Meses atrás viajé a Nueva York. Fui al Guggenheim, ese museo redondo por el que corre Will Smith en Men in Black. En la tienda de regalos, había una bufanda que debí haber comprado que decía: "ARTE MODERNO = YO PODRÍA HABERLO HECHO + SÍ, PERO NO LO HICISTE". Muchas personas dicen que "el arte moderno apesta", que no significa nada, que está sobrevalorado. A veces agregan cosas como "arte es otra cosa, arte son los videojuegos", o "arte es Salta la Banca". Pero ese es el tema con el arte moderno: está condenado, por sus propias características intrínsecas, a ser malinterpretado, ignorado y detestado. La gran mayoría de los artistas (en especial los mejores) no piensan su obra exclusivamente para el público reducido de la escena, sino que buscan crear piezas que sean accesibles hasta para el más ignorante. El famoso estereotipo de artista describe a un sujeto de treinta-cuarenta años, de barbita cuidada y con el mentón cortando el viento, que defenestra los medios populares como el cine, la televisión y los videojuegos por ser "escapistas". Sucede que el arte anterior al Siglo XX, si bien era bellísimo, también era "escapista". Cuando el nacimiento de los formatos audiovisuales permitió al arte desligarse de su compromiso con la realidad (un compromiso que existía más que nada por razones financieras), los artistas obtuvieron sin previo aviso la libertad para ahondar en los más profundos sentimientos del ser humano. Y eso a la gente no le gustó; el estereotipo de "artista" en realidad dice más de nosotros que de ellos. Pero esa libertad no fue exclusiva de los artistas: los comerciantes de arte usaron esas obras que nadie entendía para especular financieramente y decorar el super-capitalismo del Siglo XX. Que a vos una pintura de Picasso te parezca una mierda está perfecto, pero no cambia que esa misma pintura valga millones. La (hmmm) grieta entre el arte moderno y el público masivo es más una consecuencia de la división de clases que de la obra de los artistas. Todos culpan al arte, cuando el arte es hijx de la sociedad. Se podría decir que The Square habla sobre eso. También se podría decir que no habla sobre nada en particular, lo cual es más acertado. Y es imprescindible decir que esta es de esas películas que causarán reacciones diferentes en cada espectador. Christian (Claes Bang), protagonista del film, es el curador de un museo de arte contemporáneo en Estocolmo. Cuando le preguntan qué es lo más difícil de su trabajo, Christian contesta: "el dinero". No es una mala respuesta, pero la dice con algo de vergüenza, como si le pegara más profundo. Parece que algo carcome a Christian pero nunca sabemos exactamente qué. Quizás odia su trabajo, quizás no entiende las obras que exhibe, quizás le incomoda no usar su "posición de poder" (como él la llama) para ayudar a otros. Así es, chabón: The Square es una película que exige una interpretación personal. Es un mérito del director y escritor Ruben Östlund que The Square logra crear un espacio cómodo para pensar. Ningún tema recibe más atención que otro. Hay viñetas que hablan de las redes sociales, la maldición del "políticamente correcto", el relación del arte y la publicidad, y hasta el choque generacional. El director es ayudado por la actuación de Bang, que causa empatía sin revelar nada, y por las apariciones de Elisabeth Moss (The Handmaid's Tale, Mad Men) y de Terry Notary, quien protagoniza la mejor escena del filme, la que por sí sola justifica que haya ganado la Palma de Oro en Cannes. Las cosas que puse al principio de esta review (porque esto sigue siendo una review, eh) fueron cosas que pensé después de la función privada. Pero no me surgieron por ver The Square, sino más bien porque eso es lo que pienso sobre todo el tema del arte contemporáneo. Y eso es lo que cuenta. No hay mucho más que decir: esta es una película para pensar, así que a muchos los va a dejar gusto a poco. Lo que importa es lo que uno saque de sí mismo para llenar los huecos. OK, you got me: soy un apologista del arte moderno. Pero el diletante en mí (esa es la palabra para los que aman el arte, ¿no?) no amó The Square, porque no habla sobre el arte en sí. El arte es un reflejo de la sociedad, y la película de Östlund es un reflejo de la sociedad que cree verse reflejada en el arte y sonríe y después mira para otro lado. Por suerte, sus dos horas y media de duración son increíblemente llevaderas. VEREDICTO: 8 - ME GUUUSTA EL ARRRTE El director de Force Majeure crea con The Square una sátira sobre el extraño mundo del arte moderno y sobre un hombre que se encuentra perdido en el medio. Si no es la película mejor "pensada" del año, tal vez sea la que más te haga pensar: es imposible mirarla sin reaccionar de alguna manera visceral.
