Luego de 3 retrasos y más de un año de espera, finalmente Sony Pictures revive una de sus franquicias más icónicas este 18 de noviembre. Estamos hablando de la clásica saga de los cazafantasmas («Ghostbusters»), que tuvo lugar en la década de 1980. Después de treinta años de la segunda entrega, llega a los cines de todo el mundo «Ghostbusters: afterlife» («Ghostbusters: el legado» en Latinoamérica). La película figura como una tercera parte de la historia original y descarta por completo aquel reboot, en clave femenina, dirigido por Paul Feig en 2016. Entre los muchos detalles que la vuelven prometedora, hay dos que encabezan la lista. En primer lugar, ya están confirmados dentro del elenco Bill Murray y Dan Aykroyd, actores que fueron parte del trío protagonista original. Recordemos que el tercer integrante, Harold Ramis, falleció en febrero de 2014. El segundo nombre que eleva las expectativas es el de su director. Se trata de Jason Reitman, un cineasta canadiense que cuenta con una filmografía variada donde destacan «Juno» (2007) y «Up in the air» (2009). Pero eso no es lo importante en esta ocasión, lo interesante es que es hijo de Ivan Reitman. Muchos tal vez no sepan quién es, él fue el director de las dos primeras cintas de la saga. Reitman hijo compartió toda su infancia con el creador de este universo donde los fantasmas son moneda corriente y hoy hereda la responsabilidad de revivirlo. De todas formas, su padre no se separó del todo y se mantuvo en el rol de productor. La sinopsis nos adelanta: una madre soltera y sus dos hijos llegan a una pequeña ciudad, descubriendo su conexión con los cazafantasmas originales y el legado secreto que dejó su abuelo tras de sí (FILMAFFINITY). Si bien es el último film de la trilogía, debemos aclarar que retoma directamente los eventos sucedidos en el primer largometraje de 1984 y deja el acontecimiento de la sucesora como una situación aislada. Por esta razón, recomendamos tomarse el tiempo de mirar, o revisionar, la cinta inicial para un mejor disfrute de la experiencia. Bajo esa línea de reconstruir en base a los hechos pasados, el gran fuerte de la película es la nostalgia. Durante toda su duración vamos a encontrar menciones, detalles, clips, objetos y un extenso etcétera de elementos ya conocidos por quienes hayan visto las anteriores. A decir verdad, en cierta forma hasta reciclan la primera aventura de los cazafantasmas. Claro está, adaptándola al lenguaje contemporáneo, con las ventajas del CGI moderno y el agregado de un elenco bien seleccionado. Los elegidos para protagonizar el revival fueron los jóvenes talentos Mckenna Grace, Finn Wolfhard y la revelación humorística Logan Kim, un joven que recién comienza a dar sus primeros pasos en la industria. Además de las leyendas ya mencionadas párrafos arriba, completan el reparto la convincente Carrie Coon y el, recientemente nombrado «hombre más sexy del mundo» por la revista People, Paul Rudd. Él y el pequeño Podcast (interpretado por Kim) se encargan de sacarnos risas, mientras el resto hace crecer la trama. Esta combinación de actores de todas las edades tiene un objetivo bien definido. Mientras le trae recuerdos a quienes vivenciaron las primeras apariciones en pantalla de nuestros héroes, los adolescentes se encargan de entretener a los más chicos de la familia. Este doble efecto busca satisfacer a los viejos fanáticos y, a la vez, encontrar nuevos adeptos entre los niños de la sala. No está de más saber que son evidentes sus ganas de continuar explorando los encuentros fantasmales en próximas entregas. El apartado visual de la obra era algo primordial para el buen funcionamiento de la trama y, por suerte, no defrauda. La fotografía es correcta, el aspecto de los fantasmas está bien logrado y los característicos rayos de protones rememoran las buenas épocas. En conclusión, «Ghostbusters: afterlife» es una película que cumple con lo que propone y viene con ganas de seguir creciendo. Sin duda, complacerá a los fanáticos con su homenaje y atraerá a los novatos en materia de cacería de fantasmas. Es una buena opción para compartir en familia una agradable tarde en el cine.
