Focus Features (filial de Universal Pictures) se encargó de financiar la nueva, y más cara, obra cinematográfica del director de culto Robert Eggers. Tras «The Witch» (2015) y «The Lighthouse» (2019), esta semana llega la tercera película del cineasta: la aventura vikinga titulada «The Northman». La cinta, protagonizada por un elenco estelar integrado por Alexander Skarsgård, Anya Taylor Joy, Nicole Kidman, Ethan Hawke y Willem Dafoe, logra un equilibrio casi perfecto entre la mística del autor y el toque maistream que le exige su presupuesto. La historia tiene base en un relato vikingo antiguo que, según comenta el mito, inspiró a Shakespeare en la escritura del clásico «Hamlet». Su breve sinopsis adelanta: En pleno siglo X, un príncipe nórdico busca venganza a toda costa por la muerte de su padre. La idea se puso en marcha luego del encuentro de Eggers con la cantante Bjork y el guionista Sjón en un viaje a Islandia. La combinación de estos tres, el trabajo de Skarsgård, la producción de Lars Knudsen («The Witch», «Midsommar») y la asombrosa inversión de 90 millones de dólares, logran que una típica historia de venganza derive en una asombrosa epopeya plagada de folk horror, misticismo escandinavo y onirismo. El abismal salto económico del cineasta, le supuso un desafío que hasta el momento no había vivenciado. Poseer tanto dinero a disposición no es algo sencillo. Podríamos definirlo como: cuanta más libertad financiera, menos libertad creativa. Es un detalle no menor para un autor acostumbrado a realizar cine personal y sin restricciones. El estudio tuvo ciertas exigencias que le obligó a recortar escenas y hacer modificaciones de montaje. Sin embargo, en una entrevista con The Guardian el director admitió que, a pesar de haber sido difícil, logró crear un corte que lo dejó satisfecho. Desde Cinéfilo Serial, afirmamos que la película destila el sello Eggers por donde se la mire. El autor supo imponerse por sobre los requisitos comerciales. El largometraje alcanza una experiencia totalmente inmersiva que, gracias al detallismo de su imagen y la envolvente banda sonora, sumerge al espectador en un viaje alrededor de las agrestes tierras nórdicas. La fotografía, fiel a las dos cintas antecesoras, se cierne en ambientes fríos y grises. En las montañas, en la llanura, en el medio del agua, con niebla o con nieve, los maravillosos paisajes de la región se lucen en todo momento. El realismo que conlleva ese tipo de imagen se ve contrastado con las secuencias surrealistas que interrumpen con el estilo práctico que mantiene el film. En dichos momentos, el cineasta saca a relucir sus cualidades como creador de climas oscuros, aterradores y llenos de locura. Origina desquiciados montajes que se dedican a poner incómodo al público dentro de la sala y de alguna manera hacerlo sentir dentro de un ritual de esas características. No podemos dejar de mencionar que para la elaboración del guion se realizó una minuciosa investigación sobre las costumbres y tradiciones de aquel entonces. En algunos sitios web hasta se atreven a decir que estamos frente a la representación más fidedigna jamás hecha en el cine. Al pensar en esta película, es imposible que no se nos venga a la mente la cantidad de testosterona que invade cada recoveco del largometraje. Alexander Skarsgård, parece haber nacido para interpretar personajes monosilábicos que desbordan masculinidad. Ya lo hizo anteriormente en «Tarzán» (2017) y «Mute» (2018) donde literalmente interpreta a un mudo. En una entrevista con Indie Wire admitió: «Nunca he estado más agotado que después de esos seis meses de rodaje». Esa dedicación surgió efecto porque entregó uno de los trabajos más destacados de su carrera. A pesar de que el actor es el pilar del desarrollo argumental y deja la vida en cada grito de guerra, las mujeres tienen un papel determinante en el argumento. La mágica Anya Taylor Joy y la enigmática Nicole Kidman ofrecen performances destacables. Cada una, desde su lugar, deja a la vista la importancia de sus personajes y cómo influyen en las decisiones de los personajes masculinos. Bien pregona Taylor Joy en un fragmento del tráiler: «Tu fuerza (la de los hombres) quiebra los huesos, yo tengo la astucia para romper mentes». Otro elemento a destacar del film es su utilización de la violencia. En los momentos de lucha se hace uso de tomas largas, sin abundancia de cortes. La cámara jamás se queda quieta y juega un papel fundamental en la coreografía de cada combate. Esta forma de representar la acción es muy favorable ya que el espectador puede apreciar cada envestida de los contrincantes. Tampoco hay un gran uso de CGI o incansables enfrentamientos donde los rivales no sufren ningún rasguño. Estos personajes se agotan, sangran y mueren con la facilidad de cualquier ciudadano común. Otro aspecto importante de esa violencia que mencionamos es la presencia del gore como elemento recurrente, una gran victoria del cineasta por sobre el estudio. Nos reservamos un párrafo para destacar las labores de la multifacética Bjork, que volvió a la actuación luego de 17 años de retiro, y del legendario Willem Dafoe que ya brilló anteriormente en «The Lighthouse». Ambos demuestran su asombroso talento con tan solo unos minutos en pantalla. Son una de las tantas joyas que nos regala la cinta y que nos deja con ganas de más. «The Northman» es una obra particular. La crudeza y meticulosidad audiovisual que nos brinda, la vuelve una de las opciones más interesantes de los últimos tiempos. A pesar de su apariencia superficial de corte comercial, Robert Eggers logra imponer su visión y nos regala un complejo popurrí de simbolismos, misticismo nórdico, surrealismo indie y mucho hombre gritando en modo asesino. Si hablamos de cine poco convencional, acá tenemos a un próximo referente.
