Ernesto Sábato, el hombre y el intelectual Un documental realizado por Mario, hijo del escritor Cálido y emotivo, este documental sobre Ernesto Sábato es una mirada que Mario Sábato, su hijo, hace desde dentro de la vida del escritor. El film recorre los senderos más íntimos de alguien cuya fama trasciende las fronteras de nuestro país, pero que muy pocos conocen, y descubre al hombre que vive pudorosamente rodeado por sus afectos, con sus certezas y sus dudas. El film no es para académicos ni pretende ser una ilustración acerca de la obra de ese intelectual que aquí aparece con toda su modestia y esa emoción que, sin duda, insertó en todos sus libros. Con viejas películas caseras y fotografías familiares que emergen de los recónditos sótanos de la memoria y con filmaciones realizadas por su hijo Mario desde 1962 hasta 2007, se descubre aquí al hombre que se ocultó detrás de sus anteojos negros. La trayectoria cotidiana de Ernesto Sábato, sus afectos, sus anécdotas, sus vacilaciones y sus certezas desfilan por este documento de enorme belleza visual y enorme calidad sentimental. Está en el film el Ernesto Sábato atormentado, el ser sentimental que recuerda a cada paso a su esposa Matilde, el intelectual alejado de toda pretensión populista y el personaje que, amante de la paz y de la democracia, luchó a brazo partido para dilucidar los terribles años de la última dictadura argentina. Algunos personajes muy cercanos al escritor, como Raúl Alfonsín, Magdalena Ruiz Guiñazú, China Zorrilla, Mercedes Sosa, Alejandro Dolina y los monseñores Justo Laguna y Jorge Casaretto, se refieren tanto al Sábato hombre como al intelectual de prestigio mundial. Mario Sábato tuvo a su cargo la responsabilidad de evocar a su padre y sin duda lo hizo con este film que abre las puertas no sólo de la casa de Sábato en Santos Lugares, sino que lo convierte en un ser de carne y hueso. Ver Ernesto Sábato, mi padre es una gran necesidad, y no sólo para aquellos que lo admiran por su labor literaria, sino también para quienes sólo lo conocen a través de vagas referencias periodísticas.
Humor francés que no logra su cometido Una comedia sobre la obsesión de un padre Inmigrante que arrancó de la nada, Coco, a los 40 años, se ha convertido en un exitoso empresario gracias al descubrimiento de un agua con gas que desarrolló con ingenio e inteligencia. Felizmente casado y padre de Samuel, su hijo casi adolescente, este descendiente de judíos e hiperactivo hombre de negocios deberá enfrentar uno de sus más felices momentos cuando se acerca el día en que Samuel será bautizado de acuerdo con los ritos de su religión. Alocadamente, y ante la sorpresa de su mujer, invita a la fiesta a todos sus parientes, empleados y vecinos. Cuando le diagnostican una enfermedad cardíaca, Coco trata de apresurar la celebración. Obsesionado con la preparación de la fiesta, entra en una suerte de locura y no se percata de qué forma está afectando a los que lo rodean y de cuánta desunión comienza a producir en su familia su obsesión por el Bar-Mitzvá de su hijo. La trama, convertida en una disparatada comedia, tentó sin duda a Gad Elmaleh, considerado uno de los cómicos más populares de Francia, quien no sólo se conformó con ser su protagonista, sino que se reservó el papel de director del film y elaboró un guión que nunca escapa a las más absurdas situaciones. El principal responsable de la producción, rodeado por un elenco que se puso a disposición de esta anécdota sin ninguna clase de concesiones, y en el que aparece en un breve personaje la conocida figura de Gérard Depardieu, intentó relatar un entramado familiar visto desde la óptica de la caricatura más absurda, pero su propósito no fue totalmente logrado, ya que las repeticiones y un perpetuo nerviosismo hacen que no logre su principal propósito, es decir, el divertimento, algo que sólo se logra, a veces y con mucho esfuerzo, merced al enconado esfuerzo de Gad Elmaleh, acostumbrado a hacer reír con las más elementales ideas del típico vodevil francés.
