¡Dios santo y la Virgen María! La expresión “testicular masterpiece” acuñada por el crítico norteamericano Harry Knowles le queda absolutamente pequeña a Los Indestructibles, tan pequeña como el tamaño natura de Jet Li al lado de esos mastodontes anabólicos. ¿Esperan reflexiones freudianas? ¿Aspiraciones a galardones en la Academia? ¿Diálogos profundos e intensos? ¡Lejos está de esa porquería! Esta película, por suerte, no merece ningún tipo de intelectualización absurda. Es cine de entretenimiento puro y duro, sanseacabó. Después de generar infinita expectativa en los cinéfilos falocéntricos, no decepciona en lo más mínimo. Resulta encantadora, pero encantadora en el sentido más nostálgico de la expresión. Volvieron los 80s a morir de pie y eso, señores, es una reivindicación absoluta de los intentos absurdos y mancomunados (¡e individuales!) por lograr, cada uno, su propio ostracismo al good life. Este film es, realmente, un cementerio de elefantes. Los grandes, a partir de ahora, pueden dedicarse a morir. O a seguir gastando sus millones, da igual. Me atrevería a decir que en la historia del cine no hubo ni habrá un dream team semejante para una película de acción. Están todos (o casi): Sylvester Stallone, Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundren, Randy Couture, Terry Crews, Steve Austin... hasta Mickey Rourke, Bruce Willis y ¡Arnold Schwarzenegger! Es cierto, en este all-star action film falta Jean-Claude Van Damme, pero Dolph “I must break you” Lundgren (sí, el mismísimo Iván Drago) también tiene la posta. De hecho, la mole de hielo, es uno de los más destacados en este asunto, quien goza de, hasta, un propio sub-plot. Con un guión que remite absolutamente todo el tiempo a los 80s, okay, no es el mejor, pero tampoco se necesita más, donde un grupo de súper soldados rescatan, disparándole a todo lo que se mueve, a un país latinoamericano de las “garras” de un dictador y de capitalistas norteamericanos, Los Indestructibles es la genialidad Clase A de un emblema en esto del shoot ‘em up: Sylvestre Stallone. Patriarca de la testosterona mundial, el bueno de Sly se despachó con lo que mejor sabe hacer: fajar a todos a troche y moche, en un capricho de tipos con plata que lo único que quieren, thanks God is bloody, es divertirse. Sostenido en los mejores lugares comunes de los últimos años (los malos son latinos y no escatiman en esto de ser malísimamente malos; el villano máximo es explotador al 100%; hay héroes contratados por alguna agencia de inteligencia para el cumplimiento de objetivos; los buenos no sufren rasguños; la protagonista femenina es hija del dictador majareta; y dale que va...), esta película tiene todo lo que un alfa desea para su fruición. Armas, disparos, cuchillos, tatuajes, mujeres cual objeto sexual, vehículos y chistes machistas por doquier. Una genialidad que no acaricia, en ningún momento, lo ‘grasa’. Goza, muy bien ganada, de una impunidad total a la hora de caer en clichés. A nadie le importan. Por el contrario, se festejan y de a montón. La única falencia que, quizás, podría mencionársele es la poca resolución de los CG gore (lucen demasiado digitales) durante algunas escenas de peleas. Nada más. Ah, y dicho sea de paso, ya que estamos en la antítesis heterosexual al momento de una crítica a lo incriticable, los afiches parecen hechos con el Paint sin ganas. Sin embargo, dejemos de ser exquisitos: ¡nos importa muy poco cuando hay tanto terrorismo injustificado por disfrutar! Todo lo que usted vivió hace dos décadas de la mano de los videoclubs, ahora en pantalla grande y en king size. Gracias, Sly por esta obra maestra de violencia. ¡Vivan las old-school kick ass movies!