La semana santa nos regala un fin de semana XXL y, si no te fuiste de vacaciones, ir al cine se convierte en uno de los entretenimientos familiares que más motiva a salir de casa. La renovación de cartelera nos trae a «Las rojas», un western mitológico nacional protagonizado por Natalia Oreiro y Mercedes Morán. La sinopsis nos adelanta el cruce entre una experimentada paleontóloga (Morán) que custodia los restos fósiles de un hipogrifo (animal mítico mitad ave mitad león del que no se tiene certeza de su existencia) y una recién llegada bióloga (Oreiro) que viene a supervisar los trabajos en el lugar. El encargado de llevar la producción a buen puerto fue Matías Lucchesi. Desde sus inicios, el cineasta cordobés, se caracterizó por rodar en lugares naturales donde muchos no se atreven. Hizo su debut cinematográfico con la galardonada road movie «Ciencias naturales» (2014) y continuó su camino con el thriller «El pampero» (2017) donde, a pesar de trabajar con celebridades como Julio Chávez y Pilar Gamboa, se mantuvo dentro de los límites del cine independiente. «Las rojas», su tercer largometraje, supuso su primer salto hacia el cine comercial de grandes presupuestos. Otro detalle digno de mencionar, antes de iniciar nuestro análisis, es quién fue el coguionista de la obra. Se trata de Mariano Llinás, un experimentado guionista, productor y director que, entre sus muchas cintas destacadas, cuenta con «La flor», un filme con la particular duración de 14 horas. Cuando pensamos en la película, se vuelve difícil establecer las pautas que definan su género. A primera vista es un western, pero ni su propio director la asume como tal. Tiene algunos tintes de fantástico, un poco de buddy movie (películas de amigos), algunos pasajes filosóficos y hasta juega brevemente con la crítica social y el humor. Todo ese mix de subcapas la convierten en un híbrido bastante inusual en la industria nacional. El panorama internacional está plagado de cintas heterogéneas imposibles de encasillar, pero la industria autóctona aún se mantiene bastante fiel a las claves que hacen a cada género. Por ese simple motivo, que implica consumir algo distinto en la pantalla, ya vale el visionado. El metraje tiene una modesta duración de 92 minutos que alcanza para contarnos una historia bien ejecutada y sin cabos sueltos. Recorremos el film a la par del personaje de Natalia Oreiro y descubrimos los puntos importantes junto a ella. En este sentido la construcción del guion está bien enhebrada, ya que la narrativa sigue su propio ritmo. No hastía, pero tampoco desembolsa toda la información de un tirón. En algún lugar, se permite jugar con el espectador. En varios momentos cambia nuestro parecer sobre cada protagonista en base a sus diálogos. Bajo la misma línea, se divierte mutando la tonalidad general de la obra. A pesar de arrancar con un gag puramente cómico, se desarma para ir a su parte más indie, para luego continuar por el western y seguir zigzagueando entre el drama, el suspenso y el fantástico. El par protagónico genera una química correcta. La actriz uruguaya (Oreiro) tiene en su rol el trabajo más complicado porque cuenta con el desarrollo de personaje más elaborado de todos. A su vez, construye un personaje pensante que mide sus palabras con detalle, lo que deriva en pocas líneas, pero mucha expresión corporal. Como contrapartida contamos con la actriz argentina (Morán) que luce todo su talento componiendo un decidido, autoritario y vivaz personaje. Ese choque generacional entre ellas es el pilar fundamental del film y el principal objetivo del director. En el medio La voz declaró: «La joven que interpreta Natalia Oreiro va con el deber ser bajo el brazo, con un manual de vida de cómo deberían ser las cosas, mientras que Carlota (Morán) está de vuelta y sabe que las cosas muchas veces no funcionan como deberían o como uno espera. Se produce así un choque de visiones y una de ellas tiene que pasar por una experiencia de riesgo que refleja hasta dónde es capaz de llegar la ambición del hombre». El tercer protagónico es interpretado por Diego Velázquez. Su función, básicamente, es la de antagonista. Y si bien su participación es indispensable para el correcto funcionamiento de la cinta, resulta ser el personaje más chato. No es consecuencia del talento actoral de Velázquez o de sus minutos en pantalla. El problema radica en la nula evolución de personaje. Así como es presentado, se mantiene hasta el final, cuenta con pocos matices y termina restando al resultado final. Como era de esperarse, se hace uso del majestuoso paisaje que brinda Mendoza, lugar donde se rodó la película, y generaron una fotografía llena de planos generales, siluetados y puestas de sol. Fruto de ese excesivo campo abierto se puede notar en las mejillas de las actrices el rojizo color producto de los rayos solares. Los pocos efectos visuales que tiene son correctos y la producción general tiene un buen desempeño. Todo lo referente a ambientación es creíble y verosímil, lo cual no es algo sencillo. En resumen, «Las rojas» es un film atípico dentro del cine argentino. Busca dar su aporte al renacimiento del western con el particular toque fantástico/mitológico y sus bellos paisajes de las montañas mendocinas. Las protagonistas mantienen en orden el desarrollo de la historia y cuenta con uno de los plot twist finales más inesperados que pude ver en los últimos meses. Si buscas salir de los clásicos policiales y comedias genéricas, ésta es tu mejor opción.