El largo camino del cambio y la redención Diego Rafecas y una reflexión sobre las drogas Paco es un joven experto en física cuántica que es detenido por la policía acusado de volar con explosivos de alto calibre una cocina de deshechos de cocaína y hallado con una sobredosis de drogas. Hijo único de una senadora, la ascendente carrera de ésta se verá así envuelta en una insondable pesadilla, ya que Paco es acusado de terrorista y la prensa lo implica en una guerra de narcotráfico. Para evitar enviarle a la cárcel por largo tiempo, su madre no halla mejor solución que hacer pasar a su hijo como adicto a las drogas e internarlo en un prestigioso centro de rehabilitación. El muchacho, al tratar de dejar su adicción a las drogas, comprenderá, finalmente, que su alejamiento de la familia y sus tenebrosas relaciones lo condujeron a un estado de indefensión que nunca pudo superar. Sin caer en el melodrama ni convertirse en una simple moraleja, el director Diego Rafecas logró pintar un cuadro de gran tensión. Contó también con una producción de indudable jerarquía -la fotografía de Marcelo Iaccarino es de notables y exactas tonalidades, la música aportó el exacto clima y la dirección de arte, debida a Coca Oderigo, impuso el requerido escenario para la historia-, y con todos estos elementos supo elaborar un relato que si por momentos cae en algunos diálogos forzados y en reiteración de situaciones, nunca pierde de vista la emoción y la ternura que emanan de una temática tan actual como destructiva para la juventud. El elenco se unió también a estas bondades, ya que tanto Tomás Fonzi como Norma Aleandro y Esther Goris supieron elaborar con enorme oficio y emoción a sus respectivos personajes. El resto del reparto no le fue en saga a sus principales animadores, ya que Luis Luque, Romina Richi, Sofía Gala Castiglione y, sobre todo, Willy Lemos, aportaron verosimilitud a esta historia
Número 9, ciencia ficción animada y para adultos Producida por Tim Burton, esta película de animación muestra un futuro muy próximo en el que un invento conocido como la Gran Máquina activa y aporta energía a las máquinas que se han lanzado contra la raza humana diezmando a la población antes de que ella comience a apagarse. El mundo pronto quedará destruido, pero un grupo de pequeños seres intentarán salvar lo poco que queda de civilización. Son nueve criaturas a las que un científico infundió vida poco antes de la catástrofe y el Número 9 será el que demuestre tener fuerza de líder y cualidades que, quizá, los ayuden a sobrevivir en un territorio devastado. Los demás miembros del grupo son el Número 1, un veterano de la guerra de carácter dominante; el 2, un generoso y frágil inventor; los 3 y 4 son gemelos provistos de una gran erudición que se comunican sin palabras y sobre todo entre sí; el 5 es un inquebrantable ingeniero; el 6 un artista errático atormentado por pesadillescas visiones; el 7 una guerrillera valiente y autosuficiente y el 8 un musculoso y no muy listo guardaespaldas del Número 1. Sobre la base de una animación en el que sombras tenebrosas cubren la misión de esos seres el film recorre, a veces con alocadas situaciones, el camino por el que esos pequeños individuos se empeñarán en salvar a la humanidad. El director Shane Acker logró su propósito de entretener y de dejar sentada la moraleja de que el bien siempre triunfa sobre el mar, aunque los encargados de ganar sean esos individuos de extraña apariencia y frágil contextura.
Amor y guerra en la historia de Genghis Khan Genghis Khan nació cerca del lago Barikal (actual Rusia) en 1167 y se convirtió en el líder de un poderoso imperio que abarcaba casi toda Asia y parte de Europa. Sergei Bodrov, uno de los más importantes directores rusos ( El prisionero de las montañas, El beso del oso) , recreó en este film parte de su existencia y dibujó un retrato en el que lo muestra no como la bestia malvada de apariencia vetusta, sino como un líder influyente, intrépido y visionario. La historia comienza cuando Temudjin, a los 9 años, es llevado por su padre a un viaje para escoger a una niña como su futura esposa. Así conoce a Börte, quien le dice que le gustaría ser la elegida, y él promete regresar pasados cinco años para casarse con ella. El guión de Mongol examina la trayectoria de uno de los personajes más poderosos de la Tierra, pero es, y tal vez más que otra cosa, una historia de amor. Ese Temudjin que con el tiempo será Genghis Khan aparece aquí como un ser cálido dispuesto a dar su vida por su esposa y por su hijo, mientras se enfrenta con los poderosos enemigos que intentan adueñarse de las tierras de sus ancestros. El realizador no escatimó esfuerzo ni talento para dar esta pintura de Genghis Khan, y supo aunar su vida sentimental con grandiosas escenas de batallas. Rodada en lejanas locaciones de China, Mongolia y Kazakhstán, esta producción revela facetas poco conocidas de su personaje central. Tadanobu Asano compone con calor y emotividad la figura del protagonista, acompañado por un elenco de excelentes méritos, y por todos los rubros técnicos que lograron hacer de Mongol una película de necesaria visión.