Andy Serkis se pone un traje y es capaz de cualquier cosa. Puede convertirse en un monstruo obsesionado con una mágica sortija, de espalda encorvada y piel extremadamente pálida. Puede convertirse en un simio que lidera una insurrección de primates. Puede convertirse en otro simio, más grande y menos elocuente, que escala edificios y se levanta rubias. Ahora, Serkis enfrenta su mayor desafío: convertirse en un director de cine. "No es tan difícil", dirán ustedes. "Si Ben Affleck puede hacerlo, cualquiera puede". Pero les recuerdo esto: no hay traje de captura de movimiento que pueda convertirte en un gran cineasta. Todo parece indicar, sin embargo, que Serkis era la persona indicada para dirigir Una Razón Para Vivir (título original: Breathe) porque, después de todo, habría que preguntarse: ¿quién más podía enseñarle a Andrew Garfield a hablar como Gollum mejor que el mismísimo Gollum? Garfield interpreta a Robin Cavendish, un joven inglés quien, poco después de casarse y de enterarse que iba a tener un hijo, contrae polio y queda paralizado del cuello para abajo. Incapaz de respirar sin la ayuda de una máquina, Cavendish le pide a su esposa Diana, interpretada por Claire Foy, que lo deje morir y rehaga su vida. Ella le dice de manera muy británica que se deje de joder, y la pareja se dedica a crear mejores condiciones de vida para la gente discapacitada. Al principio parece que va a ser Diana quien lleve la batuta en el filme, pero inevitablemente es el personaje de Garfield el que domina el drama. Y no podía ser de otro modo. Una Razón Para Vivir se salva de caer en los pozos de cursilería hacia los que parecía estar cayendo en picada desde el minuto cero, no tanto por el esfuerzo respetable de sus creadores, sino más bien por el esfuerzo sobrehumano de Cavendish. Su historia realmente es de no creer. Y Serkis, Garfield y Foy le sacan todo el jugo que pueden para crear un melodrama que golpea, pero que no ofrece mucho más que eso. El año pasado, Garfield fue nominado al Oscar por Hacksaw Ridge mientras que Foy recibió un Globo de Oro por la excelente serie de Netflix, The Crown. Seguramente esto no vaya a repetirse con sus actuaciones aquí; si bien son respetables, tampoco logran destacarse de cualquier otra actuación de "Inválido con Historia Inspiradora" y "Esposa de Inválido con Historia Inspiradora". Ni el guión va más allá de lo que se espera en una biopic para llorar. Un dato interesante: el productor de esta película es Jonathan Cavendish, hijo de Robin y Diana Cavendish. Según un título antes de los créditos, él hizo esta película para celebrar la vida, los logros y el amor de sus padres. No hay ninguna vergüenza en ser honesto sobre eso: Una Razón Para Vivir no es una gran película ni de cerca, pero la dedicación de sus creadores hace que su mensaje llegue a nuestros ojos y a nuestros corazones ❤ ❤ ❤ VEREDICTO: 6 - TRAJE DE CAPTURA DE SENTIMIENTO Mi mamá se duerme en el sillón mirando mejores películas que esta, pero eso no quiere decir que Una Razón para Vivir no se disfrutable y, por momentos, sumamente emotiva. Para quienes busquen una para moquear mucho sin pensar demasiado, ésta sin duda alguna será su mejor opción.
Recuerdo cuando incursioné en la compra de cómics en inglés, allá a mediados de los '90. Me animé a abandonar la zona de confort linguístico que me brindaban editoriales como Norma y Perfil y, maravillado por los dibujos de un joven de nombre Joe Madureira en Uncanny X-Men (y por los ingenuos beneficios de la convertibilidad), arranqué con mi colección de Marvel. Rápidamente se sumaría Spider-Man, más de los X-Men y, casi sin darme cuenta, ya estaba metido de cabeza en mi primer crossover anual comprando números de personajes que jamás había leído. Ahí fue cuando compré mi primer cómic posta de Thor. Por supuesto que lo conocía a grandes rasgos. Sabía bien quién era Thor, que su identidad secreta era un lisiado, que su hermano era Loki, que el padre de ambos era Odín, qué era Asgard, el Valhalla y blablabla. Y aunque siempre me interesó tangencialmente el personaje (los vikingos tienen ese no sé qué), lo cierto es que... siempre tuve miedo de comprar cómics de Thor. ¿Miedo a qué? A que ese inglés shakespeareano con el que se expresaban los protagonistas me resulte inabordable. Miedo a que el tono de las historias sea demasiado solemne. Miedo a que me resulte aburrido, en definitiva. Con el correr de los años, la editorial fue aflojando con esa solemnidad y, si leen cualquier cómic de Thor de la última década, notarán que es muchísimo más accesible de entrada que aquellos publicados 20 años atrás. Hago esta introducción porque, luego de ver Thor: Ragnarok, no puedo evitar sentir que el Dios del Trueno fue transitando el mismo camino en su traspaso a la pantalla grande. Su debut cinematográfico en 2011 estuvo cargado de majestuosidad asgardiana de manera inevitable (la dirigió Kenneth Branagh, el mismo tipo que dirigió Hamlet y Enrique V, por el amor de William), mientras que su secuela, esta vez a cargo de Alan Taylor (director de algunos de los mejores episodios de Game of Thrones), debería haber sido épica y resultó épicamente fallida. Quizás era momento de probar algo distinto, de darle una