Una comedia fantástica y tanguera Fantasma de Buenos Aires es el sexto largometraje producido por la Universidad del Cine, que así da oportunidad a los alumnos egresados de realizar films comerciales. En este nuevo relato lo fantástico se une con toques de comedia teniendo como protagonista a Tomás, un joven que participa en una sesión de espiritismo en la que descubre una sombra que se manifiesta como un malevo que canta tangos. Sólo el muchacho marcado por la muerte de su madre cuando era niño se interesará por este fenómeno y hará lo posible para volver a conectarse con ese espíritu. El fantasma -el malevo Canaveri en los albores del siglo pasado era temido por su ferocidad y su valentía- le contará a Tomás todo lo que hay después de la muerte y éste lo dejará vivir un día entero dentro de su cuerpo. Sobre la base de este pacto Canaveri recorre Buenos Aires y se enfrenta constantemente con cosas que no comprende, ya que la ciudad ha crecido mucho. En este camino no faltan ni el romance ni la calidez de la amistad que los irá uniendo. El director Guillermo Grillo logró imponer una gran solidez a este relato (ganó una mención en el concurso de guiones de LA NACION) que, sin pretensión alguna, se encaminó por las sendas más entretenidas en busca de una aventura al estilo "tango reo". Estanislao Silveyra y Iván Espeche lograron dar vida a la pareja central del relato, en tanto que el resto del elenco, a lo que se suman una muy buena fotografía y una música exacta para cada situación, apuntalan esta nueva propuesta que brinda la Universidad del Cine en su ya larga y meritoria trayectoria.
Dos almas unidas en la sordidez El director Santiago Loza, que ya había rodado Extraño en 2001 y Cuatro mujeres descalzas en 2005, vuelve aquí a esa temática en la que sus personajes transitan insondables caminos que siempre los conducirán a la autodestrucción. Aquí Mateo, un joven homosexual a punto de recibirse de médico, conoce casualmente a María, una prostituta con la que emprende una especie de viaje a ninguna parte. Ambos son casi autistas en ese camino que recorren a través de esa extraña relación en la que cada uno de ellos manifiesta sus angustias y la necesidad de comprensión. La historia -si historia puede llamarse a la unión de esa pareja casi muda- pretende desentrañar los vericuetos de esos dos seres taciturnos anclados en sus pobres existencias. El realizador los conduce por lugares remotos en los que los sonidos son mínimos, los gestos casi invisibles y los lugares en que recalan apenas simples escenografías de su largo trajinar. Sin duda, Loza se propuso pintar una unión inesperada que surge de ese encuentro, pero su guión adolece de una total monotonía, de secuencias repetidas hasta el cansancio y de escenas de alto voltaje sexual. El film va decayendo en el intento de su director, que apostó a un entramado que sus protagonistas recorren con una casi intolerable quietud sólo rota por las ansias sexuales de María y por el funcionamiento orgánico de los seres vivos que atrapan a Mateo. Es bastante dificultoso para el espectador seguir con atención este relato que pretende mostrar a dos almas que se unen en la desgracia y en la sordidez. Sólo los buenos trabajos de Umbra Colombo y de Diego Benedetto y los rubros técnicos aportan cierto interés a esta realización que, sin duda, cae en ese tipo de cine argentino en el que hay que adivinar lo que muestra la pantalla.
Documental sobre el peronismo Dentro de la serie Vidas argentinas , que desde el Centro Cultural Caras y Caretas dirigen María Seoane y Víctor Santa María, surgieron varios documentales sobre personajes de nuestra historia. Ahora, con Alicia y John. El peronismo olvidado , fijaron su atención en John William Cooke y en Alicia Eguren y le encomendaron la tarea al director Carlos Castro. No mucho es lo que la mayoría de la gente conoce acerca de esta pareja, que tuvo una enorme gravitación en los momentos más importantes de la existencia de Perón tanto en el poder como en el exilio. Cooke, descendiente de una familia radical, se recibió de abogado y luego del intento del golpe de Estado de junio de 1955 Perón lo designó interventor de su partido. Fue detenido, logró fugarse de la cárcel, se exilió en Chile, retornó al país en 1958 y se convirtió en uno de los primeros peronistas en apoyar la Revolución Cubana. Alicia Eguren, por su parte, fue su pareja durante muchos años para luego casarse y ambos se unieron a las guerrillas de Fidel Castro y del Che Guevara. El documental se matiza con escenas ficticias animadas por Carlos Portaluppi y Ana Celentano, además del testimonio de amigos, periodistas, escritores y políticos, escenas de noticieros y diarios de la época. Los responsables del film no tuvieron necesidad de embanderarse políticamente, sino que inteligentemente se limitaron a mostrar las existencias de esos protagonistas que marcaron un signo vital en los momentos más álgidos de la existencia peronista.