Viaje de placer con un resultado inesperado Despareja comedia sobre conflictos matrimoniales Los conflictos matrimoniales, tanto en comedia como en drama, sirvieron desde siempre a los guionistas norteamericanos para entretejer una serie de situaciones en las que los engaños, las infidelidades y toda suerte de problemas unen y desunen a las parejas. El novel director Peter Billingsley se suma a ellos con una historia que enfoca su mirada en cuatro parejas que para romper con su diaria rutina deciden pasar unos días en una paradisíaca isla. El centro del relato son Jason y Cynthia, quienes tras ocho años de un matrimonio aparentemente feliz deciden divorciarse. Sus amigos, para tratar de impedirlo, contratan los servicios de una empresa de viajes que organiza viajes a una hermosa isla, que promete inolvidables. Cuando las cuatro parejas llegan al lugar, quedan deslumbradas por la belleza de ese sitio, pero no tardan en descubrir que la participación en la terapia de parejas no es opcional, que unas severas reglas imponen horarios a todos quienes habitan el suntuoso hotel y que una especie de gurú dicta severas clases acerca del comportamiento colectivo. De aquí en más, la trama recorre los caminos más trillados del género. Los maridos desean divertirse, a pesar de algunas restricciones que les imponen los propietarios del hotel, en tanto que las mujeres tratarán, por su parte, de convertirse en pícaras conquistadoras de todo galán que se les ponga a tiro. El guión ofrece poco o nada de gracia, en tanto que una ruidosa música y una fotografía por demás presuntuosa procuran elevar este divertimento que pocas veces logra entretener. El elenco se pliega sin concesiones a estas travesuras de las cuatro parejas, en tanto que Jean Reno compone con caricaturescas pinceladas a ese gurú que impone su palabra a los asombrados turistas.
Aventuras de varios emplumados Plumíferos, aventuras voladoras, una incursión argentina en la animación digital Por primera vez la cinematografía nacional incursiona con este film en la animación digital, y lo hace a través de una divertida y cálida historia protagonizada por un grupo de plumíferos que habitan una gran ciudad. El personaje central es Juan, un simple gorrión callejero con enormes habilidades para volar, de lo que hace gran alarde, y con un sueño inalcanzable: ser un pájaro exótico. Feifi, por su parte, es un canario hembra que vive en cautiverio y anhela ser libre para poder disfrutar de la vida silvestre. Su dueño, el señor Puertas, es un obsesivo magnate de la industria del software que, junto con sus dos forzudos guardaespaldas, no tolera que su trabajo se salga de control aunque, paradójicamente, es un error en su sistema lo que permite que Feifi escape y, en libertad, comparta con Juan y sus amigos -el murciélago hembra Clarita, el colibrí Pipo y la gorda paloma Libia- alegres aventuras, y también peligros, en la ciudad. Un gato torpe es el principal enemigo de Juan y cuando éste queda atrapado en un galpón será su habilidad la que le permitirá escapar de las garras gatunas. También este gorrión es ambicioso, ya que desea ganar una carrera con sus pares y, además, un inoportuno teñido de pintura lo convierte en un pájaro muy distinto de los demás. Feifi, algo perdida tras su libertad, se encuentra con Juan y aquí comenzará un romance que deberá atravesar numerosas dificultades. El director Daniel De Felippo, con la codirección de Gustavo Gianinni, lograron un film que cautiva por sus impecables dibujos, por la gracia de sus personajes y por una banda musical de alegre ritmo, a lo que deben sumarse las voces de los actores (Mariano Martínez, Luisana Lopilato, Carla Peterson y Mike Amigorena, entre otros) que lograron dar vida a ese grupo de plumíferos deseosos de lograr la felicidad y el placer.
