Una argentina y una alemana planifican un viaje por los países más remotos del mundo. Así comenzarán un peregrinaje por Egipto para continuar por Israel, Palestina, Chipre, Turquía y otros destinos en los que descubrirán un nuevo mundo que encierra alegrías, tristezas y decepciones. La directora María Pérez Escalá logró recrear ese viaje siempre sostenido por la amistad que se profesan esas dos muchachas en medio de los más exóticos paisajes. El candor y la poesía sostienen esta excursión y hablan, sobre todo, de la fuerza de la amistad y de la necesidad de unir deseos en medio de este viaje pleno de sorpresas y de descubrimientos.
Viajar con cuerpo de mujer Wanderlust, cuerpos en tránsito (2016) es un documental llevado a cabo por dos mujeres que realizan un viaje desde Egipto hasta Alemania. En el medio: trece fronteras, choques culturales, amistad y perspectiva de género. Anne Von Petersdorff y María Pérez Escalá, una alemana y una argentina en el año 2014 dieron inicio a una aventura juntas con varias misiones. Un objetivo fue no trasladarse en avión en ningún momento y experimentar las fronteras físicamente por tierra y mar. Otra de las premisas es el registro a dos cámaras con la idea de que dos mujeres provenientes de culturas muy distintas podían registrar las mismas experiencias con distintos puntos de vista e inquietudes. Y el hilo que se va tejiendo en el camino tiene que ver con la iniciativa de indagar en un cuerpo femenino frente a estas experiencias. En una serie documental del 2018 llamada Dark Tourist, un hombre viaja a través del mundo hacia los objetivos más peligrosos para atravesar experiencias de riesgo. Ahora, qué sucede cuando nos damos cuenta que una mujer se siente en riesgo con hechos más mínimos, como por ejemplo alojarse en un hogar compartido con dos hombres. En los registros de varones que viajan, todo en general es mucho más lúdico y si se torna peligroso es porque hubo una decisión adrede de buscar el peligro para lograr un efecto más atrapante. Sin embargo en Wanderlust, cuerpos en tránsito se repara en esa pequeña gran diferencia que hace el tener cuerpo de mujer. Más allá de que el riesgo algunas veces sea más verdadero que otras, es interesante posicionarse en el estado de alerta constante que atraviesa un cuerpo femenino que es observado, acosado y avasallado por varones del mundo en mayor y menor medida. Las directoras son muy sinceras a la hora de exponer el agotamiento y el hartazgo a la par del disfrute único de transitar el mundo. También está el costado maravilloso del encuentro cultural, distinto del choque, donde las personas comparten y comienzan a entenderse entre sí. La perspectiva de género no solo pasa por las protagonistas y directoras, sino que se unen a testimonios de más mujeres de distintos países. Testimonios que animan a reflexionar sobre el riesgo que corremos todas pero que a la vez incentivan a trascender, porque “riesgo” no es lo único que una mujer encuentra cuando se emprende un viaje. Allí es donde el documental también se encuentra con escenas de amistad, aprendizaje y curiosidad deslumbrada ante la enorme oferta cultural del mundo.
Una palabra que se traduce como ansia o pasión por viajar y un subtítulo que termina de definir el trabajo, de esos cuerpos en tránsito, el de dos mujeres que decidieron salir de su zona de comodidad y caminar el mundo para palparlo, vivirlo, entenderlo y entenderse. Anne Von Petersdorff y María Pérez Escalá son las protagonistas de este viaje por tierra y por mar desde Egipto a Alemania, pasando por Israel, Palestina, Chipre, Turquía, Bulgaria, Serbia, Montenegro, Croacia, Eslovenia y Austria. Dos mujeres solas, que no son amigas, solo están unidas por el afán de investigar, vivir a fondo estas experiencias con una sinceridad total. Dos cámaras, dos puntos de vista, un diálogo constante entre ellas y las personas que se cruzan en sus caminos, amigables, hostiles, en ciudades y fronteras, en territorios donde el poder masculino es mucho mas evidente, en sitios bellos, cordiales, injustos y pesados. Con la dirección de Escalá y guión de Pertersdorff una invitación que se debe aceptar.