La salud de nuestros hijos Con llegada tardía a las carteleras argentinas, ¡Esta Vivo! (It’s Alive, 2008) es la remake modernosa de aquella bizarra película de terror de los setenta donde un bebé asesinaba a todo el que se le interponía en su camino. A punto de terminar la universidad, Lenore Harker (Bijou Phillips), joven y aplicada estudiante, queda embarazada de su novio arquitecto Frank Davis (James Murray). Ella sabe bien que su bebé no es como cualquier otro. Al momento de parir, cesárea mediante, algo horrible sucede en la sala de parto: el doctor y todas las enfermeras son asesinadas, quedando con vida nada más que la madre y el recién nacido. Así comienza la seguidilla de asesinatos perpetuados por el siniestro infante y serial killer del film. Junto con los sospechosos acontecimientos (médicos, amigos de la pareja y policías varios son liquidados con el correr de las escenas) irá develándose la verdadera naturaleza del bebé, por lo que su madre tendrá que escoger entre el amor por su recién nacido y su familia. Una elección para nada fácil. La película está basada en la historia que Larry Cohen (otrora guionista de hits Clase B como la saga de Maniac Cop) hiciera con cierto éxito allá por el año 1974. De hecho, cuatro años más tarde se jugó con una secuela sin demasiada relevancia y, en 1987, la convirtió en trilogía con una leve aceptación en el público “de culto”. Sin embargo, a pesar de esa experiencia, y como era de suponerse, esta remake es bastante más pobre -en sustancia- que la trilogía original. Parece que el correr de los años no le hizo bien al guión de Cohen. Intento fallido (e innecesario) de revivir cintas abandonadas. Con muchas falencias narrativas (y eso que la previsibilidad hace al género), ¡Esta Vivo! es un claro ejemplo de que el volver a las raíces para ganar dinero no es lo más conveniente del mundo. ¡Basta de revivir horror films clásicos! ¡Queremos historias nuevas! Detalle para quisquillosos: En un momento culminante, la luz se corta en todo el lugar. La policía llega, toca el timbre (eléctrico) y suena. Fabuloso.
Vikingo part-time Film sin mucho anclaje en la cultura popular moderna (como así lo fuera la graciosa saga de Shrek), Cómo entrenar a tu dragón (How to train your dragon, 2010) es el nuevo caballito de batalla del estudio DreamWorks en un presente colmado de mega producciones animadas. El desarrollo de la historia es un tanto predecible: Un joven adolescente llamado Hiccup vive en una violenta realidad de voluminosos vikingos que matan dragones para demostrar valentía. Su estilo de vida, sus creencias y opiniones no concuerdan con los de su nativa Isla de Berk. Entonces, el jefe del lugar –para colmo padre del muchachito- reniega de sus condiciones de vikingo. Pese a ello, cuando a Hiccup le toca entrenar, quiere demostrar a toda costa que puede ser un gran guerrero. Poco a poco éste irá cambiando su sentir dándose cuenta que matar dragones no es lo suyo, hasta finalmente conocer a un dragón herido que le replanteará por completo su ‘perspectiva guerrera’. La típica historia del ‘buenazo’ insertado en un contexto adverso y que, gracias a su condición de hidalguía, le cambia la vida a todos. Cuando en el mundo adulto oímos “DreamWorks”, muchos paramos la oreja. Es que, con productos cinematográficos como Kung Fu Panda (2008) o la citada Shrek, es casi per se la existencia de guiños made for adults. Sin embargo, a diferencia de esos ‘tanques’, esta obra es exclusivamente para niños (aunque, claro, los grandes –si se prestan- también la pasarán bien). Un evidente aspecto que, probablemente, el espectador entrenado notará sin mucho esfuerzo. Una decisión atrevida de la productora norteamericana teniendo en cuenta la respuesta de los mayores ante las películas-para-nenes-que-gustan-también-a-sus-papás. Basada en una serie de populares libros de Cressida Cowell (una escritora británica que ha perpetuado una buena suma de 10 libros en torno a Hiccup), Cómo entrenar a tu dragón tiene el interesante y nunca despreciable aditamento de las voces famosas: así, Jay Baruchel, uno de los simpáticos jóvenes de Nick & Norah: Una Noche de Música y Amor (Nick and Norah’s Infinite Playlist, 2008) será Hiccup Horrendus Haddock III, protagonista de la historia; el escocés Gerard Butler hará de Stoick, el Vasto, jefe de los vikingos; y la dupla adolescente de Super Cool (Super Bad, 2007) Christopher Mintz-Plasse (sí, el mismísimo McLovin) hará de Fishlegs y Jonah Hill de Snoutface Fishlegs, primo de Hiccup; en una selección de casting notable y actual, cuyo resultado es... cuanto menos, divertido. Utilizando al máximo los recursos en 3D, la película no defrauda en todos sus aspectos técnicos: especial atención a los vuelos donde los dragones se elevan por sobre el mar. De tal forma, este largometraje de civilizaciones primitivas se pone en la lista de aquellas atrevidas animated films post-Avatar que arremeterán en la taquilla posmoderna. Si bien está dirigida a la platea más joven -muy joven- Cómo entrenar a tu dragón posee la dosis justa de efectos visuales frescos que logran un buen producto de entretenimiento.