Después de más de un año de retrasos, finalmente llega a las salas de nuestro país la onceaba película del estadounidense Wes Anderson. Se trata de «The French Dispatch», uno de los estrenos más esperados del año. El prometedor metraje tuvo su debut mundial el 12 de julio, en el Festival de cine de Cannes. Desde octubre ya se encuentra disponible en los cines internacionales, encabeza las listas de lo más esperado y acarrea un largo repertorio de elogios que la respaldan. La nueva entrega constituye la vuelta del cineasta a la dirección de personas de carne y hueso. Debemos tener presente que su estreno anterior fue «Isle of dogs». Una cinta animada en stop motion desarrollada en Oriente, que tiene de protagonistas a un par de perros. En esta ocasión, la sinopsis nos adelanta que está ambientada en la redacción de un periódico estadounidense en una ciudad francesa ficticia del siglo XX, con tres historias interconectadas entre sí. Un nuevo desafío en capítulos para el meticuloso realizador. Antes de continuar con la lectura, recomendamos seguir al ritmo de «Obituary» para disfrutar de la reseña con el estado anímico correcto. Entendemos que esta pieza musical, parte del soundtrack original creado por Alexandre Desplat, comprende a la perfección la vibra general de la cinta. Para empezar el bosquejo de nuestra crítica, debemos recordar que Anderson es un cineasta reconocido a nivel mundial – tal vez el más reconocido – por la complejidad de sus planos. Es un esteta con todas las letras. Su cine es de formas por sobre el contenido y, en esta oportunidad, reafirma su poderío en ese campo. Así que, aquellos que vengan sedientos del detallado, simétrico y lúdico sistema cinematográfico de colores pasteles, sepan que van a salir satisfechos y con unos cuantos extras inesperados. El director suele ser creativo a la hora de inventar formas de narrar un relato sencillo. Sin embargo, en esta obra vamos a ver varios recursos ya utilizados en otras de sus piezas, pero lejos de verse cansino o repetitivo, se siente más como un perfeccionamiento de la técnica. Esos travellings laterales descriptivos que conectaban entre sí tres escenarios distintos en «The darjeeling limited», aquí conectan varias habitaciones más. Aquel barco partido al medio, de «The life Aquatic» es ahora un avión. Aquellos planos diseñados por milímetro en «The Budapest Hotel», se perciben inferiores al nivel de detalle de esta entrega – no viene mal recordar que históricamente se siente más cómodo rodando en interiores y entornos controlados – porque aquí las imágenes están mucho más cargadas de objetos variados en texturas y color, rememorando aquel caos de las redacciones editoriales de antaño. Tenemos escenas en su ya depurada técnica stop motion, incluye escenas en animación de dos dimensiones y realiza una curiosa combinación entre formatos e imágenes a color y monocromáticas. Damos fin con la enumeración para dejarle un poco de sorpresa al espectador, pero de todo este conteo nos surge una pregunta: ¿existe algún otro director que pueda recrear ese tan complejo y metódico estilo audiovisual? Si es que existe alguien así, por favor dejarlo en comentarios. No todo es reutilización de recursos. El realizador toma sus riesgos al introducir un nuevo estilo de narración. En esta ocasión, el juego se encuentra en trasladar el último número de una revista francesa (The French Dispatch) a una pieza visual. Eso significa hacer una conversión de escritura –en formato de artículos periodísticos– al séptimo arte. Y no se trata de adaptar el lenguaje, Wes toma los escritos y los reproduce en voz en off, literalmente, mientras se suceden imágenes en pantalla. Es crucial poder ingresar en la dinámica para poder disfrutar del film. Si no, lamentamos anticipar que van a ser unos 108 minutos de resignación. La dificultad radica en la enorme cantidad de diálogo e información que se brinda al público. Podríamos afirmar que es unas de las cintas más intelectuales de Anderson. Esa circunstancia no derivó de un mero capricho o un deseo de ser petulante: su intención fue aportarle la elegancia que necesitaba su «Carta de amor a los periodistas», según declaró en entrevistas. Cabe destacar que la idea nace de su afición por el diario The New Yorker y varias de las historias expuestas están basadas en noticias reales del periódico. Es así como surge un largometraje organizado en fragmentos, donde cada uno representa una de las notas de la última edición de The french Dispatch. Al mismo tiempo, toma un segundo riesgo, se sale del tono light y familiar que maneja normalmente y decanta por un aura un poco más adulta. A sabiendas de que la densidad de sus diálogos y la historia sobre periodistas sería poco atractiva para los más chicos, se dio el gusto de dotar al film de mucha ironía, humor ácido y gamberro, y hasta escenas de desnudos explícitos. Este hecho figura una gran distinción dentro de su extensa filmografía y nos animamos a aseverar que también es una de las obras que más buscan evocar emotividad y reflexión en ciertos pasajes, fundamentalmente en los momentos clave de cada relato. También, notamos un intento de «afrancesar» sus planos, tomando elementos del cine clásico europeo, con homenaje al gran cineasta Jacques Tati incluido en la ecuación. No podemos concluir este texto sin hablar de lo que es, tal vez, la parte más estimulante y prometedora de la película desde que nos enteramos de su existencia: el reparto. Claramente, transitamos una época en la que los mega-elencos son moneda corriente y hasta necesarios para poder lograr éxito en taquilla. Es algo que transciende también en otras artes, como la música con la lluvia de feats y reuniones de cantantes. Pero centrándonos en lo que nos cita aquí, Wes Anderson es un maestro a la hora de tomar actores de peso – que encabezarían cualquier cartelera sin ningún problema – y reducirlos a formar parte de extenso y milimétrico mosaico de personajes extravagantes e historias extraordinarias. Hablamos de los ya clásicos Bil Murray, Owen Wilson, Adrien Brody, Saoirse Ronan, Jason Schwartzman y Edward Norton, combinados con jugosas fichas como Benicio del Toro, Frances McDormand, Jeffrey Wright, Tilda Swinton, Timothée Chalamet, Léa Seydoux, Willem Dafoe, Elisabeth Moss, Christoph Waltz y una larga lista de cameos que te dejan boquiabierto. No solo se trata de artistas populares, sino que todos son miembros de esa corta lista implícita de Hollywood de «actores de calidad», que pueden trabajar donde les plazca porque sus cualidades les permiten un amplio abanico de posibilidades. En conclusión, Wes Anderson nos brinda un nuevo peldaño dentro de su camino a la perfección audiovisual. La belleza de sus encuadres se ve sustentada por la elocuencia de su reparto actoral, la sencillez de sus historias, la curiosidad y pulcritud de su técnica, y el enorme corazón que deja en cada una de sus obras. Una vez más, la sonrisa melancólica invadirá a sus espectadores.