pequeña vuelta de tuerca al personaje. Y si hay que reconocerle algo a Marvel Studios es que en los últimos proyectos se la jugó bastante con la elección de sus directores, algunos de ellos casi provenientes del cine de culto/under: James Gunn con ambas Guardians of the Galaxy, Jon Watts con Spider-Man: Homecoming, y ahora el neozelandés Taika Waititi con Thor: Ragnarok. ¡Breve sinopsis no-spoilera antes de continuar! Al comenzar el film, nos enteramos de las andanzas de Thor post-Age of Ultron (recuerden que no lo vemos desde entonces), viajando por el cosmos en busca de las Gemas del Infinito y tratando de averiguar algo sobre sus visiones recurrentes del Ragnarok, alias el fin del mundo y de los dioses en la mitología nórdica. Pero como en toda buena familia de dioses que se precie de tal, surgen viejos secretos ocultos y traiciones, y en menos de lo que cae un rayo Thor es transportado a Sakaar, un planeta en la otra punta de la galaxia, gobernado por el suntuoso Grandmaster, y donde la principal atracción de su pueblo son los juegos gladiatorios. Allí se reencontrará con Loki y Hulk, hará nuevas amistades en Valkyrie y Korg, y... bueno, no cuento más. Porque, a pesar de que la gran mayoría sentimos que "los trailers contaron toda la trama" (algo que lamentablemente viene pasando cada vez más seguido con los grandes estrenos), déjenme asegurarles que NO es el caso. De manera astuta, la gente de Marvel se guardó más de un as bajo la manga, incluso retocando digitalmente los adelantos vistos previamente, gracias a lo cual nos sorprendemos con algunos sucesos en el tercer acto del film. El director de Hunt for the Wilderpeople y What We Do in the Shadows (búsquenlas en Netflix, ambas están disponible hace unos meses) se deshace de toda esa pomposidad antes mencionada y acepta gustoso el delirio cósmico inherente a una película de superhéroes con dioses y monstruos verdes luchando en la arena de combate. ¿Qué sentido tiene hacerse los serios? Esta tercera entrega de Thor es el equivalente a cuando, ya transcurrida la boda en la iglesia, llegás al salón, te sacás el saco, te aflojás la corbata, y te sumás al trencito del carnaval carioca. Por supuesto, nada de esto sería posible sin un actor protagonista que logre llevar adelante esa cuota de humor con un guiño de ojo cómplice, y acá se confirma lo que vengo diciendo hace años: Chris Hemsworth tiene un gran, gran timing para la comedia. Entre Waititi y Hemsworth logran encontrar el punto exacto que mejor le sienta al personaje, justo en la intersección entre Tony Stark y Steve Rogers. Por el lado del elenco, el rubio fanático de Del Potro es acompañado nuevamente por Tom Hiddleston, cuyo Loki ya prácticamente se maneja solo sin inconvenientes (aunque quizás en esta ocasión resulta ser el remate de las bromas demasiadas veces), y por el siempre enorme Anthony Hopkins, un tipo que puede estar cinco minutos en pantalla y te eleva esa escena a un nivel completamente distinto. Pero lo mejor del cast son las incorporaciones: Tessa Thompson (Westworld, Creed) se destaca como Valkyrie, una de las míticas guerreras asgardianas, ahora auto-exiliada en Sakaar y bastante reticente de volver a involucrarse en los asuntos de su tierra natal; decidida, firme, y bastante ebria, es una muy interesante adición al MCU, ya veremos cómo se lleva con el resto de las chicas. El otro destacado es por supuesto Jeff Goldblum (Jurassic Park, Independence Day) como el Grandmaster, soberano de Sakaar, en su mejor interpretación de Jeff Golblum desde la última vez que hizo de Jeff Goldblum. Nobleza obliga, debemos mencionar al renovado Hulk: ahora semi-inteligente y con una personalidad similar a la de un niño, esta carismática versión del personaje es, por lejos, la mejor vista hasta ahora en pantalla. Y cuando Hulk pasa de vuelta a ser simplemente Bruce Banner, Mark Ruffalo se complementa a la perfección con Hemsworth, logrando una genial dupla que por momentos roza la de alguna buddy cop movie ochentosa. De la otra vereda, nos encontramos con una Cate Blanchett que luce perfecta como Hela (el diseño de vestuario es impecable). La actriz se mueve y habla con mucho porte, mucha presencia escénica, pero... no tiene demasiado para decir, resultando ser otra víctima más del ya clásico "Trastorno del Villano de Cómic Poco Desarrollado". Hela es malvada porque... porque sí, porque tiene que serlo, porque siente que es quien debe ocupar el trono de Odín y no mucho más, francamente. Lo cual es una verdadera lástima, no solo porque Blanchett es sin dudas una de las mejores actrices caminando por este planeta, sino también porque es la primera villana del Universo Cinematográfico Marvel. Oh, bueno. ¿Qué se le va a hacer? ¡Tarea pendiente para la próxima, muchachos! Visualmente la película se ve MUY bien, especialmente todo lo referente a Sakaar. Allí la paleta de colores y la fotografía dan un giro de 180º a todo lo visto en los films anteriores, con diseños que son un calco de toda la movida galáctica de Jack Kirby, el genio del lápiz que co-creó casi todo el Universo Marvel junto a Stan Lee hace más de cinco décadas: los escenarios, las armaduras de los soldados, el diseño de las armas y las naves... todo es 