Un buen día, nuestra creación, logrará despertar Es sabido que a Hollywood le gusta (y sobre todo le es rentable) filmar una y otra vez el fin de los tiempos. Sucede que cuando ya vimos entera la saga de Terminator (James Cameron), Avatar (Cameron otra vez) y hasta, por qué no, Wall-E (2008), lo que viene después debe ser –cuanto mínimo- audaz como para captar la atención de los espectadores. Así, con semejantes antecedentes, Número 9 (9, 2009) desliza su dinámica perspectiva sobre un tema por demás explorado: el hombre contra la máquina. En un futuro próximo (¡ejem!) un invento conocido como La Gran Máquina activa energías y da vida a un grupo de robots que se revelarán contra los humanos (¡ejem! ¡ejem!) aniquilándolos con un gas letal. No tardarán en destruir todo, pero –pese a ello- un pequeño montón de títeres de trapo intentará revivir a la humanidad. Relea: títeres de trapo con alma humana salvan a la Tierra de la destrucción. Aquí puede andar lo interesante. El John Connor, por llamarlo de una manera ‘familiar’, es Número 9 (Elijah Wood). Un stitch-punk (googlee y deléitese) con ínfulas de líder, el más listo y habilidoso de los ‘sobrevivientes’, quien deberá buscar al grupo que lo secunde (así, irán apareciendo paulatinamente: Número 1, Christopher Plummer; Número 2, Martin Landau; Número 3 y 4, dos mudos en ahorro financiero; Número 5, John C. Reilly; Número 6, Crispin Glover; Número 7, Jennifer Connelly y Número 8, Fred Tatasciore) para hacerle frente a los malvados aparatejos. La esperanza de supervivencia en manos de 9 muñecos de estética steampunk (visualmente de la época victoriana pero desde el llano futurista sci-fi). Distinto. Con una gran cantidad de escenas de acción (tengan en cuenta que es una película PG-13), la ópera prima de Shane Acker continúa la idea del cortometraje 9 (2005), dirigido en conjunto con Pamela Pettler (guionista, entre otras, de Monster House: la casa de los sustos y de El Cadáver de la Novia), donde una muñeca de trapo se enfrenta a un monstruo que ha robado el alma de su pueblo. Además, como gran aditamento, podemos señalar que el largometraje de Acker cuenta con música del gigante Danny Elfman. Buen cast de voces, buena música incidental y una entretenida nueva (¿nueva?) forma de ver el futuro. Tal y como fuera retratado en Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001), lo desangelado del robot (llámese: máquina, autómata, aparato o iPod) se contrapone a los sentimientos humanos (claro, de vez en cuando se lobotomizan pero sentir, sienten). De esa forma, esta cinta de animación post-apocalíptica, producida por el gran Tim Burton (obviamente le perdonamos Alicia en el país de las maravillas) y llena de influencias notables (habría que ver cuándo y cómo es choreo), se defiende como una interesante posibilidad de ver al mundo –repetidamente- en CGI. Otra más.