Esta semana llega al Cine Gaumont «Desterro», una coproducción Brasil-Portugal-Argentina, dirigida por la brasilera María Clara Escobar. Si bien la cinta realizó su estreno internacional el año pasado, presentándose en la Competencia del Festival de Rotterdam, recién ahora se hace presente en nuestro país gracias a la labor del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) que la proyectará en el ya mencionado complejo. También, tendrá dos exposiciones en Cinear.TV y quedará disponible de forma online y gratuita en el sitio Cine.ar a partir del viernes. La obra cuenta con un largo camino previo a su debut. Se viene gestando desde 2015. Ese año fue parte de la selección oficial del BrLab, un evento anual desarrollado en Brasil, dedicado a futuras películas en fase de desarrollo y financiación, y a la formación de profesionales del sector audiovisual de toda América Latina. En aquella ocasión, «Desterro» fue uno de los doce proyectos seleccionados frente a doscientos treinta y nueve postulantes. Cabe destacar que es la ópera prima de ficción de Escobar. Previamente dirigió el documental «Os dias com ele», premiado en festivales como Tiradentes, Doclisboa y La Habana. Completa su historial dos cortometrajes y la participación en «Histórias que só existem quando lembradas» de Julia Marat, como guionista y asistente de dirección. La sinopsis del film nos anticipa la historia de una mujer joven desaparece de repente, dejando a su familia totalmente desolada. Un tiempo después, su marido escucha noticias de que han encontrado su cuerpo fallecido en la Argentina. Si bien ese es el hilo narrativo, poco importa en el resultado final. La directora nos plantea una historia con múltiples capas: una es la literal que se apoya en «lo que se ve», y la otra corresponde a «lo que se siente» que encuentra lugar en todas aquellas sensaciones y sentimientos que desbordan aquella calma y estancamiento que se percibe a primera instancia. Estamos frente a una típica cinta destinada a recolectar galardones en cuanto festival de cine se le cruce. Son claras sus intenciones de construir un relato poco convencional, basado en la utilización de recursos novedosos y sin un claro objetivo. Mientras el cine habitual intenta que cada toma tenga un sentido y cada segundo de pantalla aporte algo de información, en este tipo de piezas se disfruta de la extensión de sus escenas, la extravagancia de sus encuadres (que no respetan las reglas de composición y abundan de extensos vacíos de imagen) y los divagues de sus diálogos que apuntan a generar reflexiones y complejos pensamientos en el espectador. Obviamente, dependerá de los ojos que la reciban decidir si esta desorientación constante y curso existencialista derivan en un aceptable trabajo audiovisual, o no. Si retomamos los conceptos de calma y estancamiento, mencionados más arriba, debemos hablar del estilo cinematográfico escogido. Se divide en tres fragmentos ordenados de forma anacrónica, predominan los planos estáticos y extensos, y se desiste de transiciones fluidas, tomando preferencia por el corte abrupto, buscando el choque visual producto de la yuxtaposición de imágenes que normalmente se considerarían un error. También se hace mucho uso de voz en off, primeros planos bien cerrados y un particular manejo del rompimiento de la cuarta pared en formato de entrevista, que se sale de todo el pacto ficcional instaurado desde un principio. Por el uso desmedido de la última técnica citada, por momentos se torna en una obra profundamente discursiva. La densidad de esos diálogos y anécdotas relatadas por muchas mujeres funciona muy bien como una declaración de principios, desde la posición de la mujer hasta la situación política del país, de su realizadora frente al Brasil actual. Pero no resulta tan agradable que, en la segunda mitad del metraje, los monólogos releguen la historia troncal a un segundo plano. Entendemos que, entre tantas ideas planteadas a lo largo de sus minutos, el eje central termina siendo la omnipotente necesidad del ser humano de escapar de la cotidianidad y el sentirse vivo. Es claro que «Desterro» no tiene en la mira lograr una aceptación masiva, ni sacar un rédito económico. Pero aquellos que puedan disfrutar de sus minutos, se van a quedar con una buena sensación pos visionado. Se trata de una de esas películas que, cuando terminan su exposición, apenas empiezan.
