Casa embrujada, espíritu chocarrero y el devir del miedo Abocado hacia el miedo más primario, respondiendo al hechizo-encanto de la proyección cinematográfica moderna, Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007) refleja los percances de un matrimonio que, al mudarse a un nuevo barrio, sufre el acontecer diario de extraños fenómenos paranormales. Una joven pareja se muda a los suburbios de San Diego. Allí comenzarán a recibir las indeseadas visitas de fantasmas. Katie (Katie Featherstone) asegura que esa entidad paranormal la persigue desde pequeña. Para comprobar empíricamente lo que creen ilusión, Micah (Micah Sloat) compra una cámara de video para registrar todo lo que suceda en su hogar. Cada noche serán huéspedes de entidades fantasmales y su vida –nunca mejor dicho- cambiará para siempre. Las manifestaciones se presentan de formas variadas. Su representación más clásica es la del fantasma sin aparente forma física. Ruidos leves que progresivamente se convierten en agresivos, pisadas, objetos en movimiento –terrorífica escena la de la lámpara de techo-, entre otras intervenciones serán de la partida. Tan inexplicable como curioso, el morbo hará que cada vez más queramos ver aquel “fantasma” en acción, muy a pesar del padecimiento de los protagonistas. Oren Peli, novel director israelí, confió en una historia llena de improvisaciones que cuanto más naturales, más humanas. De ahí nace la identificación con el espectador, el hecho de que “esto podría estar pasándome a mí”. El recurso cámara en mano, la herramienta de la charla cotidiana, responden a un tipo de cine directo y sin rodeos, donde la autosugestión alimenta el devenir progresivo de la historia. La reciprocidad con el cine (en tanto arte audiovisual contemporáneo, cada vez más profesional incluso en el amateurismo) como hace tiempo no ocurría. Obviando intenciones netamente comerciales como lo fuera el mito del “video-tape entregado en manos de la policía”, símil historia real, la película resuelve su problemática en la entretenida hora y media de duración. El padecimiento (etimológicamente emparentado con el sufrimiento y el horror) vuela hasta la espina dorsal y se eleva hasta la nuca; ahí, donde los miedos son universales. El desafío es verla por la noche, ¿te animás? Este film, rodado como un pseudo-documental y con un bajísimo presupuesto -$15.000 dólares fueron suficientes-, tiene su estreno comercial en el año 2009, pese a ser una película del 2007, porque en el medio hubo ciertas tramoyas estratégicas que fueron posicionando a Actividad Paranormal desde el ignoto Screamfest Film Festival hasta las manos de Steven Spielberg y su posterior consecuencia de boom. Un dato fundamental: en los Estados Unidos, y sólo en el país del norte, la película recaudó más de 85 millones de dólares, superando ampliamente a su inmediato perseguidor, El juego del miedo 6 (Saw VI, 2009). Y no es poco para una película bajo presupuesto. Con un guión en apariencia simple, actuaciones realistas (cada personaje hizo de sí mismo, incluso respetando su nombre y apellido) y una representación del terror fantasmal harto completa, Actividad Paranormal va camino a convertirse en la nueva El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999). Hará helar la sangre del espectador, de eso no caben dudas.
Sin final no hay paraíso La Tierra es destruida en el año 2012, tal como lo predecía el Calendario Maya. En 2009, unos científicos descubren severas anomalías en el Sol con consecuencias en el núcleo de la Tierra. De inmediato, los gobiernos mundiales se ponen en marcha para generar unas naves que sean las salvadoras en un “nuevo amanecer”. En el medio del Apocalipsis, una familia. Siempre hay una familia con pequeños rollos que intentan volverse tan importantes como la trama misma: una separación, un nuevo marido, lazos padre-hijo debilitados, un excesivo interés por el trabajo, serán pequeños indicios de humanidad en un cine catástrofe que todo lo tapa. El planeta se agrieta, los polos se magnetizan, el centro de la Tierra aflora creando súper volcanes, los mares sucumben ante la ferocidad de la naturaleza... pero siempre está el hombre. El animal con raciocinio que rompe y arregla. La parca y esperanza de la humanidad. El ser destructivo que siempre le encuentra la vuelta para sobrevivir. Sí, sólo en cines. Protagonizada por John Cusack como Jack Curtis, ese buenazo que cuida de sus hijos y salva al mundo, Amanda Peet como Kate, su ex mujer, esa que encontró nuevo novio y piensa que su primer marido está loco, y Chiwetel Ejiofor, un científico copado de esos que dan ganas de tener como amigo, 2012 se la juega para ser la gran novedad de esta época del año. En el cast, también figura Danny Glover como el presidente de los Estados Unidos (siempre manufacturado como más bueno que el pan, dando simbólicamente su vida por los demás). Buen elenco para una historia sostenida exclusivamente por lo sensual de la imagen. El cine de Roland Emmerich es espectacular. Siempre espectacular. El predominio absoluto de la imagen por sobre la historia supone una nueva filosofía del entretenimiento posmoderno. El director de 10.000 A.C. (10.000 B.C., 2008), El Día Después de Mañana (The Day After Tomorrow, 2004) y Día de la Independencia (Independence Day, 1996) sigue en su plan de ser el realizador de calamidades por excelencia. Aquí la trama poco importa. El espectador debe regalarle dos horas y media a la pantalla y de esa forma, sólo de esa forma, obtendrá el beneficio lúdico. Si alguien busca complejidades, que lo haga en otro estilo de cine. Esto es espectáculo, señores. Desde un sentido visual, nada puede reclamársele a Roland Emmerich, siempre cumple. Ahora bien, el guión es una fórmula matemática, es uno más uno igual a dos. Básico. Ante la amenaza de destrucción siempre están los norteamericanos que salvan al mundo, la familia tipo que sobrevive, una leve crítica al modo de vida destructivo; esto sostenido por groseros efectos especiales... y todos contentos. Pochoclos al por mayor con una leve intención de toma de conciencia.
