Con sencillez, ironía y el fuerte tono de denuncia social característico del autor, "Yo, Daniel Blake" retrata la realidad del sistema de seguridad social británico, de empleo público y la precariedad laboral, inmerso en una burocracia llena de contradicciones.
Siguiendo el tradicional espíritu de denuncia social que ha sido eje fundamental en la filmografía del director británico Ken Loach, Yo, Daniel Blake retrata con sencillez y un suave tono de tragicomedia la realidad del sistema de seguridad social británico, de empleo público y la precariedad laboral, inmerso en una burocracia llena de contradicciones que parece existir sólo para poner trabas en un sistema frío, irracional e implacable tan actual y universal.
Daniel Blake -Dave Johns- es un carpintero de Newcastle cercano a los 60 años a quien después de un infarto los médicos le prohíben trabajar. Un ciudadano ejemplar que siempre ha pagado sus impuestos, nunca ha tenido problemas con la justicia, humilde, trabajador y buena persona que imposibilitado de ejercer solicita una pensión por discapacidad a la seguridad social. Así comienza una odisea por el sistema burocrático del Reino Unido en el que paradójicamente solo tendrá derecho a prestación social si busca trabajos que no podrá aceptar.En la carrera por no perder sus derechos y la dignidad se encontrará con Katie -Hayley Squires-, una madre soltera con dos niños de padre diferente, que tras residir dos años en un albergue, debe mudarse a las afueras de Londres para ocupar el piso que al fin le han otorgado y encontrar un trabajo mínimamente decente.
Ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes 2016, Yo, Daniel Blake desarrolla su relato sobre dos ejes: por un lado la determinación de un hombre cercano los 60 que no quiere jubilarse enfrentando una adversa e indiferente realidad social, y por otro la abrumadora critica social a un sistema cuya siniestra burocracia deja hombres, mujeres y niños abandonados en parte a la caridad del prójimo.
Dave Johns, un actor popular de la televisión inglesa que hace su debut cinematográfico, interpreta con naturalidad y frescura, imprimiéndole una particular fragilidad, a este personaje que intenta mantener intacta su dignidad mientras se enfrenta al infierno burocrático de las llamadas en espera y un mundo informatizado que le resulta tan extraño y amenazador.Elaborando el duelo de su recientemente fallecida esposa, quien otorgaba sentido a su existencia, y reponiéndose de un ataque al corazón Daniel también deberá luchar para salir del laberinto de la ineficacia de los servicios sociales que no conciben algo tan elemental como lo escrito con espray en una pared: “Me llamo Daniel Blake y soy un ser humano”.
Con una estética neorrealista, diálogos precisos y una banda sonora austera, casi imperceptible, Loach se empeña por subrayar la incómoda verdad de un sistema injusto y realidad social de un país, con personajes que siempre dejan huella y momentos que buscan sin engaños emocionar al espectador.
Sin romances, realismo, sutileza e ironía Yo, Daniel Blake busca, y encuentra, la complicidad y empatía de un espectador que padece las injusticias a la par de sus protagonistas.