100% Kirby. ¡Bien ahí, Marvel! ¿Cuál es el problema con Thor: Ragnarok entonces? Por todo lo que hablé hasta ahora, este aire renovado parece funcionar de maravillas, ¿cierto? SÍ... y NO. Para empezar, el humor es casi constante. Con algunos gags me reí a carcajadas, mientras que con otros sinceramente no entendía de qué cazzo se reía uno que estaba sentado a mitad de la sala y se estallaba con todos y cada uno de los chistes (la próxima privada de prensa, amordácenlo por favor). Y algunos de los gags son infantiles y hasta predecibles; hay uno en particular que está a un pasito de Los Tres Chiflados, sólo le faltaba el piquete de ojos. Si bien no tengo tanto problema con esto, entiendo por qué a algunos les choca bastante y les resta más de los que les suma. Aún así, el principal inconviente es que se nota demasiado el cambio de tono, la irregularidad de la trama. La división tiene una precisión casi de relojería: primer acto en Asgard, con cierto tono serio y por breves instantes dramático (o eso intenta); segundo acto en Sakaar, donde los chistes se multiplican y la acción se incrementa; tercer acto, los guonistas se acuerdan de Asgard y volvemos todos allá a regañadientes. Es tan acentuada la distinción que no solo se produce en el tono y en la estética, sino también en el campo sonoro: en Asgard, la música es la clásica banda sonora orquestada y operática, mientras que en Sakaar abundan los sintetizadores a lo Tron Legacy ¡y hasta hay una fiesta con DJ! Gracias a Dios tenemos "Inmigrant Song". En lo personal, aplaudo la decisión de probar diferentes directores, diferentes tonos, diferentes narrativas y personajes. Porque es exactamente lo mismo que ocurre en los cómics que tanto defendemos, a veces de manera caprichosa y sin mucho sentido. Piensen que si nos quedáramos con los orígenes históricos de cada superhéroe, no existirían historias como Año Uno y después no harían cuatro cuadras de cola para escucharlo a Frank Miller en Rosario. Sin embargo, en el caso puntual de Thor: Ragnarok, este ida y vuelta no deja de ser algo brusco. Por un lado, se agradece la intención de los realizadores de hacer algo distinto con los personajes. Pero por el otro, llega un momento donde nos sentimos iluminados y llegamos a la tan temida conclusión: nos enchufaron un "Planet Hulk" con sintetizadores en medio de una historia sobre el fin del mundo. VEREDICTO: 7.5 - PLANETA THOR Si te gustan los Guardianes de la Galaxia, ni lo dudes, porque Thor: Ragnarok te va a encantar. Claramente Marvel supo reconocer que James Gunn creó algo distinto, con enorme aceptación del público y la crítica, así que decidió orientar la antena para ese lado acá también. Parte de la audiencia lectora de cómics viene algo disgustada con este nuevo tono del estudio, algo más humorístico y colorido y cuasi-pop, por lo que asumo que verlo a Hulk jugando con una pelota sólo va a echar más leña al fuego
En 1999, Saving Private Ryan, la película de Steven Spielberg que redefinió el género bélico por completo, perdió el Oscar a Mejor Película contra Shakespeare in Love, una comedia romántica que no es mala pero tampoco redefinió el género por completo. Recordemos que Ryan no era la única película sobre la Segunda Guerra Mundial nominada en ese año; la otra era The Thin Red Line, del misterioso auteur Terrence Malick. Los dos filmes no podrían ser más diferentes: mientras que Spielberg buscó un realismo brutal para contar su cruenta historia de hombres que cumplen una misión, la de Malick (su primer trabajo en veinte años) era mucho más poética y filosófica, con personajes que buscaban el significado de todo en medio de bellísimas escenas de batalla. Mi teoría es que ambas se cancelaron entre sí en la carrera por el premio mayor, aunque Spielberg logró alzarse con una merecida estatuilla a Mejor Director. Todas las películas bélicas, y en especial todas aquellas situadas durante la Segunda Guerra Mundial, se han visto influenciadas por Rescatando al Soldado Ryan. Casi nadie copia La Delgada Línea Roja porque nadie puede copiar la sensibilidad de un intelectual metafísico como Malick. Sin embargo, creo que podemos acordar que Christopher Nolan es el director mainstream que más se le acerca. En su nueva película, Dunkerque (o Dunkirk, tal cual su título original), Nolan toma muchas de las ideas de Malick en su propio film sobre el histórico conflicto bélico. Pero a diferencia de Malick, y a pesar de las imágenes francamente hermosas del film, Nolan nunca olvida la verdadera cara de la guerra, el sufrimiento de los jóvenes soldados que estaban atrapados entre las despiadadas tropas nazis y el frío Canal de la Mancha. El pueblo francés de Dunkerque, donde transcurre la mayor parte del filme, está tan cerca del Reino Unido que los soldados casi pueden ver la costa. Todas las escenas de la película se enfocan en contar la historia de estos hombres y de los otros, algunos militares, otros civiles, que trataron de salvarlos de una muerte segura. En los últimos días, ha habido toda una polémica sobre las pocas copias subtítuladas que circulan por los cines argentinos. Les digo la verdad: no importa que la vean en su idioma original o doblado al español o al chino o al