Una historia de mujeres, amistad y desencuentro La amistad entre Nour, musulmana, y Myriam, judía, nació cuando eran niñas y ahora, ya adultas, siguen cultivando ese lazo afectivo. Estamos en 1942 y ellas viven en Túnez, en un modesto edificio de una zona en la que judíos y musulmanes conviven en paz. Sin embargo, la envidia se hace sentir, ya que Nour no puede asistir a la escuela como su amiga, y ésta sueña con un amor imposible. Pero cuando el ejército alemán entra en Túnez se producirá entre ambas un sordo enfrentamiento. Consecuentes con la política de Vichy, los nazis obligan a los judíos a pagar enormes impuestos y la madre de Myriam, acosada por las deudas, impone a su hija un casamiento no deseado. Nour, entre tanto, queda encerrada en sus sueños y sus fantasías y crece la envidia mutua; mientras que Nour se compromete con su verdadero amor, Myriam sueña con hallarlo. Así la historia se convierte en una dramática, poderosa e íntima interpretación de esas dos jóvenes mujeres en una parte del mundo donde los papeles femeninos son aún casi siempre secundarios. Pero más que una simple mirada a la sexualidad femenina, el relato desarrolla cómo el destino a menudo rompe con las obligaciones más fuertes y esenciales. La directora Karin Albou establece una voz nueva y original y entre sus preocupaciones incluye la sexualidad femenina y la religión y cultura árabe y judía. La sutil narrativa de la realizadora dibuja contradicciones en todos sus personajes y, con pinceladas a veces poéticas y otras despiadadas, lleva a sus criaturas por esos caminos en los que la amistad es, en definitiva, mucho más poderosa que el terror y que la guerra. Lizzie Brocheré y Olympe Borval lograron dar notable autenticidad a sus papeles protagónicos.
Un camino al corazón de la música colombiana Sensible retrato de Ciro Guerra del ser de su país A lomo de burro y en completa soledad, Ignacio Carrillo recorre caminos que parecen no tener fin, se detiene brevemente en algún pueblo perdido y prosigue su derrotero. Su tesoro más preciado es un acordeón que, tiempo atrás, un viejo maestro le enseñó a tocar. Ya cansado de fatigar tantos kilómetros, toma la decisión de hacer un último viaje a través del norte colombiano para devolverle el instrumento a aquel músico con el que aprendió los temas más entrañables de su tierra. Por casualidad Ignacio conoce a Fermín, un joven cuya ilusión mayor es seguir sus pasos en el camino de la música. Juntos vivirán una serie de aventuras y desventuras hasta llegar al destino final. El director Ciro Guerra, autor, además, del guión, intentó con su historia relatar un viaje hacia el espíritu, hacia aquello que unió las raíces blancas, negras y nativas de su país en algo tan único como la música que surgió de ese conglomerado de razas. Así, y sobre la base de este relato que se apoya en la poética y en el folklore de Colombia, Ignacio y Fermín se convierten en vagabundos de algo que necesitan pero que desconocen. El film logra este propósito, a pesar de la monotonía que impera a cada paso y de una historia que se alarga innecesariamente. Con el sabor de Colombia a cada paso, Los viajes del viento es uno de esos films para comprenderlos a través del corazón y de la sensibilidad de los espectadores. Los trabajos de Marciano Martínez y de Yull Núñez apuntalan este relato que habla de lo más recóndito del alma humana y de la necesidad de compañía en los momentos más tristes de la soledad.
Relato familiar que también es espejo social Andrés, un niño de 8 años, pierde a su madre en un accidente y su vida sufrirá un rudo golpe de alcances que ni él mismo puede anticipar. El escenario es la ciudad de Santa Fe, hacia fines de la década del setenta, en un barrio en el que todo es amable y apacible aunque sólo en la superficie, ya que todos conocen que allí, junto al baldío en el que los pequeños juegan al fútbol, funciona un centro de detención clandestino. Frente a la tragedia de haber perdido a su madre, Andrés se verá forzado a vivir, junto a su irascible padre y a su hermano mayor, en la casa de su abuela Olga, figura protectora y matriarcal que se jacta de saberlo todo de sus familiares y vecinos. Sin embargo, nunca descubrió la otra existencia que llevaba su nuera, activa militante de un grupo extremista. El novel director Daniel Bustamante logró un relato de hondo significado dramático a través del pequeño protagonista -un excelente trabajo de Conrado Valenzuela- que poco a poco comprobará que la dureza de su abuela es, también, la dureza que se vive en ese país del terror y las persecuciones. El relato se convierte así en una alegoría de aquellos años de horror imbricados, aquí, en esa familia para quien, también, la fuerza será el eje de sus vidas. Norma Aleandro vuelve aquí a demostrar su gran talento interpretativo al ponerse en la piel de Olga, en tanto que Fabio Aste, como el padre, y el resto del elenco logran apuntalar el relato al que una impecable fotografía y una música de logrados tonos suman puntos.