Esta semana desembarca en cines de todo el mundo la nueva gran apuesta de Marvel Studios: «Eternals». Se trata de la primera película, de un equipo de superhéroes, dentro de la fase 4 del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM). La encargada de convertir en realidad la historia de los eternos es la recientemente oscarizada Chloé Zhao. Recordemos que el año pasado estrenó la multipremiada «Nomadland», con Frances McDormand como protagonista incuestionable. En esta ocasión, la directora oriunda de Pekín, se sale de su clásico estilo audiovisual independiente y temáticas relacionadas a los conflictos internos de los protagonistas para aventurarse en una monumental historia al clásico estilo Marvel, con planeta al borde de la destrucción incluido y todos los necesarios clichés del género. La historia se basa en los cómics creados por Jack Kirby en la década del 70. Narra la historia de los Eternos, una raza de seres inmortales con poderes sobrehumanos que han vivido en secreto en la Tierra durante miles de años. Quienes se pregunten por qué no interfirieron antes, quédense tranquilos que existe una respuesta muy simple. Esta incorporación expande aún más los horizontes de la empresa que recién comienza a esbozar las nociones de multiverso, conceptos temporales, universales e intergalácticos que rigen el UCM en su totalidad. Dicho todo esto, empecemos con nuestra experiencia al visualizarla. Cinematográficamente es impecable, tal vez una de las más delicadas y estéticas películas de la franquicia. La directora insistió en utilizar la mayor cantidad de escenarios reales para las tomas y eso tiene un impacto directo en el resultado final. Todo se siente muy tangible y verosímil, le aporta mucha credibilidad a la historia y le brinda un aspecto sobrio, moderado y realista, que corta con la extravagancia en exceso de otras entregas. Sin embargo, eso no significa que cuente con poca espectacularidad visual, toda la presentación de los poderes de cada personaje y el uso de sus habilidades en el campo de batalla, la dota de la maravilla necesaria para que disfrutemos enormemente de lo que vemos. Nobleza obliga, debemos mencionar las inacabables puestas de sol que rodean el mundo de Zhao, es clara su devoción hacia la majestuosidad de la «hora mágica». El gran problema del filme es su guion. Y no queremos decir que hay un problema de guionistas, o de elecciones, el problema es el tamaño del argumento. Estamos frente a un relato que funge como presentación de una nueva raza de superhéroes, con una breve introducción de cada uno de esos 10 personajes, sumándole que tienen la obligación de interpelar al espectador. También, presenta a nuevos villanos: los desviantes. Debe explicar muchísimos nuevos conceptos e ideas en torno a los «Celestiales» y su función dentro del universo. A la vez nos presenta un conflicto central que involucra la destrucción del planeta, varios subconflictos amorosos y problemas de ego y motivaciones dentro del equipo. Es prácticamente imposible que todo eso se pueda unificar en un poco más de dos horas sin tener algún que otro inconveniente. Para darnos una idea, sería algo así como que «Avengers» (2012) se haya estrenado sin ningún largometraje previo y tengan que explicar todo ahí mismo. Tal vez, lo más conveniente hubiera sido desistir de algunos conflictos o explicaciones para no sobrecargar de información al público. La inexperiencia en el género por parte del equipo de guion, tal vez se vio reflejada en el excesivo uso de flashbacks como recurso develador de misterios o la abundancia de diálogos que explican hasta lo más mínimo. De todas formas, no es algo que aturda. Claramente no juega en las ligas de entretenimiento que nos tiene acostumbrados el estudio, pero la comicidad está presente, y gana en otros aspectos que la convierten en un caso aislado dentro de la franquicia. El metraje presenta una visión mucho más madura y rompe con varias reglas tácitas. Una de ellas es que presenta héroes que no brillan por sus cualidades exteriores, sino que resplandecen por sus atributos internos. Sus poderes casi que pasan a un segundo plano en los momentos clave del relato. Tampoco tiene miedo en desarrollar escenas de sexo, o besos, entre personas del mismo género, algo completamente vedado hasta el momento. El motor de acción de los personajes en la esperanza y los buenos deseos hacia la humanidad, y toma mucho de la filosofía oriental para explicitar este rasgo. Hasta en los momentos más caóticos de batalla (que hay muchos), reina la serenidad por sobre el descontrol. Necesitaríamos un segundo artículo para poder hablar, como corresponde, de la cantidad de actores delante de pantalla. La historia de cada uno vale la pena ser contada. No se trata solo de celebridades del tamaño de Angelina Jolie o Salma Hayek (por cierto, la primera heroína que habla español). Encontramos pequeñas joyas como el surcoreano Ma Dong-seok en la piel de Gilgamesh, el comediante pakistaní Kumail Ali Nanjiani como Kingo, el irlandés Barry Keoghan como Druig, la estadounidense Lauren Ridloff como Makkari (quien es sorda e incluyeron el lenguaje de señas en el filme gracias a su personaje) y hasta Kit Harrington en un pequeño pero importante papel. Paramos de contar para no aturdir al lector, pero este problema de cartelera se transpola a los personajes y algunos reciben mucha menos atención que la que deberían. Está claro quiénes son los protagonistas, y quiénes los acompañantes, pero irremediablemente hay que decir que a algunos le sienta mucho mejor el casting que a otros. No es la primera vez que Marvel apuesta por traer directores con nombres propios y estilos definidos para refrescar la desgastada fórmula de sus productos (desgastada, no quiere decir poco efectiva). En ocasiones anteriores pudo haber sido James Gunn o Taika Waititi, dos directores que dieron en el clavo con sus coloridas, desprejuiciadas y divertidas formas de encarar una cinta héroes interplanetarios. Pero ahora estamos frente a un choque diferente. Mientras Gunn venía de dirigir «Super» (2010) y Waititi dirigió «What We Do in the Shadows» (2014), dos cintas similares al estilo de la casa, Zhao viene de la mencionada «Nomadland», «The Rider» (2017) o «Songs My Brothers Taught Me» (2015). Sus películas son profundamente terrenales, y no está demás mencionar que en todas ella fue guionista, directora y productora, lo que significa que siempre controló todos los aspectos de su obra. En consecuencia, la combinación del sello de autor con la receta mega estudiada del gigante de los comics, da como resultado una pieza muy especial. Indudablemente será muy discutida ya que el look adulto y las vibras realistas que desprende la cinta no se corresponden para nada con las históricas formas de este universo, que ya cuenta con 25 entregas (sin contar series y películas aún no estrenadas). Pero parece razonable, y hasta necesario, eventualmente salirse de la zona de confort con el afán de seguir mejorando las características básicas del género. «Eternals» configura un estilo radicalmente diferente, que viene a convertirse en la primera en su impronta. En el futuro, veremos si queda como un caso aislado, o si los directivos del estudio deciden seguir explorando la huella que plantó Zhao. Lo cierto es que vale la pena disfrutarla en pantalla grande. La película de Marvel, menos Marvel, merece recibir el respeto de los fans tan solo por el hecho de animarse a salir del molde y regalarnos una atípica historia de superhéroes.