Antes de que marzo llegue a su fin, desembarca en las salas de nuestro país la nueva apuesta pochoclera de la mano de Sony y Marvel. La multinacional japonesa continua su idea de adaptar al cine las historias de villanos del universo conocido como Spider-verse, y en esta oportunidad es el turno de «Morbius». Protagonizada por el amado y odiado Jared Leto, la cinta relata la historia del doctor Michael Morbius, un bioquímico que sufre una extraña enfermedad en la sangre. Al intentar curarse y dar una respuesta a su trastorno, se infecta con una particular forma de vampirismo. Antes de seguir ahondando en el contenido de la película, conozcamos un poco del contexto. Existen muchos motivos por lo que la producción está siendo recibida con mucho malestar por parte de los fanáticos y la crítica. El principal inconveniente es su retraso. La fecha original de estreno era julio del 2020 pero, 7 retrasos después, terminó siendo esta semana sumando un total de casi dos años de espera. En el medio aconteció el segundo motivo de incomodidad: a finales del pasado año, llegó a la pantalla grande «Spider-man: No way home». El enorme éxito de taquilla del crossover arácnido dejó la vara demasiado alta. Llegar inmediatamente después, con un metraje dedicado a un personaje desconocido por la mayoría y sin mucho que aportar al multiverso, resulta perjudicial. Por último, el tercer factor que influye negativamente es que durante todo ese tiempo en stand bye, fluyeron rumores de todo tipo en torno a lo que pasaría en el film. A fin de cuentas, tanto revuelo e hipótesis terminaron en decepción para la mayoría ya que no se trata de una cinta abundante de fan service. Por otra parte, comienza a engendrarse un problema que ya varias producciones pertenecientes al universo cinematográfico de Marvel (UCM) han sufrido. El haber entregado películas tan gigantes como lo fueron las últimas dos de «Avengers» y la ya mencionada «Spider-man», se convirtió en algo difícil de repetir. El público espera que los estudios redoblen la apuesta y originen películas cada vez más grandes, llenas de personajes e historias a nivel macro. Frente a esta realidad, traer cintas más pequeñas de nuevos personajes en solitario, termina siendo una jugada arriesgada que tiene muchas chances de no estar a la altura. Eso no quiere decir que necesariamente sean películas de mala calidad, simplemente no coinciden con lo que el público se espera. Analicemos el caso particular de «Morbius» para entender un poco más a qué nos referimos. El largometraje es una historia de origen. Vemos cómo es que un bioquímico agonizante se convierte en una especie de vampiro y, junto a él, descubrimos cuáles son sus habilidades y problemáticas. El objetivo primordial es presentar al personaje y establecerlo dentro de lo que ya conocemos. Jared Leto es un actor inestable que disfruta de grandes aciertos y grandes errores. Aquí, realiza una correcta interpretación del doctor y es quien mantiene a flote el relato. Lamentablemente la historia no lo acompaña y cuenta con varios traspiés de guion. Solo por nombrar algunos: se nos presenta un antagonista sin motivaciones claras que pasa sin pena ni gloria – aunque hay que admitir que Matt Smith tiene carisma y reaviva ciertos momentos -. Otro detalle negativo es el poco peso dramático de sus personajes secundarios. Incluso el gran Jared Harris se ve limitado en su participación. Esa situación podría haber tenido otro resultado si se dedicaba varios minutos más a la construcción del primer acto, donde se expresa el vínculo entre personajes. La escasa duración de 104 minutos (actualmente las películas de superhéroes no bajan de los 120) evidencian que el estudio fue decisivo a la hora de recortar escenas. En consecuencia, la primera etapa se siente apresurada y el espectador no logra empatizar con los protagonistas por lo que pase lo que les pase, poco interesa. Dejando de lado ese aspecto de la obra, en términos visuales sí nos brinda un buen espectáculo. En líneas generales el CGI es bueno. La construcción de la apariencia de Morbius y la forma de representar sus poderes es acertada. Logran generar una imagen atractiva y que se diferencia de muchas otras películas ya vistas. Tal vez, en secuencias de pelea se torne un poco confusa la imagen, pero no llega a los niveles de desbarajuste que tienen películas como «Venom» o «Transformers». Un recurso muy utilizado es el slow motion, lo cual nos regala imágenes impactantes que hacen ver las habilidades del vampiro como lo más cool de los últimos tiempos. Lamentablemente, se vuelve un poco repetitiva y termina siendo desfavorable. En cuanto al tono general del film, podemos decir que no busca ser una repetición del clásico estilo Marvel con acción, humor y un poco de drama. Se toma a sí misma como una historia seria y cuenta con muy pequeñas dosis de comedia. Incluso tiene momentos que se acercan al terror que están bien ejecutados. En conclusión, «Morbius» es un nuevo intento de Sony por aprovechar el asombroso éxito del universo arácnido, colgándose de los triunfos de Marvel. Con varios problemas de guion y una profunda falta de emocionalidad, busca satisfacer al público con buenas visuales y promesas a futuro. Una vez más, el villano devenido en héroe momentáneo invadirá las pantallas e intentará ganarse nuestros corazones. Para un mejor disfrute, recomendamos ir a las salas sin demasiadas expectativas. No olviden quedarse hasta al final porque hay sorpresas.