iraquí. Dunkirk es una experiencia no-verbal, con muy poco diálogo. Las credenciales de Nolan como director ya están más que comprobadas, pero éste representa su mejor trabajo como guionista: tres historias contadas de manera no lineal (una en la playa de Dunkerque, otra en un avión piloteado por Tom Hardy, y otra en un barco civil comandado por un excelente Mark Rylance) que comienzan en tiempos diferentes pero terminan encontrándose en un clímax que no podemos llamar clímax porque toda la fucking película es un clímax. Algunas cosas no tan buenas se pueden mencionar. Número uno: durante gran parte de la película, Nolan usa un efecto de sonido que causa ansiedad en el oyente. No niego que funciona, pero me parece que si ponés tensa a tu audiencia con un efecto comprobado en vez de usando imágenes, es un poco hacer trampa, ¿no? Número two: todos los soldados en Dunkirk (salvo uno negro, pero ese es francés) son blancos, a pesar de que también había tropas indias en Dunkerque. Número trois: me calienta que esta película vaya a arrebatarle el Oscar a la verdadera película del año, Logan. No estoy diciendo que no se lo merezca. O que no merezca todos los otros Oscars que seguramente va a ganar, como Banda Sonora (Hans Zimmer nunca ha estado mejor), Director (porque Nolan es el DiCaprio de los cineastas) y cualquier categoría técnica que se les ocurra. Si es posible, véanla en IMAX, que es lo más cercano que tenemos en este país a los gloriosos 70 mm. en que se filmó y se proyecta en algunos cines de Estados Unidos. Y empiecen a respetar a Harry Styles, eh, que actúa bastante bien y es además terrible cantante y re fachero. VEREDICTO: 9.5 - ¡ESTAMOS GANANDO! Dunkerque es una película sobre la Segunda Guerra Mundial escrita y dirigida por Christopher Nolan. Si no te gustaron ni Inception ni Memento ni Interstellar ni todas las de Batman, entonces esta es la que te convertirá en uno de nosotros (*te aceptamos, uno de nosotros, gobble gobble gobble gobble*).
Parece que Pixar quiere hacernos creer que Cars 2 nunca pasó. Los personajes presentados en esa película ni siquiera son mencionados en esta: tenemos que suponer que la espía británica que se puso de novia con Mate ya lo dejó por ser un pelotudo. Hablando de Mate, aparece muy, muy poco. Otra vez, el protagonista absoluto es "El Rayo" McQueen, que no es exactamente una mejoría. Recordemos que su personaje, desagradable desde el principio, fue la causa mayor por la que la primera Cars se convirtió en la oveja negra de la familia Pixar (hasta que llegó la secuela, claro está). En Cars 3 encontramos al mismo "Rayo" McQueen de siempre (nuevamente interpretado por Owen Wilson), solo que ahora tiene un problema con el que podemos simpatizar: se está quedando viejo. Ya sé, ya sé, right in the feels. En especial para nosotros, los chicos que nos volvimos locos con la primera y fuimos de los que más defenestraron la segunda. Es como Toy Story 3 otra vez, excepto porque Cars 3 no se le acerca en nada a esa película. Lo que sí logra Cars 3 es convertirse en la mejor película de la trilogía, por lejos. Muchos de los colegas de McQueen están siendo reemplazados por novatos que se entrenan con la más alta tecnología. Entre ellos, el villano de la película, Jackson Storm (interpretado por Armie Hammer), que se la tiene jurada al "Rayo" por... umm, porque es un forro, digamos. El caso es que McQueen se encuentra seriamente considerando el retiro. Para vencer a Storm (y demostrarse que aún tiene lo necesario), McQueen tendrá que entrenarse con Cruz Ramírez, una joven que soñaba con correr profesionalmente, y que le enseñará a McQueen un par de cosas que aún no sabe sobre sí mismo. Cruz Ramírez es por lejos el mejor personaje de la película. En la versión en idioma original, le pone su voz la comediante Cristela Alonzo, haciendo un trabajo espectacular. Casi deseo que hagan una Cars 4 que siga las próximas aventuras de Ramírez. Así es, casi deseo que hagan otra secuela de la saga de los autos que hablan. Tal vez el mayor triunfo de esta película sea que, finalmente, ha encontrado el balance correcto para que puedan disfrutarla tanto los adultos como los niños; un balance alcanzado raspando en la primera y completamente perdido en la segunda. Hay momentos muy graciosos, y también algunos momentos sentimentales bastante certeros, en especial aquellos sobre la relación de McQueen con su viejo mentor Doc Hudson (interpretado póstumamente por Paul Newman; fragmentos no usados de los diálogos que grabó para la primera película fueron utilizadas en esta). Sin embargo, es irremediable: por más merchandising que venda esta película, Cars siempre será una mancha para la reputación de Pixar. Cars 3 logra lo que logra más que nada porque es tan superior a la secuela anterior, y fácilmente la mejor secuela de Pixar (antes de las de Toy Story, obviamente). VEREDICTO: 7.0 - LA TERCERA ES LA VENCIDA Aunque se queda corta para alcanzar el Olimpo de la animación computarizada (casi completamente repleto de obras de Pixar), Cars 3 logra ser una sorpresa muy agradable y una opción más que adecuada para ir al cine con toda la familia. Como siempre, recomendada para fierreros y, en menor medida, para fans de la animación.