María es argentina, Anne es alemana. Se conocieron haciendo un curso de cine en una de las escuelas más prestigiosas del mundo, San Antonio de los Baños en Cuba. De allí surgió un equipo de trabajo que resultó en el corto Cine Encanto y en el largo Proyecto 18 - Publicidad - En un nuevo desafío se plantearon una consigna: la del viaje de dos mujeres occidentales solas por más de 10 países del medio Oriente, un viaje que debería ser sólo por tierra o por agua. Nunca volando. Wanderlust, cuerpos en tránsito se convierte así en un film de experiencia, subjetivo donde atravesar el territorio es también pasar por distintos grados de amenaza, sobre todo en los cruces de frontera. Mirá la charla que tuvimos con María Pérez Escalá Wanderlust es una suerte de película nómada, un documental del off de un viaje: los transportes, las aduanas, los couchsurfing, los soldados israelíes y argentinos, otras mujeres viajeras, Esos testimonios de una u otra manera, ponen en el centro la mirada que las mujeres tienen sobre las cosas del mundo, y también el modo en que las mujeres son miradas por extraños culturales. Ese juego es tal vez lo más interesante que propone la película que intenta alejar todo lo que significa el viaje turístico, Anne y Maria emprenden un viaje de experiencias, y sus voces ponen mucho enfasis en lo que pasa con esos tránsitos, con esos cuerpos. En el medio, el Mundial de Fútbol del 2014 les propone también compartir la experiencia de un evento global en bares donde solo hay hombres. El Cairo, Israel, Palestina, Chipre, Turquía, Bulgaria, Alemania, y sus voces a modo de guía. Sopla un viento fresco en el cine hecho por mujeres que comparen sus vivencias y sus maneras de enfrentar el mundo.
La doble frontera Anne Von Petersdorff y María Pérez Escalá se conocieron en la Escuela de cine de Cuba. Una alemana y la otra argentina descubrieron en la aventura de viajar no sólo el placer de conocer culturas, gente y modos diferentes de vivir, sino los límites de una utopía: desplazarse por el mundo en libertad y sin fronteras. El otro límite menos visible era el de exponerse tanto en cuerpo como en género para culturas de raigambre machista, sin dejar de mencionar un requisito básico en la odisea por trece fronteras que implicaba no transportarse por vía aérea. El resultado de ese viaje por tierra y por mar que va de Egipto a Alemania en 2014 es el registro de un diario donde las experiencias de ambas se conjugan con las diferencias culturales más allá de la amistad. Esa línea narrativa se cruza en el itinerario emocional para transformarse en un documental muy personal, que encuentra el espacio para dos voces, la de las protagonistas durante el derrotero por Europa y la de un entorno donde la mayoría de los testimonios a cámara son de mujeres, estudiantes, viajeras como ellas, que procuran establecer lazos y vínculos con gente de muy distintas partes del mundo. En ningún momento el intercambio de miradas sobre el choque cultural impone un punto de vista dominante y en eso reside la riqueza de esta propuesta de la directora María Pérez Escalá, de la celebración de recorrer el mundo sin mapas que limiten el tránsito y dejarse llevar por ese ingobernable espíritu aventurero, reconocer también los peligros de viajar solas, convivir con hombres pero además de afrontar prejuicios, reduccionismos culturales y todo tipo de frontera mental y no necesariamente geográfica.