Sangre y misterio en la inmensidad antártica El film usa el escenario blanco para el suspenso. El manto blanco y desolado de la superficie antártica puede esconder algún misterioso secreto entre el viento implacable y las pocas personas que la habitan. Esto lo sabrá muy pronto Carrie, una detective norteamericana quien tras dos años de vivir en una base de su país instalada en el Polo Sur está ansiosa, como todos sus compañeros, de retornar a su hogar. Tras presentar su renuncia, cuenta impaciente las horas y los minutos hasta la llegada del avión que la trasladará de vuelta a su país, pero tres días antes de su partida hallará el cuerpo de un hombre enterrado en el hielo. Las preguntas no tardan en surgir. ¿Cómo llegó ese cuerpo a tan inhóspito lugar? ¿Por qué presenta señales de haber sido asesinado? Ya decidida a quedarse, Carrie comenzará indagar las causas de la muerte de esa persona anónima. Pero las muertes aumentan y el misterio se profundiza. Carrie comienza a sospechar de quienes la rodean y deberá apurar su investigación antes de que la Antártida quede sumida durante seis meses en una profunda oscuridad. El director Dominic Sena, basado en un guión al que no le falta ni la necesaria tensión ni el permanente dramatismo, logró un film que, dentro del muy transitado camino del thriller, entretiene y, sin duda, acaparará el interés de los espectadores sobre la base de esa historia sustentada por logrados efectos visuales. No falta tampoco en el film ese suspenso que aumenta rápidamente a través de el ingenio de la protagonista para descubrir al asesino que, como en toda trama de misterio, es quien menos se piensa. Los correctos trabajos de un elenco encabezado por Kate Beckinsale apuntalan el relato; una impecable fotografía y una música de nervioso ritmo son otros puntos a favor de esta aventura que, permanentemente, tiene como escenario las blancas planicies del continente antártico, aquí reproducido con indudable maestría.
El amor que llega a destiempo María es una argentina que, como tantos, buscó refugio en Barcelona para tratar de cambiar su existencia. Pero su carácter taciturno y reservado le impide concretar sus aspiraciones de hallar la verdadera felicidad. Al enterarse de la muerte de su abuelo, último sobreviviente de la familia, María decide regresar y aquí se entera de que le había dejado como herencia una casona en un pequeño pueblo del interior. Luego de un viaje interminable, ella llega al campo habitado sólo por el viento persistente y las nubes de polvo que aumentan la soledad del lugar. Sin embargo, ese contacto con la naturaleza hace que María comience a sentirse atraída por esa inmensa llanura y por los recuerdos que su abuelo esparció por toda la casa. El encuentro con Juan, un hombre que está al frente de una estancia y que, como ella, necesita de cariño y comprensión, transforma el carácter de María. Halló, por fin, un alma gemela que pronto le entregará su amor. El director Fernando Díaz, que había debutado en el largometraje en 1998 con Plaza de almas , aporta a su historia la necesaria ternura para que lo que cuenta en su propio guión contenga esos elementos que radiografían a la protagonista, personaje al que María Laura Cali supo expresar más con breves gestos que con palabras. No menos acertada es la labor de Arnaldo André como ese estanciero que descubre el amor. Una excelente fotografía y una adecuada banda musical colaboran para que este film, pese a cierta morosidad, se convierta en una buena historia.
Sangre y horror en otra entrega de la saga Desde hace cinco años, y con gran puntualidad, llega a las pantallas la terrorífica historia de Jigsaw, ese sádico individuo que atormenta a sus víctimas con macabros juegos. Esta sexta parte de la saga no difiere demasiado de las anteriores, aunque aquí el agente especial Strahm, ya muerto, es reemplazado por el detective Hoffman, que planifica una serie de escalofriantes asesinatos manejados desde las sombras por aquel hombre enfermo que desea vengarse de quienes lo obligaron a esconder su tétrica personalidad. Desde la primera secuencia, la trama se basa en la sucesión de horripilantes torturas que sufre ese grupo de personas presas en una jaula y vigiladas por quien organizó una muy complicada serie de monstruosos castigos. Poco o nada es lo que el argumento ofrece como atractiva narración, ya que lo que les importó aquí al director Kevin Grentert y a los guionistas es mostrar sin tapujos los más cruentos instantes en que cada una de las víctimas es asesinada sin piedad en medio de gritos de espanto y ojos desorbitados. Sin duda la historia ya no daba para más y por ello los responsables del film se concentraron en hacer un muestrario de brazos partidos, cuerpos despedazados y cabezas que ruedan sin cesar. Los seguidores de este cine "gore" estarán en su elemento frente a tantos litros de sangre, pero este nuevo juego del miedo no añade nada original a esa sádica temática.