún hoy, años después de su muerte, sigue perdida.