Yo, Daniel Blake: Víctima de la burocracia estatal.
Finalmente llega a las salas el último film de Ken Loach, el cual fue galardonado con la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año pasado.
Ken Loach es un director prolífico que nos ha otorgado films como El Viento que Acaricia el Prado -2006- (cinta que también le valió el premio mayor en el festival francés), Riff Raff -1991- y The Navigators -2001-, entre tantos otros. Sus films se caracterizan por expresar o sacar a relucir problemáticas actuales de la sociedad británica que rodea a los personajes.
En esta oportunidad, Loach decide poner el foco en la desidia, la indiferencia y la burocracia estatal frente a las personas de bajos recursos, aquellos que necesitan algún tipo de plan social o incluso a personas como Daniel (Dave Johns), que tienen problemas de salud y no pueden trabajar, pero tampoco pueden cobrar un seguro de desempleo o un subsidio temporal por incapacidad. A pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. Daniel es una de las tantas víctimas del sistema capitalista que son confinados a un limbo burocrático del cual no pueden escapar.
El realizador trabaja con sensibilidad y pericia un tema delicado para la sociedad británica y quizás para la población mundial en su totalidad. Loach no tiene pelos en la lengua a la hora de hacer una profunda crítica anticapitalista y de izquierda sobre los trabajadores y aquellos individuos que son invisibles ante el sistema.
La narración se desarrolla de forma prolija y pausada, siguiendo el ritmo que se toma la maraña administrativa de Gran Bretaña para atender las necesidades de las personas con problemas. Por otro lado, la película nos muestra la historia de Katie (Hayley Squires), una madre soltera con dos niños que también presentan dificultades para tratar con el Estado. Así es como los caminos de Katie y Daniel confluyen e intentarán ayudarse mutuamente para salir adelante.
Nos encontramos ante un drama profundo y sincero, bien conforme a los tiempos que corren y con una mirada crítica por parte de su realizador. Las actuaciones que nos otorgan sus protagonistas son muy enérgicas y le hacen justicia al tipo de relato que se nos quiere presentar. Un relato duro que está pensado para pegarle al espectador donde más le duele, y para hacernos reflexionar ante la insensibilidad y el desinterés por el otro. Donde los empleados estatales son como maquinas frías que solo cumplen sus funciones sin importar las consecuencias.
Yo, Daniel Blake es un drama pujante con trabajos impecables por parte de Johns y Squires. El mensaje de Ken Loach es bien claro, y pese a que por momentos roza la demagogia, está muy bien direccionado e intencionado. Otro triunfo por parte del director que a sus 81 años demuestra que todavía tiene mucho que decir.