La maldición de la última dictadura Aparecidos (2007) es la historia de dos hermanos, Malena (Ruth Díaz) y Pablo (Javier Pereira), que viajan a la Argentina para filmar un papeleo de la casa de su padre y allí, una vez que vean a su progenitor a punto de morir, se dispararán una serie de crímenes ocurridos en el pasado que retocarán la realidad. Una familia es torturada y perseguida ante la mirada de los dos hermanos que intentarán salvarlos, sin aparente éxito, en diversas oportunidades. Los hechos se prestarán a confusión y, a partir de ese instante, el viaje será una pesadilla donde el presente y el pasado se confundirán violentamente. Para disfrutar el cine hay que prestarse. Bajar la guardia ante las historias, los guiones, las actuaciones y lo que propone cada película en particular. En el caso de Aparecidos, pasa lo siguiente: uno se relaja (o no) para disfrutar una película de “terror en carreteras” y de pronto se encuentra con una vuelta de tuerca que atraviesa a la dictadura militar en medio de apariciones fantasmagóricas. Siguiendo huellas cinéfilas infaltables e inevitables en una road movie de terror: es menester observar la escena de la persecución que desemboca en una cantina de pueblo para advertir su ligazón estrecha con films como Reto a la Muerte (Duel, 1977) o Carretera al Infierno (The Hitcher, 1986) y notar así que las referencias cinematográficas están bien utilizadas, no plagiadas. Es por ello que se siente el sello de autor no obstante se disfruta como cuando uno ve por segunda vez esas grandes películas; resultan positivos homenajes para la platea memoriosa. Ruth Díaz y (Javier Pereira, jóvenes actores de la madre patria, son una pareja con química. La hermandad de ficción los une, también su correcta actuación. Ambos generan la credibilidad necesaria que deben montar. Aparecidos es una película con dos protagonistas que, en repartija casi exacta de minutos en escena, logra llegar a una calma dentro del caos mismo. Es decir, el rol playing infiere en las situaciones y en su devenir (culposamente desordenado) gestando un buen concepto del miedo en la era del gran “cine de terror español”. Dos promesas a tener en cuenta. Es harto confuso el hecho de estar viendo una película de horror que vira hacia la denuncia, casi, sin proponérselo. Y eso es lo bueno de Aparecidos. La dictadura militar es un tema excusa, un alma matter mas no el principal protagonista. Los hechos sangrientos del film, situaciones de tortura fantasmal, son el contexto y no el fundamento. Entonces, la justificación del vínculo pasa por el espacio-tiempo; todo sucede en la actualidad conteniendo un anclaje directo en la década del ’70. Esa es la cuestión. Es una película total y absolutamente actual (el hecho de que sea una co-producción con España y Suecia bloquea cualquier otra lectura de fehaciente modernidad), y sus consecuencias también lo son... El lenguaje castizo de la dupla protagónica neutraliza los paisajes 'autóctonos' e incluso distancia de lo que podría ser una película de teror "made in Argentina", pasando a ser una película de terror "en Argentina", muy a pesar de que Paco Cabezas -debutante en su rol como director- sea español. Cine de España que toma idiosincrasia y situaciones argentas. El largometraje tiene, quizás, algunos minutitos de sobra que pueden confundirse con hachazo demagogo pero que se toleran con total normalidad. Es seguro: no faltará aquel que piense que "usan a la dictadura para hacer dinero", sin embargo la película se encargará solita de demostrar lo contrario. Si buscás algo diferente dentro del género de terror, ésta es tu película.