DreamWorks estrena el 2022 con una nueva apuesta cinematográfica. «Los tipos malos» («The bad guys» en su idioma original) hace su debut en la gran pantalla esta semana y espera posicionarse como una de las más vistas de la cartelera. Luego de grandes sucesos como «Shrek», «Kung fu panda», «Madagascar» y «Cómo entrenar a tu dragón», el estudio viene un poco por detrás de los tanques fabricados por Disney y Pixar. Pero gracias a la aparición de nuevos competidores como Sony («Spiderman into the spiderverse» y «The Mitchells vs. The Machines») o Cartoon Saloon («Wolfwalkers»), la productora decidió cambiar de rumbo y apostar por una animación fresca y renovada que invite a vivir una experiencia dinámica y divertida, con mucha acción y enseñanza. La sinopsis nos anticipa que una pandilla de ladrones es atrapada después de años de innumerables atracos y de ser los villanos más buscados del mundo. El Sr. Wolf negocia un trato para salvarlos a todos de la prisión. El argumento está inspirado en los libros de Aaron Blabey. Los encargados del guion fueron nada menos que Ethan Coen (uno de los prestigiosos hermanos con amplia trayectoria en el cine) y Hilary Winston (una célebre guionista y productora de comedias televisivas entre la que destaca «Community»). Por último, el encargado de llevar la idea del papel a la pantalla fue Pierre Perifel: un cineasta francés novato en largometrajes que cuenta con una amplia trayectoria en el rubro. Fue parte del equipo de producción de películas como «Monsters vs. Aliens», «Rise of the Guardians» y las ya mencionadas franquicias del ogro verde y el panda que haces artes marciales. También dirigió dos galardonados cortometrajes: «Le Building» (2005) y «Bilby» (2018), este último ya bajo el sello DreamWorks. La cinta toma aquellos personajes de fábulas que responden al arquetipo de villanos y se encarga de derribar nuestros prejuicios como un castillo de naipes al que le llega una ráfaga de viento. El concepto fue trabajado previamente en películas como «Shrek», «Megamente», «El espanta tiburones», «Monsters vs. Aliens», etc. Incluso otras empresas como Illumination Entertainment hizo lo propio con «Mi villano favorito». En esta ocasión, los involucrados en la exorcización del mal son un lobo, una serpiente, un tiburón, una piraña y una tarántula. Desde el minuto uno comienza con el trabajo de deconstrucción y se invita directamente al espectador – hablan a cámara – a conocer sus personajes antes de juzgarlos. Sin duda, ser concisa y directa es el gran fuerte de la película. Se propone dos objetivos principales: el primero es el ya mencionado enfoque en derribar las apariencias y el segundo es recuperar la esencia de aquellas películas familiares de épocas pasadas, que dejaban una moraleja y enaltecían valores como la amistad y el trabajo en equipo. Para nuestro disfrute, ambos son cumplidos sin ningún problema. Con respecto al apartado técnico, se buscó un perfil fresco y renovado, similar al que muchas otras compañías se encuentran desarrollando. ¿Cómo logran esos efectos? En primer lugar, la cinta recurre a una estética de animación híbrida. Combinan animación 3D con 2D y algún que otro estilo más experimental como el uso de texturas, trazos y contornos que nos acercan más al mundo de las caricaturas. Otro ingrediente fundamental es la elección de planos y el montaje de los mismos. Su ritmo es vertiginoso, la composición es audaz, juega con slow-motion e incluso rompe con la cuarta pared, algo que no ocurre generalmente en este tipo de metrajes. El último elemento que termina de cuajar los componentes es su soundtrack. En línea con lo dicho anteriormente, la música no podía quedarse atrás y su apoya principalmente en ritmos urbanos para acompañar las imágenes. El líder indiscutido es el funk, quien le da ese aire cool a los villanos más en onda que vas a conocer. Siguiendo con la materia sonora, quienes dan voz a estos personajes (en su idioma original) son grandes personalidades como Sam Rockwell (lobo), Craig Robinson (tiburón), Anthony Ramos (piraña), Awkwafina (tarántula), Richard Ayoade (Profesor Mermelada) y Zazie Beetz (Diane). En conclusión, nos encontramos con una película completamente divertida apta para todos los públicos. Cuenta con diálogos ocurrentes, secuencias vistosas y dinámicas, una estética creativa e innovadora y un gran poder para transportarnos al cine de nuestras infancias. Una idea sencilla y bien trabajada que nos deja una agradable moraleja y la sensación de haber pasado un apacible momento familiar.