Ojo con la moral, negrito Dirigida por John Lee Hancock, creador de El Novato (The Rookie, 2002), película de Disney sobre baseboll con Dennis Quaid, quien también escribió el guión basándose en el libro “The Blind Side: Evolution of a Game”, de Michael Lewis, Un sueño posible (The Blind Side, 2009) tiene una sub-lectura peligrosa: los blancos salvan a los negros. Un sueño posible es la historia de Michael Oher (Quinton Aaron), un marginal afroamericano que será rescatado de la calle por una familia acomodada encabezada por Leigh Anne Tuohy (Sandra Bullock). Viviendo en un entorno que le es ajeno, Michael irá desarrollando habilidades como jugador de fútbol americano convirtiéndose en un héroe popular entre los jóvenes y en un producto codiciado por los seleccionadores universitarios. Los vínculos genéticos de Michael son sumamente disfuncionales: una docena de hermanos repartidos por el país, descentralizados por una madre adicta al crack. Al intentar sobrevivir tibiamente en la calle como un sufriente nómade, los Tuohy –una influyente y adinerada familia que decide adoptarlo- determinarán un nuevo presente al conflictuado adolescente presentándole la posibilidad de estudiar, desarrollarse intelectualmente y, sobre todo, insistirle en el deporte (motivo aparente que será el plot point de una trama liviana y sin demasiadas complicaciones vagantes entre reconocimientos excesivos y depresiones sin desenvolver). ¿Por qué los estereotipos siguen funcionando en la estructura comercial hollywoodense? ¿Por qué los afroamericanos son mostrados como gangstas y los blancos como civilizados pudientes? Esta “problemática continua” resta puntos en la credibilidad retratista (una historia que se comercializa como real, termina por ser vendida, pese a ser una “comedia familiar”, como un todos-hagamos-feliz-al-negrito de forma estrictamente superficial). Hay un personaje que es realmente simpático, un niño capaz de darle la cuota de onda a un elenco convencional, donde todo funciona en plan del éxito deportivo, entre emociones tibias, del muchacho protagonista, y es S.J. Tuohy (Jae Haed). Este pequeñito entrometido le pone la simpatía justa a un relato con la oportunidad de explotar pero que termina en las medias tintas de lo complaciente. Una perla a rescatar. Por otro lado, Sandra Bullock como la tutora de Michael Oher, Miss Sue, la señorita Tuohy, está tan regular que dan ganas de avisarle que está protagonizando una película con contenido social, demostrando con ello la pifia del cast. Sin embargo, pese a las oscuridades de la simplicidad (la linealidad del guión), la película se sostiene por lo entretenido de lo cotidiano y lo superlativo del desenlace: que Michael Oher esté en la universidad o jugando en la NFL poco le importa a todos (protagonistas y espectadores), lo que de alguna manera libera ciertas tensiones. Si bien la taquilla respondió positivamente en los Estados Unidos Un sueño posible, este film no comparte la coyuntura de la idiosincrasia nacional, por lo que puede costarle su aceptación en nuestro mercado. Conste: si va a ver una comedia de deportes, está bien.
Ser madre en la periferia Las familias disfuncionales son un lugar cada vez más común en nuestra realidad cotidiana. Preciosa viene a mostrar (en lugar de sugerir, lo hace de forma cruda y certera) cómo se vive en los barrios satélites a la Gran Manzana (Nueva York es un estado muy poderoso de los Estados Unidos, pero también tiene un altísimo número de población carenciada, sobre todo afroamericana y latina). En Harlem, 1987, una joven obesa e iletrada llamada Claireece Precious Jones vive en un vecindario marginal soportando un duro presente: su madre se aprovecha de su nobleza, su padre la violó en continuas ocasiones y tiene hijos pese a sus decisiones. De cualquier manera, soportando el hastío constante de una vida en problemas, Precious intentará salir adelante aprendiendo a leer y buscando contención en una escuela alternativa. Atravesado por distintas problemáticas (pobreza, analfabetismo, incesto y maternidad bastarda) la película sostiene un ritmo trepidante que lleva a sufrir en carne los pormenores de la protagonista. Las escenas violentas son tan logradas y están tan bien ambientadas (un trabajo con los oscuros excelente) que hacen del largometraje un instintivo y visceral documental de contexto encubierto en brillante ficción. Nominada a 6 premios Oscar, el film Preciosa (Precious: Based on the Novel Push by Sapphire, 2009) posee un interesante nivel de poesía a la hora de evadir con imaginación problemas severos de la cotidianeidad. Cuando la protagonista está en momentos embarazosos, siempre imagina una existencia paralela junto con un buen hombre que la proteja. Un escape que la mantiene viva hasta las últimas consecuencias. Con un elenco repleto de mujeres influyentes y talentosas (la debutante Gabourey Sidibe como la adolescente que da nombre al título; Mo’Nique como una madre totalmente sacada; la bella Paula Patton como Miss Rain, personaje que intentará darle educación a la protagonista; Mariah Carey como Mrs. Weiss en un papel sobrio y destacado), Preciosa es la segunda película de Lee Daniels quien, además de contar con un destacado grupo de actores, tuvo la suerte de tener a, por ejemplo, Oprah Winfrey (la Susana Giménez norteamericana) como una de las principales productoras ejecutivas. Deambula también por el cast: Lenny Kravitz como un simpático enfermero. De carácter e intenciones “indie”, este drama del universo femenino encuentra su lugar en el mundo al anclarse en un espacio lamentablemente cotidiano: ser madre sin los recursos para serlo. Por otra parte, la calidad del film (en su todo gestáltico: guión, historia, interpretaciones, montaje y experiencias cinematográficas realistas) es directamente proporcional a la gente que está entrometida en el proyecto. Grandes talentos, algunos nuevos, otros consagrados, en el filme que va a arrasar en taquilla (si la conciencia acompaña). Enorme película.