Inconfortablemente Mujer Casi como una nueva XXY (Lucía Puenzo, 2007), El último verano de la Boyita, retrata la intersexualidad trabajada de una manera intimista y cuidada en función de los personajes. La quietud marca su impronta. El verde da color. Allí, en el jardín de una casa de pueblo, una niña llamada Jorgelina intenta refugiarse, fisgoneo mediante, del “paso a la vida adulta”. Su hermana mayor, Luciana, será la barrera vincular hacia lo desconocido y el joven Mario, hijo de gente de campo, su compañero de lances. El mundo es complejo y obtuso según la panóptica de la protagonista. Duda, curiosea con libros y siente rechazo por su hermana mayor cuando se percibe excluida bajo la premisa desconocida de “querer privacidad”. La película en sí es un mundo privado, retratado desde la visión de Jorgelina, la niña, quien intenta penetrar en el sub-mundo de los “secretos” sexuales. Tal curiosidad sobre lo propio-ajeno la lleva a apegarse a Mario, quien bajo desconocimiento ignora realmente cuál es su identidad. Transitar el fin de la infancia no es justamente un trámite y de eso dan fe los chicos del film. El tema de la película plantea un debate sobre género, sin embargo, no se lanza de lleno subrayando algo amenazante, sino que lo trabaja desde una visión progresiva que avanza sutilmente con el correr de la historia llegando al límite cumbre sobre la hora del film (momento donde se conoce realmente cuál es el “problema”). Un dato no menor es el hecho de que los co-productores de El último verano de la Boyita son los hermanos Pedro y Agustín Almodóvar (y su productora El Deseo), cuestión que habla positivamente del cine nacional validando y apoyando este tipo de proyectos; apostando por un cine diferente y humano. La directora Julia Solomonoff , cuya opera prima ha sido la internacionalmente reconocida Hermanas (2005), trata la filosa temática desdramatizada (lejos) de cualquier tragedia absoluta. Gracias a todo esto, El último verano de la Boyita es una opción a considerar en esta indecisión generada por una liosa catarata de estrenos.
Otra vez sopa... El juego del miedo 6 (Saw VI, 2009) es la, se supone, anteúltima entrega de la saga gore más espectacular de los últimos años. Siguen los juegos macabros, los flashbacks confusos y el asedio asfixiante de un asesino serial peligroso aún muerto. Ante el fallecimiento del agente Strahm (Scott Patterson) y la emergente figura del detective Hoffman (Costas Mandylor) como sucesor natural de Jigsaw (Tobin Bell), todos los acertijos mortales tendrán un poco más de sentido. Sin embargo, ante la persecución de la Brigada de Investigación Criminal se obligará a Hoffman a poner en marcha un rebuscado juego que dará soluciones ideológicas a los problemas de la carne. El ser humano pensante tiene la capacidad de cansarse ante la repetición. Comidas, colores, olores, relaciones, rutinas y, por supuesto, imágenes son algunos de los responsables del exhaustivo deterioro del factor sorpresa. En este caso, El juego del miedo 6 evapora cualquier rastro de novedad apostando a lo seguro: masacramiento humano y enigmas sin resolver. Por si fuera poco, en enero comienza la filmación de la séptima (sí, leyeron bien ¡7!) que vendrá en 3D (definitivamente se va hacia la resonancia visual y la perdida de la forma). Las voces populares se dividen entre el abuso y la rentabilidad en el entretenimiento. Considerando que Viernes 13 tiene 16 versiones (contando todos sus spin-off) y Halloween 9, creemos que El Juego del Miedo va en ese plan y éste es, con la salvedad aclarada de que cada vez es más para fanáticos del género y no una película popular, ir hacia una eternidad legitimada por el villano y su quehaceres. Jigsaw es el mayor responsable de la perpetuación de una serie que podría haberse acabado en una secuela (o a lo sumo, en una trilogía). En esta entrega se responden algunos interrogantes que han quedado flotando en películas anteriores. El juego del miedo 6 propone cerrar problemáticas tangenciales que venían sosteniéndose en litros de linfa y gratuidad sádica. La película en sí no da respiro hasta la última escena. El director Kevin Greutert (antiguo editor de toda la saga de Saw) nos da un espectáculo visual superior a la 5 (esa nebulosa donde todo se parece y poco aclara) y un ritmo trepidante en los 90 minutos del film. Eso no puede negarse, obviando el mencionado factor sorpresa, la película responde a las expectativas del amante del cine de terror.