La canción de París:
Quedan los artistas
El bueno de Pigoil (Gerard Jugnot) declara ante un policía por un hecho que no se develará hasta el final. En su relato cuenta la historia del Chansonia, teatro de variedades donde él junto a varios artistas se ganaba la vida entreteniendo al pueblo. Narra como el año 1936 no comenzó de la mejor manera cuando el clima social en Francia se complicó, los obreros iniciaron huelgas y Pigoil y sus compañeros se quedaron sin trabajo porque el mafioso Galapiat se quedó con el teatro y lo cerró a la espera de ver que hacía con el edificio.
Pero Pigoil tenía otros problemas. Se quedó solo con su hijo Jojo cuando su mujer lo dejó para irse con otro hombre, y sin dinero ni trabajo corre serio riesgo de además perder la tenencia de su hijo. Sin embargo el hombre no perdió la esperanza y se decidió a tomar el teatro y recuperarlo junto con sus colegas, aunque debian convencer a Galapiat.
En medio de la reconstrucción apareció una bella joven en busca de una oportunidad como artista, oportunidad para el romance que Milou (Clovis Cornillac), el iluminador y rudo activista sindical, no desaprovechó, aunque Galapiat, otra vez, estuviera de por medio.
Es interesante como el director que nos diera "Los Coristas" ahora nos presenta esta historia de seres que con todo por perder se arriesgan en la lucha por ganar. Con el enfrentamiento entre reaccionarios de izquierda y derecha de fondo, el fascismo avanzando en Europa; la recuperación de la dignidad como trabajadores del entretenimiento y la voluntad por luchar también por una sociedad mejor donde vivir se impone en el relato.
Con habilidad y sin golpes bajos, Barratier presenta a sus personajes, bien delineados, queribles y detestables, según corresponda. Cuenta con un elenco de lujo y de yapa la presencia de ese inconmensurable comediante que es Pierre Richard, como el viejo que sigue la vida a través de la radio, quien en unas breves apariciones y con unos pocos gestos consigue dejar su sello dentro de este filme.
La dirección artística es destacable como así también la banda sonora creada para la ocasión, la que rescata el ingenuo espíritu de una época. Finalmente el relato toma el camino de la emoción sin caer en sentimentalismos, con algún cliché propio del género y sin mayores pretenciones que las de brindar un entretenimiento de calidad y buen gusto.
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