Trainspotting se estrenó allá por 1996, mismo año en que nací. Mi papá me cuenta la anécdota de haber ido a verla al cine con su tío; éste, que ya contaba con sus buenos 60 años, salió traumatizado de la sala. A mucha gente le pasó lo mismo. Creo que a mí también me pasó, pero en el buen sentido: Trainspotting es una de mis películas favoritas, y obviamente estaba muy emocionado de ver su secuela. No estaba esperando otra obra maestra como la original; como cualquier otro fanboy, simplemente quería volver a ver a la pandilla de los viejos tiempos. Ahora que lo pienso, en realidad sólo queríamos ver a Renton. No me malentiendan: Ewen Bremner, Jonny Lee Miller y Robert Carlyle son geniales, pero el personaje de Ewan McGregor fue el protagonista del filme por una razón. Esto es una diferencia importante con el libro de Irvine Welsh, que consiste de varios capítulos narrados por diferentes personajes, no exclusivamente Renton. Esta multiplicidad de protagonistas es la posta en T2: Trainspotting: ahora Spud, Sick-Boy y Begbie son tan protagonistas como Renton. Al comienzo de la historia, Renton lleva veinte años viviendo en Ámsterdam con el dinero que le robó a sus amigos al final de Trainspotting (¡spoiler alert!, pero... ¿qué hacen leyendo esta reseña si no la vieron?). Sin embargo, un ataque cardíaco le hace reconsiderar su vida y regresa a Edimburgo buscando el perdón de Spud y Sick-Boy. No así el de Begbie, no sólo porque nuestro escocés psicópata preferido nunca se lo daría, sino también porque está en prisión. O más bien, estaba, porque al principio de la película logra escaparse. Así comienza esta reunión accidentada (para ellos) y muy divertida (para nosotros los fans). Repito: muy divertida para los fans. Onda, nosotros somos los que tienen que verla; cualquier otra clase de espectador no entenderá los múltiples guiños a la película original ni les importará la continuación de la historia. Es más, ni siquiera hace falta que terminen de leer este artículo. Total, si ya tenemos el click, y muchas gracias. Ahora, a los fans quiero aclararles que hay una razón por la cual se llama T2: Trainspotting en vez del más adecuado y obvio Trainspotting 2. Esta película es un animal diferente, más reflexivo y lento, lo cual es completamente comprensible tratándose de chabones que tienen casi 50 años. Como ya dije, se enfoca en toda la pandilla y no sólo en Renton; por eso tampoco está el icónico voiceover. T2: Trainspotting nos da lo que queremos y nada más, un trabajo indulgente de parte de artistas legendarios que pueden permitírselo. Mucho mejor que El Padrino III o Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, pero no le llega ni a los talones a Toy Story 3. Me acuerdo de una de las mejores escenas del primer filme: "Al principio, lo tenés, y después lo perdés, y no lo recuperás nunca más", dice Sick-Boy. Renton le responde: "Entonces envejecemos y ya está, perdemos eso. ¿Esa es tu teoría?". "Sí", continúa Sick-Boy, "beautifully fucking illustrated", y le dispara a un perro. Todo parece indicar que el director Danny Boyle, el guionista John Hodge y el elenco lo perdieron hace años. Pero siguen aquí, son como nosotros. Y una celebración de defectos que no podemos remediar no le hace daño a nadie. ¿O sí? La verdad que no sé, estoy re duro. VEREDICTO: 8.0 - ELEGÍ VIVIR (YA DA IGUAL) T2: Trainspotting es una secuela formidable para una obra maestra icónica para toda una generación, aunque por sus propios méritos quizás se sienta como una experiencia superflua. Recomendada casi exclusivamente para fans: los demás vayan a ver la original, y esta vez traten de hacer que les guste.