Luego de un 2020 prácticamente nulo en lo que a Blockbusters se refiere, desembarca en Argentina uno de los estrenos más esperados del año: «Godzilla vs Kong». Un nuevo episodio del conocido «Monsterverse» que Warner Bros y Legendary Entertainment vienen gestando desde 2014 con el estreno de «Godzilla». Este reboot del histórico universo cinematográfico poco a poco se está convirtiendo en una de las sagas actuales más equilibradas y mejor aceptadas por el público. La franquicia se completa con «Kong, skull island» (2017) y «Godzilla: King of the monsters» (2019). La historia general nos establece en un mundo donde comienzan a despertarse distintos monstruos mitológicos que habitan la tierra desde hace miles de años. Estos seres legendarios tienen origen en al género cinematográfico japonés llamado Kaiju (bestia extraña o gigante), que los instaura como los verdaderos reyes del planeta que vienen a reclamar su lugar de dominantes. Si bien son varias las bestias que aparecen a lo largo de la saga, nuestros protagonistas son Godzilla (Gojira) y Kong. Los conocemos en las dos primeras entregas de 2014 y 2017, respectivamente. Luego, en 2019, sigue el relato del animal marino que debe luchar con varias criaturas para conservar su lugar de alfa, y a la vez salvar al ser humano de la extinción. Algo que no se suele mencionar es que se plantea a las criaturas como seres con la misión de mantener el equilibrio en el reino animal, por lo que no son necesariamente «malos». Y así llegamos a la película que nos congrega aquí: Kong es uno de los últimos titanes que pueden sacarle la posición a Godzilla, así que se enfrentan para definir quién va a ser el verdadero rey de los monstruos. El elegido para dirigir tan ambicioso proyecto es Adam Wingard. Un director de orígenes en el terror under, que comenzó a pisar fuerte en la industria luego de «The Guest» (2014): un thriller protagonizado por Dan Stevens, que es considerado su mejor film hasta el momento. Luego derivó en una cuestionada secuela de «The Blair Witch Project» titulada «Blair witch» (2016) y el enorme fracaso de Netflix adaptando «Death Note» (2017). El nuevo tanque audiovisual es su oportunidad de reivindicarse como creador de grandes éxitos de taquilla. Según la crítica especializada y quienes ya la pudimos ver, aprovecha el éxito que lo antecede y le hace justicia al tan esperado choque de gigantes. En cuanto a la película en sí, logra impactar eficazmente como un espectáculo cinematográfico. Tiene un atractivo diseño visual, con ciudades llenas de neones, selvas exóticas repletas de animales y plantas tan extrañas como cautivantes, y cavernas cubiertas de minerales luminosos. Su apartado sonoro no se queda atrás dando un auténtico festival de rugidos que te erizan la piel y momentos cinemáticos que potencian las circunstancias. Aunque, nobleza obliga, hay que admitir que, en el afán de crear dichos momentos, a veces la banda sonora se siente sobrecargada o inoportuna. Será cuestión del gusto del espectador precisar si este aspecto es positivo o negativo. Desde nuestro lugar, recomendamos ver la cinta en las mejores condiciones posibles para un óptimo disfrute de sus cualidades técnicas. En relación a la historia, el gran acierto consiste en seguir ahondando en el universo creado. En lugar de quedarse dentro de las fronteras establecidas, se extiende más allá y coloniza nuevos territorios dentro de las vastas posibilidades. Eso le brinda la frescura que necesita para no caer en una repetición de argumentos (que, ya de por sí, suelen ser bastante estandarizados). El gran problema, a nivel guion, radica en sus protagonistas humanos. Al igual que en sus antecesoras, hay un exceso de personajes secundarios que, en su gran mayoría, carecen de un propósito claro y terminan por perjudicar el relato. Cada actor necesita tener un momento de protagonismo, pero sin opacar a los titanes. Entonces, se vuelve un dolor de cabeza tener tantas figuras a las que complacer en un tiempo limitado. En nuestra opinión: menos, es más. Sobre todo, en películas donde las estrellas, no son seres humanos. Al problema se le puede sumar el exceso de alivio cómico que se le impuso. De la mano de Milly Bobby Brown, Julian Dennison y Brian Tyree Henry, se intenta poner humor al estilo de John C. Reilly en «Kong: Skull Island», pero sin el mismo resultado. Toda la trama en torno a ellos se siente absurda y sobrante, en líneas generales. A pesar de estos percances, quienes decidan darle una oportunidad a la obra seguramente estén esperando grandes cantidades de combates entre titanes y acción a montones. En este punto hay que detenerse para admirar el gran trabajo que exponen las coreografías de pelea, el muy buen uso del CGI y el correcto montaje. En ningún momento uno se siente perdido dentro de las secuencias de acción o de lucha, todo está bien definido y efectuado. La película logra transmitir la potencia y epicidad que semejante encuentro ameritaba. Pero esto no es algo nuevo. Toda la saga funciona muy bien dentro de este aspecto y es digno de mencionar el acertado trabajo de las productoras al poder combinar cuatro películas, de diferentes directores, manteniendo la misma línea estética dentro de un relato que fue en constante crecimiento hasta culminar en este punto. En conclusión, podemos afirmar que no se trata de la mejor película Kaiju alguna vez hecha. Pero sí es una excelente ocasión para satisfacer la necesidad de grandilocuencia audiovisual proveniente de los grandes blockbusters Hollywoodeneses. Sin dudas, no saldrás decepcionado de la sala y tal vez con ganas de más. Sus 113 minutos se pasan volando y se dejan disfrutar gratamente. Excelente razón para volver a vivir el maravilloso ritual de ir al cine.