DC Comics vuelve a la carga con una nueva entrega de su personaje más famoso. «The Batman» conquista las salas de todo el mundo a partir de esta semana. Se trata de un reinicio de la saga con nuevos intérpretes y una historia bastante fresca. Relata el segundo año de lucha contra el crimen del héroe. Debe seguir los indicios para descubrir la verdad sobre el acertijo, un asesino en serie que deja en evidencia la corrupción existente en Gotham. Según fuentes oficiales, la historia está inspirada en cinco comics de Batman y dos de Catwoman. Entre ellos destacan «El largo Halloween», «Ego» y «Año uno». Se encuentra la lista completa en ECC Comics. La mente detrás de la nueva aventura del caballero oscuro es Matt Reeves. Tuvo bajo su cargo la dirección, fue parte de la producción y escribió el guion junto a Peter Craig. Su filmografía como director es breve pero eficaz, podemos encontrar «Cloverfield» (2008), «Let me in» (2010) y las dos secuelas de la trilogía de «The planet of the apes» (2014 y 2017). Si buscamos en sus trabajos como guionista y productor, los créditos se extienden hasta 1993. En conclusión, a pesar de no poseer demasiado ruedo como cineasta, es un veterano de la industria. Fue una apuesta arriesgada, pero acertada, por parte de la productora ya que barajaron nombres con más espalda en el cargo como Denis Villeneuve o Ridley Scott. Sin más preámbulo, comencemos a desmenuzar nuestra experiencia viendo la película. Como ya mencionamos anteriormente, se trata de una historia de inicio. Nos encontramos con un Batman aún dudoso de sus acciones, que no logra descifrar si su presencia ayuda o modifica en algún aspecto a esa Gotham tan corrompida. En este punto nos detenemos para hablar de Robert Pattinson. Su elección como protagonista fue cuestionada desde el primer momento por los fanáticos. Pero con el pasar del tiempo y la llegada de los teasers y trailers se fue afirmando como el actor ideal. A fin de cuentas, podemos afirmar que efectivamente su labor como el enmascarado es ejemplar. Construye un personaje calmo, monosilábico y parco que denota grandes inseguridades y un latente estado de ira, lo que deriva en un continuo clima tétrico invadido por pequeños momentos de cólera absoluta. Su personaje deambula constantemente entre conflictos internos, Reeves da lugar al desarrollo de esos dramas y sale triunfante. En línea con lo sombrío de su protagonista, la cinta comparte el tono melancólico y realista. Durante los primeros minutos se encarga de describir la inmoralidad de la ciudad y lo que significa el héroe en esa viciosa realidad. Logra que el espectador perciba el miedo de los malvivientes ante la presencia del caballero de la noche. El clima general del film es oscuro y tiene varios elementos de thrillers policiacos. Gracias a la participación del acertijo y sus pistas, podemos tener presente a películas como «Seven» (1995) o «Zodiaco» (2007) del maestro David Fincher. Ese detalle permite extraer la parte detectivesca de Batman, algo muy desarrollado en los comics y videojuegos, pero que poco se ha visto en el cine. Toda esa atmósfera sepulcral se ve aliviada con pequeñas, y necesarias, dosis de humor proporcionadas principalmente por el comisionado Gordon y el pingüino – tal vez el personaje más caricaturesco del film -. Como resultado de ese minucioso trabajo de presentación de personajes e historia, su apartado visual se encuentra a la altura. El encargado de la fotografía, Greig Fraser, hace un trabajo magistral en el uso de los claroscuros para enaltecer la figura de su héroe y mantenernos inmersos dentro de la cinta. Consigue generar imágenes metafóricas – a veces poco sutiles – y de alto impacto. En líneas generales, no es una cinta que brille por su espectacularidad visual, sino que se apoya más bien en los pequeños detalles que la componen para ser disfrutable de todas maneras, sin depender de la calidad de sus efectos visuales o el tamaño de sus destrozos edilicios. Por estas razones, goza de un montaje que se toma su tiempo, no pierde la cabeza por generar dinamismos acelerados o crear situaciones inverosímiles en pos del entretenimiento. Dicho esto, nobleza obliga, debemos mencionar que sus casi tres horas de duración se hacen sentir. El guion tiende a mantenerse en una línea constante de crecimiento, pero en determinados momentos sufre un bajón de ritmo que desconecta un poco y nos devuelve a la realidad. Nada demasiado notorio, pero no se puede negar. Aun así, hacia el final reconectamos con todas las fuerzas para disfrutar del clímax de la obra. Acá hacemos otro comentario: los últimos minutos del film se dedican a dejar puertas abiertas para futuros eventos y eso resulta un poco contraproducente por lo poco orgánica que resulta la inserción de las escenas. De vuelta con el aspecto técnico, en cuanto al apartado sonoro, encontramos un excelente trabajo de Michael Giacchino. El compositor musical tiene una amplia trayectoria de casi treinta años. Es un experimentado en materia de superproducciones. Trabajó con Pixar, Disney, Marvel, Lucas Film y musicalizó las franquicias de «Star Wars», «Star Trek», «Jurassic World», «Misión imposible» y hasta «Spider-man». En esta ocasión, crea un soundtrack exquisito para terminar de completar el aura sombría de Batman. Origina una melodía principal que va variando según la escena lo requiera y se encarga de dejarnos el leitmotiv de la obra incrustado en nuestras mentes. Es imposible que no salgas de la sala tarareándola. El artículo se extiende más de lo común, pero no podemos dejar de hablar de quienes acompañan a Pattinson en su travesía. En el campo de los aliados nos encontramos con Zoe Kravitz, quien nos regala una sensual y carismática Catwoman. Nos vende correctamente el perfil de heroína independiente y desprende una química tremenda con Robert. Romance no nos faltará. En segundo lugar, nos encontramos con Jeffrey Wright que nos brinda un James Gordon del que todos nos encariñamos. Fiel a sus convicciones, pone la justicia ante todo y no duda en confiar en su amigo encapuchado. Finalmente, del bando de los delincuentes, nos encontramos con la frutilla del postre. En primer lugar, Paul Dano (el acertijo) ofrece un villano desquiciado que genera temor por sus modismos más que por sus acciones. Podemos asemejarlo fácilmente con el increíble trabajo de Heath Ledger en el papel de Guasón. Aquel intercambio verbal con Batman es de lo mejor de la película en términos de importancia argumental. Luego tenemos a John Turturro (Carmine Falcone) quien interpreta a un poderoso capo de la mafia que, a pesar de sus breves apariciones, genera una solidez inesperada. Su tono inquisitorio y el manejo detrás de las sombras cual titiritero de Gotham está en otro nivel. Por último, Colin Farrell (Pingüino) logra diferenciarse de su excelente antecesor en el puesto, Danny de Vito, en manos un pintoresco, particular y carismático gángster. Si te quedaste con ganas de verlo en acción, es solo cuestión de tiempo, ya que se encuentra en producción una serie sobre el personaje. En conclusión, podemos afirmar que «The Batman» es una obra ambiciosa que tiene estilo propio. En tiempos de crossovers y multiversos, es agradable ver cómo una película se sustenta por sí sola con un protagonista y sin depender de grandes usos de CGI ni un argumento que incluya el fin del mundo. A pesar de algunas inconsistencias en su historia, la cinta brilla por sus sobresalientes personajes, sus momentos icónicos y el perfecto manejo de su puesta en escena y clima general.