Me pregunto cómo sería una remake de esta película. En Hollywood, por ejemplo. Seguro cambiarían todo el ritmo para crear un thriller convencional, lo cual automáticamente arruinaría la película porque la historia que cuenta no es un thriller. Más interesante aún sería una versión argentina, con una dupla de actores comercial y publicidades engañosas; sería un gran éxito. Pero no habría forma de que sea tan buena como The Salesman (título original del film), por dos razones: una, por el sutil manejo del director/escritor Asghar Farhadi, y otra, porque esta es una historia que drena gran parte de su fuerza de la cultura que enfoca. Es la cultura iraní, por si se lo preguntan. Es la cultura de una sociedad definida por la religión musulmana, en la que los hombres están obligados a ser buenos samaritanos y las mujeres están obligadas a usar hiyab todo el tiempo. Hay que decir que no es un mundo tan opresor como muchos de ustedes tal vez crean: más allá de las restricciones (la mayoría ni mencionadas en filmes, porque existe una censura), la gente de Irán no es ajena a la felicidad, que vence cualquier censura. Esta es la felicidad que ansían Emed y Rana, la pareja que protagoniza esta película. Actúan en una producción amateur de la obra de teatro "Muerte de un vendedor", haciendo de un matrimonio ya entrado en años y estresado, pero su realidad no podría ser más diferente. Sin embargo, después de que un desconocido golpea brutalmente a Rana, la búsqueda obsesiva de Emed por encontrar al atacante termina empujándolos al borde, y la paz entre los dos se resquebrajará. Aunque suene como uno, les repito que El Viajante no es un thriller ni trata de serlo. Es un drama impecablemente escrito y diestramente dirigido, que nunca se distrae buscando un efecto poco realista pero quizás agradable a corto plazo. Eso es lo que haría una película estadounidense. Se vuelve imprescindible destacar las actuaciones excepcionales de Shahab Hosseini (quien ganó el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes por su intensa interpretación de Emed) y de Taraneh Aradoosti (quien, como la esposa traumada por el ataque, brinda una de las actuaciones del año). El Viajante también ganó en Cannes el premio a Mejor Guión, y recientemente recibió el Oscar a Mejor Película Extranjera (por encima de la favorita, Toni Erdmann). Lamentablemente, debido a un decreto del Presidente de los Estados Unidos Biff Tannen, se ha prohibido la entrada al país de cualquier persona de origen musulmán. Así que el brillante director y el extraordinario elenco de esta maravillosa película no pudieron asistir a su noche de gloria. Qué mundo de mierda, ¿no? VEREDICTO: 9.0 - BRINDEMOS (PERO SIN ALCOHOL) El Viajante es un drama estupendo, realista en todo momento e intenso por naturaleza en los mejores momentos, con un gran trabajo actoral y de realización. Si quieren una buena dosis de cine internacional y al mismo tiempo meterle un dedito en el tuje al "Hitler bronceado", no hay mejor opción. Y lo de "sin alcohol" no es por ortiva; es porque los musulmanes no escabian.
Todos los años aparece una película que le da vida nueva al género western/noir. Digo western/noir porque un año parece que vuelve el western (y al final no), y un año parece que vuelve el noir (y al final no). Los géneros no mueren: es más, toda esa canción de "el fin del (introducir género histórico aquí)" sólo sirve para que vuelvan con toda la furia. Ahora bien, el caso de Sin Nada que Perder es interesante, porque es tanto una (buena) película de crimen, como un (buen) western. Chris Pine y Ben Foster son hermanos que quieren recuperar la granja de su madre. Para poder pagar la deuda al banco, deciden robar varias sucursales por todo Texas, efectivamente pagándole al banco con su propio dinero. El director David Mackenzie se encarga de mostrarnos una y otra vez carteles de "Se vende" y "Liquidación" para establecer la historia en medio de la crisis económica de la que varias zonas de los Estados Unidos aún no se han recuperado. Al final de la película hay un discurso que dice que "la pobreza es una enfermedad", y la clara influencia del western y el crime noir en las imágenes nos llevan a pensar que Sin Nada que Perder es una meditación sobre las relaciones entre la cultura americana y su actual estado económico. Este es un aspecto que merece más atención; pero por ahora, basta decir que, como heist film, nos da para que tengamos. El guión (uno de los nominados al Oscar) fue escrito por Taylor Sheridan, quien también escribió Sicario (el film anterior de Denis Villeneuve, ahora nominado por Arrival); su trabajo en esta oportunidad se destaca por no caer en los clichés usuales, o más bien, por manejarlos de forma que no parecen clichés. Pine y Foster hacen bien sus papeles, pero el que recibió una muy merecida nominación al Oscar fue Jeff Bridges: él también toma un personaje trillado (el policía a punto de jubilarse) y logra hacerlo nuevo ante nuestros ojos. La frase "Hell or high water" significa algo así como "Hacer lo que sea necesario, pase lo que pase": ésta ha sido una de las filosofías más influyentes en la cultura norteamericana. Por eso los espectadores no se enfadan mucho con los protagonistas de este filme, a pesar de que sean criminales violentos; simplemente, están haciendo lo que haría cualquier "hombre americano". El triunfo de Sin Nada que Perder radica en que sigue los clichés no porque no se le ocurra nada mejor, sino porque sabe hasta qué punto ellos cumplen con lo que prometen. VEREDICTO: 8.0 - LOS REYES DE LA COLINA Sin Nada que Perder es un thriller con tintes de western que no decepciona, gracias a un guión bien armado y las actuaciones de sus protagonistas. Sus cuatro nominaciones al Oscar son totalmente merecidas.