Si bien «Cyrano Mon Amour» –también conocida como «Edmond»– cuenta con fecha de producción en el año 2019, se mantiene oculta en gran parte del mundo hasta el 25 de junio, día que llegará como novedad a las plataformas de Itunes y Google Play. Se trata de la ópera prima del actor, guionista y director franco-británico Alexis Michalik, que anteriormente había dirigido dos cortometrajes («Au sol» – 2014; «Friday Night» – 2016). En 2016 el dramaturgo escribió la galardona obra teatral «Edmond», en donde relata su versión de cómo se creó «Cyrano de Bergerac». Una de las obras de teatro más famosas de la historia que, con más de 100 años de antigüedad, sigue siendo objeto de representación con un gran número de adaptaciones al cine. Fue tal el éxito de su creación, que decidió llevarlo a la gran pantalla. La cinta, ambientada en plena Belle Époque (1897), relata la historia de Edmond Rostand, un joven dramaturgo que viene de varios fracasos y se encuentra en una crisis creativa. Luego de conocer a Constant Coquelin, el actor del momento, se le encarga crear una obra en solo tres semanas con el agravante de ser la pieza que podría salvar su carrera o terminar de hundirla. A partir de ese momento el protagonista atravesará una odisea en busca de la inspiración. Se trata de una comedia dramática súper efectiva. Se maneja muy bien en el terreno de lo cómico, tomando elementos de la comedia de enredos, trabajando un humor inteligente y sin caer en chistes fáciles o burdos. En ningún momento flojea y siempre se mantiene dinámica y entretenida. Se complementa con justas medidas de drama y un muy particular romance, haciendo especial hincapié en el romanticismo poético y los clichés del espectáculo de antaño. Aprovechando las ventajas de estar ambientada en plena época dorada del teatro, el filme funciona a modo de retrato de cómo un escritor logra encontrar inspiración para diseñar una historia. Y muestra con fidelidad cada etapa de este arduo proceso: escritura, producción, diseño de escenografías, ensayos, problemas de egos, contratiempos hasta último momento, etc. De más está decir que los personajes van a luchar contra viento y marea para lograr completar el prematuro estreno de su preciada obra. Si nos fijamos en su producción, vamos a encontrar un trabajo impecable. Tanto la ambientación, como la dirección de arte, el vestuario y hasta la posproducción de efectos especiales, están bien trabajados y podríamos hablar harto tiempo de su detallismo. Encontramos una estética inicial que evoca a «Hugo» de Martin Scorsese, y de hecho ambas comparten guiños a la invención del cinematógrafo de los hermanos Lumière. Luego se va tornando más cálida y cautivadora en su coloración, al mejor estilo de películas clásicas francesas como «Amelie», siempre conservando una fotografía delicada y elegante, a cargo de Giovanni Fiore. No podemos olvidar mencionar el importante reparto de actores que hacen de este audiovisual una pieza con muchas posibilidades de consagrarse en lo más alto de las comedias francesas. Encabeza el joven Thomas Solivérès, el experimentado Olivier Gourmet y la bellísima Lucie Boujenah. Y completan Mathilde Seigner, Dominique Pinon, Clemetine Celarie y Tom Leeb. Todos actores de gran presencia en el panorama local. En resumidas cuentas, «Cyrano Mon amour» es un excelente homenaje al teatro, que reivindica la importancia del dramaturgo y los artistas detrás de la obra. Con exquisitos diálogos transmite el encanto de la Belle Époque, y combinando ficción con realidad, mantiene un ritmo narrativo muy llevadero. Si bien brilla por su comedia, crea una faceta de romance muy entrañable entre Edmond y su musa, con un interesante concepto sobre la fuerza del deseo. Totalmente recomendable tanto para aquellos asiduos al teatro, como para quienes no conocen mucho del tema. Una divertida sátira que nos recuerda la magia da la dramaturgia.