¡Vienen zombies! Zombieland (2009) es una comedia moderna que posee los habituales conflictos adolescentes bajo la excusa liviana de un ataque de muertos vivientes en un mundo desfavorable y moribundo. Dos hombres sobreviven a un ataque de zombies. Uno, Columbus (Jesse Eisenberg), es frágil, metódico y obsesivo. El otro, Tallahassee (Woody Harrelson), es rudo, seguro de sí mismo y, como suele pasar, un tanto hueco. Ambos intentarán mantenerse con vida enfrentando a una Norteamérica apestada de zombies. En el medio, conocerán a dos mujerzuelas (Wichita, Emma Stone; Little Rock, Abigail “Pequeña Miss Sunshine” Breslin), unas hermanas astutas que se las arreglarán para pasarla lo-mejor-que-puedan en un presente adverso. Todos serán parte de este disfuncional convoy de sobrevivientes, quienes descubrirán, con el devenir de los acontecimientos, que un amigo fiel también es familia (aunque cueste fricciones revelarlo). Ruben Fleischer es el director de esta entretenida aventura, en la que el protagonista de Adventureland: Un verano memorable (Adventureland, 2009), Eissenberg, persiste en su registro actoral tontuelo (no menos naif, y siempre divertido) similar al de, por ejemplo, Michael Cera en casi todas sus intervenciones cinematográficas. El motivo de los zombies no se explica y poco importa. Éstos son sólo una excusa que sobrevuela en el ambiente. No es criticable, sino todo lo contrario: ¡Una comedia con zombies era necesaria! También, es inevitable la mención al genio absoluto de Bill Murray. Con un cameo divertidísimo, el astro de Los Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984) hace de sí mismo en medio de la toma de su propio hogar mechando crossover con la vida real (“Acabo de ver a Eddie Van Halen en Hollywood convertido en zombie”.). Con una gran banda sonora (destacable: Band of Horses – No One’s Gonna Love You), Zombieland es el reflejo de que la comedia para adolescentes funciona y mucho, más allá de los gags localistas (el constante cacheteo a los “rednecks”, adjetivo despectivo que hace alusión al sureño norteamericano), en (casi) todo el mundo, con un lenguaje universal: el del absurdo. Una película con final feliz y sonrisa constante. Recomendada, sobre todo, para la pendejada.