Se estrenó Wanderlust, cuerpos en tránsito de María Pérez Escalá. Documental que registra el viaje de dos directoras de cine, una argentina y otra alemana, por diferentes ciudades de Europa y Medio Oriente enfocándose en la mirada sobre los cuerpos femeninos y el paso por las fronteras. El mundo está cambiando y la mirada también. Sin embargo para muchas culturas los prejuicios sexuales, la xenofobia y el racismo siguen formando parte de sus costumbres. El miedo al cambio transmite más miedo hacia las personas que son observadas. En Wanderlust, cuerpos en tránsito, una directora argentina y una alemana, que se conocieron de casualidad en la Escuela de Cine de Cuba, deciden retratar las fronteras de diversas naciones que conviven con el patriarcado y esos prejuicios constantes. María y Anne prácticamente no se conocen y viajan desde El Cairo hasta la puerta de la casa de Anne en Alemania, atravesando solamente las fronteras por tierra o por mar. Cada una carga su cámara y exhibe a su compañera registrando sus movimientos en sitios considerados peligrosos. El miedo y la sensación de alerta son constantes, y las directoras, en primera persona, transmiten la tensión de pasar un checkpoint en Egipto, Israel y Palestina. Pero el viaje no solamente se centra en esos pasos donde, por ejemplo, un inmigrante africano es detenido por portación de rostro en Europa, sino también en la mirada que tienen las autoridades y demás hombres acerca de dos mujeres atravesando solas las fronteras. La riqueza del material registrado radica en su sinceridad. Las protagonistas y narradoras no son heroínas. Cometen errores de los que se hacen cargo, como por ejemplo viajar a Chipre en bote pero, a la vez, estos relatos aportan matices a la narración. Lo que se genera es una empatía absoluta. El espectador viaja con ellas. Comparte su mirada, sus temores e incluso su cansancio e incertidumbre. Pero también la curiosidad y satisfacción, cuando por ejemplo se encuentran con compatriotas, ya sean argentinos o alemanes. Lo inteligente, acaso, es que cuando esto sucede, la mirada la impone la persona que se siente alienada por no compartir la cultura y afinidad comunicativa. De esta forma, Wanderlust, cuerpos en tránsito es un film lleno de matices. Muy alejado del registro o edición de un programa turístico o un informe de National Geographic, las directoras transmiten esas sensaciones que sólo se generan cuando se pisa por primera vez un territorio. Nunca se siente que haya situaciones manipuladas para generar un efecto, o que el material fuera contaminado con ficcionalizaciones. El criterio de montaje es adecuado y dinámico, y los temas se van sucediendo, y regresando, a medida que avanza la narración. Las preguntas que se generan son constantes: ¿cómo se pueden cambiar las costumbres y miradas de una cultura? ¿se debe intervenir o hay que respetar ese punto de vista, tan alejado de la “mirada progresista” occidental? Grabado en un solo viaje hace 5 años atrás el film habla del aquí y ahora, reflexiona sobre las diferencias culturales de Oriente y Occidente, y de las diferencias entre formas de vivir en países que sólo están divididos por un checkpoint. La tranquilidad de un sitio, el miedo en otro. Pero más allá de la mirada sobre los lugares y sus personas y del contexto político que vive cada estado, el film también muestra personajes. Y no solamente los que van apareciendo en cada sitio por el que atraviesan las protagonistas, sino también ellas mismas son personajes en sí, que recorren un arco narrativo de forma imperceptible. No son las mismas cuando arranca la narración que cuando la terminan. La mirada sobre la otra va cambiando. Son días, semanas, meses de convivencia y la relación va fluctuando. Del diálogo al silencio, del silencio a la cofradía. Son dos personas que se vuelven una. Pero también intentan distinguirse, para que la mirada de una no sea la misma que la de la otra. En ese sentido, el uso de la voz en off, es tan fascinante como necesaria. Como en todo documental o registros de viajes, hay momentos más intensos que otros, puntos más fuertes u otros menos trascendentes, livianos y de transición. Sin embargo, el resultado final es entretenido, emotivo y nos lleva a reflexionar acerca del estado del mundo, la percepción de las diversas culturas, el racismo y xenofobia latentes, y también sobre el poder de la amistad.