Luego de varios años de producción, la película «Algo con una mujer» será estrenada este 18 de junio, en televisión abierta por el canal Cine.Ar. Un día después se encontrará disponible de forma digital en la plataforma streaming de la cadena. La obra es co-dirigida por Mariano Turek, quien anteriormente se desarrolló como director de series televisivas, y Luján Loioco, directora de «La Niña de Tacones Amarillos», cinta que ganó el concurso Ópera Prima del INCAA (2010), entre otros. También es fundadora de Libre cine, productora de cine independiente que se hizo cargo de la producción de la cinta que nos convoca aquí. Se trata de un audiovisual basado en la obra «La Rosa» de Julio César Beltzer, que a su vez está inspirado en un hecho real que tuvo lugar en la década del 50. El filme ambientado en el año 1955, relata la historia de Rosa, una ama de casa promedio con el único propósito de ser buena esposa y quedar embarazada. Contrario a su deseo, se encuentra sumergida en la soledad y el aburrimiento ante la ausencia de un marido comprometido en causas políticas. Su profunda devoción y esperanza hacia un futuro mejor, se verán arriesgadas luego de presenciar un asesinato. Solo se me ocurren elogios para este humilde thriller policial que, sin demasiada pomposidad ni derroche de elementos, logra una pieza audiovisual muy bien acabada, con detalles interesantes y un gran manejo del suspenso al mejor estilo Hitchcock. El primer acierto corresponde a la ambientación. Y es que el contexto político y social (Revolución libertadora) tan caótico que se nos plantea, no es un simple atractivo histórico o estético, sino que cumple un papel preponderante en la historia. Saliendo de su función narrativa, es notable el despliegue de escenografía, arte y vestuario para una correcta adaptación a la época. Cabe señalar que los exteriores fueron rodados en la Ciudad de San Antonio de Areco, un lugar famoso por conservar las fachadas de los inmuebles intactas desde hace décadas. Desde lo técnico, podemos mencionar la cuidada fotografía, a cargo de Gustavo Biazzi, que denota la dedicación de sus realizadores dentro del set de grabación. El efecto de sentido toma más fuerza al saber que solo contó con escasas cuatro semanas de rodaje. No por tratarse de poco tiempo se limitó a una producción convencional, sino que se dieron la libertad de enmarcar escenas arriesgadas con mucho juego lumínico en donde tiene amplia presencia el uso de la oscuridad e iluminaciones puntuales (entiéndase luminarias leves, velas, linternas, cigarrillos). También es de gran agrado la banda sonora, encabezada por Gabriel Chwojnik, que obtiene composiciones enigmáticas que combinan perfectamente elementos de misterio con sonidos característicos de aquel entonces como la milonga y la cumbia. Si bien Abel Ayala y Manuel Vignau están muy sólidos y pintorescos en su labor co-protagónica, los aplausos se los lleva María Soldi, quien se pone la obra al hombro y con una presencia casi total dentro del relato, dota de matices a su personaje y nos sume en la búsqueda de la protagonista. Algo muy cautivador que no podemos evitar mencionar es el parecido físico y estético que logran en Rosa, evocando a Audrey Tautou en «Amelie» (2001) con escenas como la del cine o el reflejo en los espejos. Simplemente adorable. Dada la temática de la película es interesante ver el fuerte, pero sutil, abordaje de la historia desde una perspectiva femenina. Esta decisión le da un aire fresco al género y pone en tela de juicio varias cuestiones en torno al machismo que, aunque se trate de una cinta ambientada en otro tiempo, siguen vigentes en muchos sectores. Turek y Loioco logran una película redondita y entretenida con momentos atrapantes y un desenlace sugerente.
Este 4 de junio «Gauchito Gil» hace su estreno en la plataforma gratuita Cine.AR, donde desembarcan todos los estrenos nacionales en plena pandemia. Luego de varios años de producción, finalmente ve la luz la ópera prima de Fernando del Castillo, un joven cineasta correntino que rinde culto a la figura religiosa en esta película grabada, casi en su totalidad, en su provincia natal. En las épocas que transitamos, es valioso crear cine de forma independiente y aquellas austeras cintas que logran sobrepasar las adversidades que se presentan, son dignas de ser vistas y disfrutadas. La historia nos retrata la vuelta a casa de Antonio Gil, luego de haber luchado en la guerra de la triple alianza. Sus intenciones de asentarse con su amada y seguir su vida en tranquilidad, se ven truncadas cuando el Coronel Salazar se presenta para reclutarlo nuevamente. Ante la negativa del gaucho, este se ve obligado a escapar y comienza una incansable búsqueda por parte las autoridades. La obra es protagonizada por un acertado Roberto Vallejos; unos muy sólidos Claudio Da Passano y Santiago Vicchi como antagonistas; y unas idóneas Paula Brasca y Éstel Gómez que cumplen su labor con mucha eficacia. Destaco principalmente la correcta adaptación a la entonación verbal tan particular que tienen los oriundos de Corrientes, de haber fallado en ese aspecto, se hubiera perdido el verosímil de la aventura. Luego de un primer visionado se puede afirmar que esta pieza audiovisual, además de ser una auténtica obra de cine nacional, cumple la función de homenaje a la figura del heroico gaucho. Son innegables las intenciones de retratar el costumbrismo guaraní que, desde Corrientes, llegó a cada rincón de Argentina. Cabe mencionar que la historia original había sido pensada como documental. Una vez embarcados en el proyecto, sus realizadores decidieron apostar por una ficción para retratar la mítica historia del Gauchito. Para tal fin, se basaron en una combinación de varias leyendas que relatan su legado. En un segundo plano, se puede decir que se intenta comprender los sentimientos que llevaron al protagonista a tomar sus decisiones. Ya en el tráiler se pueden apreciar frases como “Nos estamos matando entre nosotros sin saber por qué, ni para quién” o “¿Hay que agachar la cabeza y decir que sí?, alguien tiene que decir que no”, que nos dejan entrever los pensamientos que lo invadían y el espíritu indomable que tenía. Un dato interesante es que se optó por llevar a cabo parte del rodaje en Paso de los Libres, una ciudad situada en la provincia de Corrientes. También contaron con la participación de actores locales y el apoyo de la municipalidad del lugar. En esa misma región fue donde 150 años atrás sucedían los hechos que hoy en día inspiran la cinta. En sintonía con lo autóctono del filme, nos encontramos con un diseño sonoro, creado por Agustín del Castillo, ampliamente habitado por piezas musicales tales como el chamamé, balseado y múltiples sonidos naturales que nos trasladan directamente a 1870. El punto desacertado del film radica en haber elegido una historia demasiado amplia que contar y abrir demasiadas aristas en torno a la vida de Antonio. Esa elección derivó en una narración apresurada con cambios bruscos de tono y un acercamiento muy ligero hacia los personajes. Aunque hay escenas bien ejecutadas que logran generar sensaciones, se percibe una falta de profundización e impacto, en resumidas cuentas, una vez acabada su visualización. Quienes se encuentren un tanto ajenos al suceso, probablemente encuentren dificultades para empatizar con el audiovisual. Sin embargo, los que ingresen en la atmósfera creada, aquellos que conozcan previamente el mito, o los que rindan culto al santo, disfrutarán ampliamente y caerán de lleno en su concepto. Estamos frente a una biopic muy interesante que camina por lugares poco transitados dentro de lo que concierne a la vida de Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez.
