Un pacto de honor Una fuga carcelaria protagonizada por Raúl Taibo. Ya señaló Borges hace más de 60 años que los argentinos sentimos simpatía por los delincuentes y lo ilustró con aquella noche en la que el sargento Cruz se pasó al bando del desertor Martín Fierro. “Los films elaborados en Hollywood -escribió- repetidamente proponen a la admiración el caso de un hombre (generalmente, un periodista) que busca la amistad de un criminal para entregarlo después a la policía; el argentino, para quien la amistad es una pasión y la policía una mafia, siente que ese ‘héroe’ es un incomprensible canalla.” Algo de ese espíritu recorre la historia de El túnel de los huesos , opera prima de Nacho Garassino que se inscribe dentro del género “fuga de cárcel” y está basada en un hecho real. Siete presos se escaparon en 1991 de la cárcel de Devoto a través de un túnel construido por ellos mismos y en el que encontraron huesos humanos pertenecientes a víctimas de la dictadura. En un pacto de honor, juraron dar a conocer el hallazgo y contactaron al periodista Ricardo Ragendorfer que, a diferencia de los periodistas del cine hollywoodense de los que hablaba Borges, no los entregó a la policía. La película se toma demasiados minutos en contar el encuentro entre ese periodista -interpretado con ciertos problemas por Jorge Sesán- y Vulcano -un Raúl Taibo que encara con solvencia este papel atípico para él-, y se demora por demás en meterse en la historia de la fuga, que es lo que mejor funciona. Cuando la narración entra en ese universo carcelario y empieza a bucear en los personajes y sus relaciones, cuando muestra con imágenes en lugar de relatar con las palabras de Vulcano, la película interesa. El problema quizá sea ése: la narración de Vulcano intenta transmitir una sensación de gravedad e importancia, como si no confiara en las imágenes. Tal vez faltó también cierta suciedad que fuera un poco más allá de la de los cuerpos llenos de tierra de los constructores del túnel. Debe haber pocos lugares más infernales que una cárcel y la de El túnel... no genera la claustrofobia suficiente como para que anhelemos la fuga junto a los personajes. Estas salvedades transforman una historia que tenía mucho potencial en un filme apenas correcto.
Guerra declarada entre hermanas Diego Rafecas dirige a Enrique Pinti, Moria Casán y Nacha Guevara. Hay que reconocerle a Diego Rafecas un talento: el de convencer a actores de primer nivel para que participen de sus películas y se expongan al papelón. Es inexplicable la presencia de Moria Casán, Nacha Guevara y Enrique Pinti en Cruzadas, un filme que pretende ser una comedia pero cuyos pocos chistes suelen ser de mal gusto y por lo tanto pueden provocar cierta indignación. Pinti hace de dueño de un grupo mediático. Supuestamente tiene 96 años, aunque apenas está caracterizado como anciano y fuma porro (pareciera que para el guionista el humor pasa por ver a un viejo fumando porro; aparentemente no cree necesario escribir un gag). Moria es su hija, encargada de manejar el holding, y Nacha es su otra hija -no reconocida-, dueña de una bailanta. Cuando Ernesto muere se de-sata una guerra entre las dos por su fortuna. Un chiste malo y de mal gusto es una combinación letal. Por eso el filme por momentos produce indignación. Ejemplo: el hijo de Moria (Gonzalo Suárez) es cuadripléjico; Nacha le dice: “Hola, soy Camila”; él contesta: “Hola, soy cuadripléjico”. Otro: la hija de Nacha (Chachi Telesco) canta Garganta con arena y cuando termina con “debajo de tu almohada /un verso te dejó” , levanta la almohada y saca un consolador. Esto, a pesar de que la escena intenta ser emotiva. Hay más ejemplos, pero el más contundente de todos está al alcance de cualquiera: es el trailer, que se puede ver en YouTube. Quizás dentro de muchos años Cruzadas será una de esas películas bizarras como hoy son las de Emilio Vieyra. Es el mejor destino al que puede aspirar.
Una comedia amable Sin brillar, se eleva por sobre sus antecesoras en la saga. Si, como suele decirse, segundas partes nunca fueron buenas, ¿qué puede esperarse de la tercera parte de una saga cuyo primer filme ya dejaba mucho que desear? La respuesta es: poco y nada. Y sin embargo, Mi abuela es un peligro 3 echa por tierra aquel lugar común. Quizás porque esperamos poco y nada de ella nos encontramos con una comedia que, sin resultar brillante ni aspirar a quedar en la historia, hace pasar un rato amable y se eleva un poco por sobre sus predecesoras. La premisa es similar a la de las otras: el detective Malcolm (Martin Lawrence, una especie de sub-Eddie Murphy), experto en disfraces, deberá disfrazarse de señora gorda (Big Momma) para infiltrarse y resolver un caso. Pero ahora lo hará acompañado por su hijastro Trent (interpretado por el comediante de stand up Brandon T. Jackson), un aspirante a rapero que es testigo de un crimen y, perseguido por unos matones, se pondrá las faldas para pasar desapercibido. Así, Trent y Malcolm se van a infiltrar en una escuela de artes para señoritas, ocultarse de los matones y encontrar una pista oculta que les permita echarles mano. En esa escuela Trent se va a enamorar de Haley (Jessica Lucas) y así va a peligrar su disfraz. El argumento remite sin demasiado esfuerzo al de Una Eva y dos Adanes , aunque por supuesto que Mi abuela... está lejos de aprovechar las situaciones cómicas planteadas por la trama. El guardia de seguridad que busconea a Big Momma recuerda a aquel millonario que no dejaba en paz a Jack Lemmon, pero esa historia no se cierra magistralmente con el ya clásico “nadie es perfecto”. Una cita ahí hubiera sido mucho pedir. También hay algo de Glee en algún que otro número musical –los mejores momentos de la película- en que Big Momma se luce moviendo su humanidad al ritmo del hip hop arriba de una mesa en el buffet de un colegio. Pero hay que decir que las burlas físicas y el humor escatológico fueron reducidos a la mínima expresión. Los fanáticos de la saga –suponiendo que existan- quizás vean en esta película una versión un poco light de Big Momma. A los detractores seguramente les desagradará mucho menos. Y los indiferentes se encontrarán con una comedia correcta que les arrancará dos o tres carcajadas.