Ésta sí es una película de vampiros Es casi un hecho que una vez por semana tenemos en cartelera una película de vampiros. Lo bueno es que Daybreakers: Vampiros del día (Daybreakers, 2009) no repite esquemas sino que da vuelta la ecuación tradicional de marginalidad: aquí los vampiros son mayoría. Este híbrido terror-acción-aventura, escrito por los hermanos Michael Spierig y Peter Spierig, demuestra ser una alternativa válida al romanticismo naif de los chupasangres posmodernos. En el año 2019, una extraña plaga ha transformado a la mayoría de los humanos en vampiros. Su alimento es, por supuesto, la sangre humana, que escasea cada vez más ante el creciente número de vampiros. Mientras tanto, un investigador trabaja “de encubierto” en una banda de vampiros para salvar a la humanidad. Los pocos humanos que quedan son perseguidos como vacuno en extinción. Esta nueva realidad muestra a los vampiros dominantes en una inquietante similitud con la vida actual. La mayoría de las malarias y enfermedades han sido erradicadas, pero hay algo que sigue siendo letal: la luz del día. Ante este intento de civilización, también acontecen problemáticas actuales. Por ejemplo, existen vampiros outsiders (sí, ¡indigentes!) que no pueden sobrevivir y por eso se convierten en criaturas violentas y hostiles. ¿Qué diría un sociólogo al ver este retrato época? El apetito insaciable de los vampiros ha llevado a la población humana hacia el límite de la desaparición absoluta. Así, Edward Dalton (Ethan Hawke), un científico que presta servicios a un poderoso conglomerado farmacéutico, deberá encontrar una vía variante al consumo de sangre (algún alimento sintético) para la supervivencia del mundo. Sin embargo, después de conectarse afectivamente con algunos humanos, esa búsqueda no será –por si fuera poco- del todo fácil. El guión está cargado de vueltas de tuerca inesperadas, obra y gracias de los alemanes Spierig, que arremeterán con unas criaturas asquerosas que sorprenden hasta al más precavido. Éstos han trabajado fuertemente en un oscuro mundo identificable (pero a la vez lejano), algo posible pero disímil, un universo arriesgado y actual. O todo lo que no nos pudieron dar Crepúsculo (Twilight, 2008) y la serie de HBO True Blood. Con giros interesantes y aspectos metafóricos trillados, Daybreakers: Vampiros del día es un distinguido combo de acción y efectos especiales, cuyo elenco sostiene una trama ingeniosa (mención especial al siempre rendidor Willem Dafoe y al maloso de Sam Neill). Vale la pena gastarse unos pesos en verla.
La excusa del asesino serial Michael Myers continúa con vida a pesar de creérselo muerto. En una cacería letal en busca de terminar con algunos asuntos familiares, Myers se carga a todo lo que tiene delante. Así, Halloween seguirá causando terror cada 31 de octubre. Por momentos, el film posa su mirada ante Laurie Strode (Scout Taylor-Compton), una joven de vida caótica y disfuncional, que hará las veces de protagonista incluso opacando –en minutos de pantalla, no en destreza visual- al mismísimo Michael Myers (Tyler Mane). Demasiado tiempo se pierde ahondando en psicológicas problemáticas de la fémina que poco hacen a la historia cuando lo que importan, en este tipo de películas, son las desventuras de los serial killers. Secuela de la remake de Rob Zombie acerca de uno de los personajes más terroríficos del slasher universal, esta película corresponde, en orden cronológico, pese a recordar bastante a la de 1981, a la continuación de la historia de Halloween (2007), también dirigida por el músico metalero y ocasional director. Además, según parece, será su última intervención dentro de la historia del asesino en serie ya que Patrick Lussier (el de la versión Hollywood de Sangriento San Valentín) será el encargado de hacer Halloween III para el 2011. Con un injustificado Malcolm Mc Dowell (dueño de una de las mejores interpretaciones en cine de la historia con su Alex de Large en La Naranja Mecánica), arrastrando un papel de Halloween (2007) que parece forzar el final de la secuela, y sin mucho que agregarle a la paradigmática saga de John Carpenter, Halloween II (2009) planea ser una vía alternativa de un personaje icono de los 80s pero cuyos mejores recuerdos han quedado en la memoria del nostálgico. El presente del film del director de La Casa de los 1000 Cuerpos (House of 1000 Corpses, 2003) plantea una acción cinematográfica carente de peso argumental (más allá del disfrute del “terror ochentoso not dead”) que poco tiene que ver con el Myers de los años ’78 al ’86 y mucho con el de Halloween H20: Veinte años después (Halloween H20: 20 Years Later, 1998) para acá. Algunos de los personajes del largometraje (Sheri Moon Zombie, esposa de Rob, como Deborah Myers; Chase Wright Vanek como el joven Michael y Brad Dourif como el Sheriff Lee Brackett) mantienen el matiz oscuro, entre melancólico y diabólico, que plantea Rob Zombie en sus intervenciones. No es mucho, pero vale la pena mencionarlo. Pese a “mantener vivo” el espíritu de una leyenda, la película tiene un curioso criterio de vagabundeo y reiteración constante que no la hace más que apenas entretenida. Una lástima. ¡Párenla con los curros!