El actor del momento vuelve a invadir las salas de cine. Tom Holland regresa a las pantallas – luego del suceso arácnido – de la mano de «Uncharted», la primera adaptación cinematográfica del universo homónimo de videojuegos que viene creciendo desde 2007. Holland interpreta al caza recompensas Nathan Drake, quien es acompañado por Mark Wahlberg en el papel de Victor Sullivan. Ambos se embarcan en una peligrosa búsqueda del «mayor tesoro nunca antes encontrado» al tiempo que rastrean las claves que podrían conducir al hermano de Nathan, perdido hace ya mucho tiempo. Aunque no suene real, Sony viene trabajando en la producción de esta obra desde el 2008. Su principal inconveniente fueron los problemas de agenda con los actores, directores y guionistas involucrados. Es por eso que fueron cambiando las caras visibles y el equipo técnico a lo largo de los años, hasta que a principios de 2020 Ruben Fleischer asumió el rol de director. El cineasta tiene una breve filmografía donde destacan «Zombieland» (2009), «Ganster squad» (2013) y «Venom» (2018). Las tres cintas mencionadas nos dan la pauta de que se trata de un especialista en cine de entretenimiento. Así que no debería decepcionar en el manejo de esta historia de acción y aventuras. Como es de esperarse, la obra cuenta con un desparpajo visual enorme. Desde la primera escena ya nos encontramos con una secuencia de persecución en el aire, lo que indica que la acción no faltará. Holland se encuentra en su mejor estado físico y Wahlberg –quien originalmente iba a interpretar el protagónico – acompaña como corresponde a su colega. Tampoco podía faltar un popurrí de locaciones vistosas que van desde museos a catacumbas y playas paradisíacas desperdigadas por Estados Unidos, España y Filipinas. La fotografía logra sacar provecho de tales escenarios y compone una imagen atractiva y vibrante que permite que el espectador disfrute de todos los elementos en pantalla. En este aspecto, lo más problemático son sus efectos CGI (imágenes generadas por computadora) que por momentos flaquean y se pierde el verosímil en fragmentos donde los personajes son reconstruidos íntegramente por ordenador. En la misma línea, algunos cromas también resultan cuestionables. Si pensamos en el argumento de la cinta, resulta bastante trillado y sencillo. La realidad es que la película no busca ser más que eso. Se trata de un producto de fácil digestión que casi no posee subtramas, resulta bastante predecible y disfruta del mero acto de entretener. Aquel que desee gozar la experiencia por completo, debe ir predispuesto para ese tipo de cine. El guion –como la mayoría de las obras de búsqueda del tesoro – se apoya demasiado en casualidades, azares del destino e incongruencias que no obtienen demasiadas respuestas. Es la típica obra donde se descubre una pista que pone a prueba el ingenio del protagonista y lo lleva a otra, y luego a otra y así sucesivamente hasta concluir en un clímax a pura acción e imágenes grandilocuentes. No obstante, el largometraje tiene dos debilidades. En primer lugar, el villano propuesto por Antonio Banderas tiene un desarrollo de personaje escaso y resulta muy poco relevante para la trama general. En consecuencia, todas sus participaciones terminan opacadas y derivadas a algo de menor importancia. Aunque debemos mencionar como algo positivo el permitirle incluir líneas de diálogo en español, lo cual no suele pasar en el cine de masas estadounidense. En segundo lugar, otro inconveniente es que la cinta funge principalmente como película de origen. Holland interpreta a un joven Drake que resulta inexperto, confiado y poco rudo, lo cual se contrapone con el personaje de los videojuegos. En consecuencia, recién al final se puede apreciar un personaje más formado y similar con el que cualquier persona afín a los videojuegos está familiarizada. Es claro que las intenciones de los productores es convertirla en la próxima franquicia de cine aventura de la década, por eso se toman la libertad de exhibir la faceta más juvenil del personaje. En conclusión, «Uncharted» se propone ser la Indiana Jones de los centennials, con menos misticismo y más acción desmedida. La química de los protagonistas es buena, la destreza atlética no decepciona, los pequeños golpes de humor caen bien y el relato sabe fluir a pesar de los inconvenientes. Señor espectador, puede venir a olvidarse de su cotidianeidad por dos horas, la aventura está asegurada.