La Idea de un Lago es la nueva obra de Milagros Mumenthaler, directora de la aclamada Abrir Puertas y Ventanas, de 2011. Está basada, o tal vez habría que decir "inspirada", en un libro de fotos y poesías llamado "Pozo de Aire", de Guadalupe Gaona. La Idea de un Lago vendría a ser una película sobre el nacimiento de dicho libro. En el filme, la autora es Inés: treinta y cinco años, separada y embarazada. Su padre desapareció durante la dictadura militar, cuando ella tenía dos años. La única foto que tiene junto a él se la sacó en la cabaña familiar en Villa La Angostura. El libro funciona para Inés como una forma de acercarse a él, pero también para acercarse a su madre, quien nunca superó su desaparición. El relato se mueve a través del tiempo y el espacio. A veces encontramos a la protagonista en el presente y en la ciudad, mientras lidia con su familia y su ex y trata de publicar su libro antes de dar a luz. Otras veces la encontramos de niña, en la cabaña familiar, mientras su padre brilla por su ausencia. Estos flashbacks suelen ser intensamente oníricos: vemos a la pequeña Inés jugando en el lago con un Renault 4 verde, y también la vemos persiguiendo al fantasma de su padre que le canta canciones de luna. La Idea de un Lago es una de esas películas de festivales de cine internacionales, que parecen ser "a prueba de críticos", que quizás no te caben tanto pero es difícil explicar el por qué. Podríamos decir que es medio aburrida, pero eso sería irrelevante porque ahora todas las películas art house son así, más instalación de museo que otra cosa. Los cinéfilos mayores ven a las masas ir detrás de los superhéroes y se preguntan: "¿Cómo pueden preferir Capitán América a esto?". Bueno, cuando la mayoría de la personas se crían mirando Los Simpsons todos los días y leyendo únicamente libros con dibujos adentro, podemos preguntarnos, "¿Por qué ellos (los cinéfilos mayores) prefieren esto a Capitán América?". Después le preguntamos a un crítico importante qué tiene de bueno una película como La Idea de un Lago y te sale con una cháchara de boludeces que hay que estudiar diez años para entender. O sea, el público en general se queda afuera de estas películas básicamente porque no los quieren dejar entrar. O puede que lo que pase es que los directores que sí hacen películas para el público normal se fueron a la tele. En fin, volviendo a La Idea de un Lago, está buena pero no es válido decir que "podría haber sido mejor" porque seguro que la directora quería que fuera tal y como es ahora. ¿Qué más podía esperarse? Está basada en un libro de fotos y poemas. VEREDICTO: 6.0 - EL LIBRO ES MEJOR La Idea de un Lago es definitivamente cine anti-pochoclero, y sinceramente no sé por qué lo estamos mostrando en un sitio tan nerd como éste pero qué diablos. Es mejor que Belleza Inesperada, eso seguro
La pelota no se mancha. Domingo 13 de julio de 2014. Cuatro amigos treintañeros se reúnen en el departamento de uno de ellos para mirar la final del Mundial de Brasil. Aunque otrora eran inseparables, llevan mucho tiempo sin verse, y cada uno tiene una vida por su lado, diferente de la de los otros. Incluso difieren sobre el resultado del partido: dos de ellos están seguros que ganará la Selección, y los otros dos creen que Alemania vencerá. Entonces deciden apostar a que, dependiendo de cómo termine el partido, los dos que se equivocaron deberán contar una verdad que los otros dos no sepan. Sin embargo, entre la tensión del partido, el consumo de vino y la memoria de un amigo fallecido, estas verdades saldrán a la luz antes del entretiempo... Antes de continuar hablando sobre Línea de 4, ópera prima de Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich, quiero hacer una confesión. No soy muy futbolero. Listo, lo dije. Pero por supuesto que sufrí esa final como la sufrió todo el país, como la sufrió el más enfermizo de los hinchas. Y no es agradable regresar a esa fecha, en especial cuando la historia ocurre en tiempo real, y encima con la narración de **** de fondo durante toda la película. Al principio cabe preguntarse: ¿Cómo van a hacer Bliffeld y Diodovich para meternos en la historia con ese partido ocurriendo al mismo tiempo? Sin embargo, triunfan por goleada, y no sólo porque ya sabemos cómo termina el encuentro. Línea de 4 construye un drama de intrigas que se vuelven más y más atrapantes hasta el final mismo del filme, a medida que las revelaciones se apilan unas sobre otras. Hasta el punto de que de a ratos uno se olvida de que Argentina está jugando la final del Mundial. Esto no es gracias a la dirección de Bliffeld y Diodovich (que no es dinámica y tiene una fotografía sin destellos), ni tampoco gracias al guión, también escrito por ellos, que al principio consideré más apto para el teatro hasta que me di cuenta que los diálogos no son lo suficientemente buenos para las tablas. La victoria del filme recae en sus actores, las únicas personas que aparecen en pantalla, y los personajes y relaciones que construyen de forma (in)creíble. Merecen ser mencionados por nombre. Diego Echegoyen es Martín, quien vive y trabaja nada menos que en Alemania. Carlos Eisler es Germán, el que puso casa, director de publicidades acomodado y cineasta frustrado. Alejandro Hener es Pedro, profesor de la UBA que despotrica constantemente contra el sistema, y el único de los cuatro que es padre. Finalmente pero no menos importantes está Alejandro Lifschitz como Javi, el más exitoso del grupo, estudia un "Master en Business", a punto de casarse y quedándose pelado. Los actores se ponen la película al hombro y la llevan hasta la línea de meta (ok, esa metáfora es poco futbolística pero ya dije que no soy tan hincha). Sin su talento, la película sería a lo sumo un experimento interesante pero no tanto como quejarse sobre el penal a Higuaín o contemplar la foto de Messi mirando la copa. VEREDICTO: 8.5 - QUÉ BAILE, QUÉ BAILE Línea de 4 logra superar los muchos límites que se impone para crear una experiencia casi (casi) tan embriagadora como el partido de fútbol que tiene de fondo. Recomendada para hinchas de fútbol y para fans del cine de actores (dos grupos que se superponen más de lo que uno piensa). Quizás la primera gran película nacional del año.