El ayer, fue hoy... mañana es ahora Avatar es un espectáculo, y hay que tomarlo como tal. Visualmente propone ser el futuro del 3D (y, si nos ponemos en vanguardistas, el futuro del cine), en tanto presenta novedades desconocidas para la platea mundial: un tipo de animación de avanzada nunca antes vista. Su carácter innovador aporta prodigiosas dosis de realismo, manteniendo a la audiencia excitada hasta el final (experiencia exacerbada por la calidad de las tres dimensiones y el sonido envolvente). Jake Sully (Sam Worthington) es un marine parapléjico que reemplazará a su hermano en una misión secreta como infiltrado de los Na’vi, una colonia de extraterrestres que ocupan el planeta Pandora, para obtener un preciado oro valuado en millones de dólares. Cuando Jake comienza a aprender el puro sentido de vida de los Na’vi, sus pensamientos y sentimientos virarán contra los de los terrícolas y sus intereses capitalistas. Poco y mucho podemos saber acerca del futuro. La paradoja supone un destino para todos compartido, el del caos en los tiempos que vendrán. La culpa no es otra que la del hombre y su codicia. El precio a pagar puede ser altísimo pero, parece, poco importa con tal de tener y conservar un estilo de vida perecedero y derrochero para con la naturaleza. Así, Avatar atraviesa la crítica de una sociedad impulsada por un macguffin estúpido e ineficiente: el poder del dinero. Narrativamente la película funciona perfecto en un nivel cinematográfico (actual). La primera hora muestra la destreza visual alcanzada por el moderno CGI (computer generated-imagery), sosteniéndose en el devenir natural de los hechos. En el segundo acto, la película alcanza el summum llegando a mostrar una de las mejores escenas de acción jamás filmadas (una sangrienta guerra entre los humanos y la civilización Na’vi). Para los amantes de la ciencia ficción, todo lo contiene: pensamientos filosóficos (dicen que la filosofía es, un poco, sci-fi), altas dosis de fantasía y exploración del espacio sideral. Cameron vuelve al mainstream de Hollywood, a lo grande. Las performances de los actores son correctas (se lucen Worthington y la morena Zoe Saldana como Neytiri, la heroína de la historia). Queda desaprovechada una Sigourney Weaver deambulando por la pantalla como un insert fashion en revista de fútbol. Su actuación no brilla como sí lo hace la del resto del cast. Por ahí, una lástima. La chica de Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) cumple con su patrón pero sin onda. De seguro, la película le encantará al público “de acción”. Ese regodeo de los marines en decir frases carentes de contextualización pero fuertes en sátira (“Matémoslos a todos antes de la cena”) promete hacer delirar a quien se preste al juego. Para esta tarea, el largometraje cuenta con el notorio aval de Sthepen Lang (un actor duro de roer que siempre oficia como tal, ejemplos sobran: Jack Bennet en D-Tox (2002), con Sylvester Stallone; Charles Winstead en Enemigos Públicos (Public Enemies, 2009); mismo su Coronel Miles Quaritch en la última de Cameron) quien fomentará el espíritu enaltecedor de los soldados –como de costumbre, carente de neuronas y excedidos en esteroides- bajo el afán de destruir lo-que-venga. La nueva obra del director de Titanic (1997) y de Terminator 1 y 2 (The Terminator, 1984; Terminator 2: Judgement Day, 1991) posee con una importante (y poderosa) campaña mundial de marketing que ayudará a convertirla en uno de los blockbusters más grandes de la década (colaboran la fórmula ganadora y el hecho de que es una idea grandilocuente para el presente). Marche otro Óscar para James “soy el rey del mundo” Cameron, ¿apostamos?... Un entretenimiento asegurado. Una larga y absoluta demostración del poderío tecnológico de la raza humana. La oportunidad para ver el futuro, ahora.