Llega un nuevo jueves y las carteleras nacionales se actualizan. En esta ocasión nos convoca «Muerte en el Nilo», la nueva cinta de Kenneth Branagh. Hablamos de novedad porque ahora desembarca en las salas, pero lo cierto es que la obra está lista desde hace más de 2 años. Tal vez sea una de las cintas más accidentadas de las que logró estrenar, solo por detrás de «The new mutants» (2020). ¿Por qué tanto retraso en viajar a la pantalla grande? Todo comenzó en el tramo final de «Asesinato en el Expreso Oriente» donde al director y protagonista (el mismo Branagh) se le ocurrió mencionar la muerte en el Nilo como enganche para una futura secuela. Como en aquella oportunidad le fue bien en taquilla, Fox aprobó la segunda aventura del detective Poirot, el personaje principal. Según el sitio Screenrant, el film se rodó sin problemas en 2018 y tenía su estreno programado para diciembre de 2019. Para mala suerte de su equipo de producción, Disney adquirió Fox y cambió su fecha por no considerarla rentable en épocas navideñas. Luego explotó la pandemia y se postergó para finales del 2020, pero el fracaso de superproducciones como «Tenet» (2020) hizo que la cinta desapareciera del mapa. Mientras tanto, estalló la polémica por las acusaciones de canibalismo contra Armie Hammer y la controversia en torno a Gal Gadot por su apoyo a Israel en redes sociales, ambos protagonistas de la obra. Siempre que llovió, paró. Y a pesar de los múltiples inconvenientes, la historia creada por Agatha Christie vuelve a vender entradas. La célebre escritora inventó a uno de los detectives más famosos de la literatura inglesa. Se trata de Hércules Poirot, un intelectual, meticuloso y obsesivo investigador belga que protagonizó 33 novelas y 50 relatos cortos publicados entre 1920 y 1975. La idea del bisnieto y heredero de los derechos de Christie fue impulsar una nueva serie de adaptaciones de los relatos más conocidos. Nadie mejor que Branagh para la tarea de adaptar novelas tan famosas. Él tuvo el privilegio de adaptar – satisfactoriamente – varias veces a Shakespeare, Mary Shelley e incluso a Mozart. Así llegó la ya nombrada «Asesinato en el Expreso Oriente» (2017) y aunque «Muerte en el Nilo» no se asuma como secuela desde el título, sí lo es en los hechos. De todas maneras, se puede disfrutar sin la necesidad de haber visto la primera entrega de esta saga que recién está en sus comienzos. En esta ocasión, Poirot debe investigar un crimen a bordo de un crucero que navega por el río Nilo. Además de Gadot y Hammer, el reparto lo completa Annette Bening, Russeell Brand, Emma Mackey, Letitia Wright y Sophie Okonedo, además del director quien interpreta a Hércules. La historia se desarrolla con la elegancia y sofisticación que el relato necesita. La esencia de cada personaje es trabajada en detalle y tanto su vestuario como su atrezo (conjunto de elementos que aparecen en escena) está cuidadosamente seleccionado. En este tipo de relatos, de perfil intelectual, donde los conceptos puestos sobre la mesa, los diálogos y el tono general del film es refinado, se necesita una producción que se encuentre acorde. En ese sentido, el director es un experto. Sabe adaptar sus recursos y su forma de filmar a lo que la producción requiere. El único detalle que puede opacar el producto final es la notoriedad de sus cromas. En esa área faltó trabajo, tal vez por escases de presupuesto. El largometraje cuenta con un primer acto bastante extenso que le solicita paciencia al espectador. Se toma el tiempo de presentar a cada personaje, plantear la ambición de cada uno y especialmente le dedica unos buenos minutos a introducir en escena a Hércules Poirot. Seguramente para que aquellos ajenos a las historias puedan meterse en tema. Una vez que pasa este segmento, aparece el crimen y se vuelve atrapante y llena de misterio. Tal vez, ese es el gran fuerte del film: trabajar en torno al misterio y guiar al espectador para que sospeche de todos y cada uno de los pasajeros del crucero. Cada uno apostará por un candidato desde el comienzo del visionado y deberá llegar al final si quiere descubrir su acierto o sorprenderse. La astucia y obsesiones del detective lo convierten en el personaje más carismático y, como tal, es quien se lleva los mejores momentos. Sin embargo, Emma Mackey brilla en sus breves, pero elocuentes, participaciones. Deslumbra con su compromiso actoral, su sensualidad y su maravillosa presencia. La joven actriz, que sobresale en su papel coprotagónico en la serie «Sex Education», se está haciendo su propio lugar dentro de la industria. Como dijimos anteriormente, la técnica cinematográfica es impecable y una vez iniciado el segundo acto, es adictiva. Es una tarea difícil de llevar a cabo en un ambiente tan acotado como el interior de un crucero. Pero Branagh, experimentado del ámbito teatral, se mueve como pez en el agua en esos contextos. El último rasgo digno de mención es su banda sonora, compuesta por piezas de jazz – la mayoría interpretadas en vivo – que terminan de sellar la exquisita atmósfera que destila la cinta en su conjunto. En conclusión, el metraje nos regala una buena pieza cinematográfica que cumple con su propuesta y adapta acertadamente la historia. Según el gusto de cada espectador, podrá satisfacer más o menos el visionado, pero no hay duda que el cineasta volvió a dar en el clavo con sus intenciones.