André Breton, considerado el padre del surrealismo, afirmaba: «No ha de ser el miedo a la locura lo que me obligue a bajar la bandera de la imaginación». El movimiento artístico surgido luego de la Primera Guerra Mundial, buscaba representar el funcionamiento del subconsciente basándose en teorías psicoanalíticas y dejando de lado todo control racional. Además de Bretón, redactor del «manifiesto del surrealismo» (1924), podemos pensar en René Magritte, Luis Buñuel, Man Ray y Salvador Dalí como los grandes exponentes de dicha corriente. En este contexto comenzó el viaje de Dalí hacia lo surreal. En 1929 conoció a Buñuel y otras personalidades que marcaron un punto de quiebre tanto para su carrera profesional como para su vida personal: sería el surgimiento del Dalí que todos conocemos. Y como no puede ser de otra manera, en ese punto de su historia comienza «Salvador Dalí: en busca de la inmortalidad»; un documental que nos relata vida y obra del artista. Su objetivo es dar a conocer al hombre detrás del personaje, comprendiendo sus motivaciones y excentricidades que levantaron la bandera de la imaginación por sobre todas las cosas. El largometraje es dirigido por David Pujol, un documentalista español que viene trabajando en el rubro desde 2009, y producido por la Fundación Gala Salvador Dalí. Trabajan en conjunto desde 2013 y anteriormente gestaron los metrajes: «Dalí Pixot, la alegoría de la memoria» (2014), ganadora a mejor documental del AVICOM; y «Dalí, la última gran obra» (2015) donde explora la creación del Teatro-museo Dalí. El guión fue desarrollado en conjunto con Montse Aguer, una filóloga experta en la figura de Salvador y directora de los museos de la fundación, por lo que está asegurada la veracidad de lo narrado y la legitimidad de los documentos expuestos en la cinta. El filme gira en torno a tres grandes ejes. Por un lado, existe un fuerte énfasis en la importancia de los paisajes para el pintor. Se hace referencia en múltiples oportunidades a los tres escenarios donde su creatividad fluía: Figueres, ciudad natal y donde se encuentra su teatro-museo; Portlligat, donde se encuentra su casa taller; y Púbol donde está el castillo que le regaló a Gala (su esposa). El segundo eje es la relación con su familia, la cual se ve entorpecida luego de su incursión en el surrealismo. Y por último se detalla la relación con su gran «musa» y compañera, Gala, inseparables desde finales de la década del 20. La película cuenta con un gran caudal de información, pues se resume toda su vida y obra. Pero lejos de ser un bodrio, logra un gran ritmo narrativo estructurado en capítulos que nos presenta cada temática que se va a desarrollar. Es difícil evaluar su fotografía, ya que gran parte de la obra es material de archivo. Pero se las arreglan para crear un satisfactorio formato en donde los contenidos provenientes de múltiples plataformas (archivos fotográficos de diferentes relaciones de aspectos; archivos fílmicos antiguos y modernos; videos caseros y profesionales; imágenes a color y de blanco y negro; e imágenes estáticas y de movimiento) sepan amalgamarse y concreten una interesante propuesta estética. En cuanto a la banda sonora, y aquí viene lo negativo, la misma está presente en gran parte del largometraje y eso resulta un poco excesivo de a momentos. Tal vez no fue una selección acertada o quizás solo fue un problema de volúmenes que resulta en confusión o aturdimiento. Lo cierto es que lo más chocante se encuentra en su inicio, donde se presenta un documental que tiene un audio original al que se le superpone la voz en off de un locutor que básicamente tapa todo lo que se esté reproduciendo. La poca elegancia a la hora de mezclar sonidos puede llegar a ser lo más desilusionante de la obra, puesto que uno espera más sutileza en dichas cuestiones. De todas formas, una vez que nos acostumbramos al estilo, ya no molesta en lo absoluto. En conclusión, podemos decir que estamos frente a un documental de contenido específico, que encantará a los seguidores del genio, interesará a los afines al arte y puede despertar curiosidad en el resto de los espectadores. Su opulenta recolección de información brinda una agradable experiencia visual e informativa que logra mostrarnos quién era el verdadero Salvador y qué lo motivo a crear ese fantástico y peculiar arte que trascendió el lienzo para llegar a todo tipo de plataforma artística (cine, fotografía, performances, happenings, etc.) y convertirse en una forma totalmente radical de comprender el mundo: la visión daliliana.