Desde este jueves, llega a las salas de nuestro país la nueva aventura cinematográfica de Roland Emmerich. Se trata de «Moonfall», una catástrofe lunar protagonizada por Halle Berry y Patrick Wilson. El largometraje, distribuido por Lionsgate, desembarca incluso en formato IMAX para quienes deseen disfrutar la experiencia en una mejor calidad. El renovado banquete apocalíptico resulta un bocadillo irresistible para los amantes de las historias de cataclismos y desastres naturales. En esta oportunidad, la novedad radica en el tono humorístico y ancestral que impregna toda la obra. Hablemos un poco de su director. Emmerich es un cineasta alemán especializado en cine de acción y de catástrofe. Solo por nombrar algunas de las joyas dentro de su filmografía, podemos mencionar «Universal soldier» (1992) y «Godzilla» (1998), dos clásicos de la década del noventa. Si nos enfocamos en el cine catástrofe, hay tres grandes estandartes del género que preceden a la obra que nos convoca aquí. En 1996 nos regaló la epopeya patriótica «Independence day» donde Will Smith y Jeff Goldblum se enfrentaron a una invasión alienígena. En 2004 se encargó de llevar a la pantalla una de los films pioneros en materia de cambio climático. «The Day After Tomorrow», a pesar de sus inexactitudes científicas, fue una de las primeras películas que puso en agenda el cambio climático. Por último, en 2009, entregó su obra más ambiciosa en cuanto a gastos de producción. «2012» hipotetizó sobre un posible fin del mundo, en dicho año, argumentándose en un calendario maya. Con esa excusa, se encargó de exhibir los intentos de supervivencia de un grupo de personas frente al fin de los tiempos. En efecto, ninguna de las producciones citadas son consideradas obras maestras – al menos, por la mayoría -. Pero sí son cintas memorables, que dejaron su huella en un género tan trabajado en los últimos años. Por esa razón, la especulación sobre la nueva entrega es muy grande. La sinopsis nos adelanta: Una fuerza misteriosa golpea a la Luna fuera de su órbita y la envía en choque directo contra la Tierra a toda velocidad (FILMAFFINITY). En base a esa línea argumental, utilizando la vieja receta del fin del mundo, un pequeño grupo de personas tendrá la subsistencia de nuestro planeta en sus manos. Con respecto a la película en sí, a primera impresión, se siente muy poco original. A pesar de la novedosa problemática (luna cayendo hacia la tierra), el desarrollo de la historia es una sumatoria de momentos ya vistos e intenciones ya trabajadas. Según nuestro punto de vista, se siente como si tomaran secuencias y conceptos elaborados en las películas anteriormente mencionadas, y se las fuera adhiriendo al hilo conductor planteado. En consecuencia, la obra cae en lugares comunes y se siente muy poco sorpresiva. Incluso cuenta con un segundo punto de giro que no termina de generar el efecto esperado. Ni hablar de los guiños finales hacia una posible continuación que, como la mayoría de las veces, dependerá del resultado de taquilla. En cuanto a su aspecto técnico, el montaje es abrupto y genera problemas en la fluidez del relato. La fotografía es correcta, genera buenas postales visuales, pero nada digno de una mención especial. El CGI (Imagen generada por computadora) es de lo más sobresaliente. Desde sus inicios, el director siempre se destacó en esa área. El soundtrack acompaña bien, no opaca la narrativa y ayuda en la generación de climas. En cuanto a las actuaciones, si bien Halle Berry y Patrick Wilson son los protagonistas, quien brilla en todo su esplendor es John Bradley. En base a sus participaciones humorísticas y su verosimilitud con cualquiera de nosotros, es quien se gana los corazones del público y termina generando los mejores momentos en pantalla. No podemos olvidarnos de Michael Peña quien, a pesar de haber ganado peso en la industria, termina relegado a un personaje muy chico que poco importa en el total de la trama. Por otra parte, cuenta con una interesante posición frente a las teorías conspirativas originadas en grupos de personas afines a determinados temas históricos, políticos o sociales. De alguna forma, celebra y reivindica la existencia de estas agrupaciones que proponen ideas alternativas a las oficiales. Una actitud en línea con el desarrollo de «2012» que surgía de la presunción de un fin del mundo en un calendario maya. Según sea la posición del espectador, este punto va a ser positivo a negativo para su evaluación final. A fin de cuentas, no todo es negativo. Objetivamente, el metraje cumple con su misión de entretener. Destacamos que busca generar tensión desde el primer minuto. En consecuencia, falla a la hora de generar emoción, porque no nos da el tiempo suficiente para empatizar con sus personajes. Pero para quienes busquen acción, destrucción monumental y no pensar durante toda su extensión, van a tener lo que desean. Caso contrario, quienes intenten encontrar algo más allá de los hechos literales, se van a encontrar en una difícil tarea.
Esta semana arriba a las salas del país la película deportiva del año. Merecidamente, la historia de las hermanas Venus y Serena Williams llega a Hollywood para formar parte de la acotada lista de personalidades del deporte que cuenta con su propia biopic. «King Richard» («Rey Richard» en Latinoamérica) se encarga de retratar la infancia de las hermanas y deja en claro quién fue su padre, el verdadero mentor y formador de las mega estrellas del tenis que son hoy en día. Muchas películas del género estrenan cada año, sin contar los cientos de documentales, pero solo unas pocas se quedan en el recuerdo colectivo. El responsable de este gran desafío es el director y productor Reinaldo Marcus Green. Un cineasta de ascendencia afroamericana y puertorriqueña que fue predestinado para este proyecto. Podemos trazar un camino perfectamente definido por el que proclamamos que Green era la figura indicada para dirigir. Comienza su carrera en 2014 con su cortometraje «Stone cars», donde instala un relato en torno al racismo. Le sigue otro corto titulado «Stop», donde mezcla racismo con deporte, más específicamente el béisbol. Esa combinación se vuelve a repetir en su poderoso debut oficial «Monsters and men» en 2018, con un reparto encabezado por John David Washington. Dos años más tarde, estrena su segundo largometraje «Joe Bell». Un drama familiar protagonizado por Mark Wahlberg que se basa en hechos reales y pone en juego el acoso escolar y la homosexualidad. Hace unos meses, estrenó una miniserie documental sobre la enmienda XIV en Netflix, la cual está narrada por Will Smith, entre otras celebridades. Finalmente, llegamos a este punto donde utiliza todas las temáticas que ya había trabajado. Une el deporte con un drama familiar basado en una historia real y el, siempre presente, racismo, protagonizado por el príncipe del rap. Es posible que la vivencia de los Williams sea una de las más increíbles de la historia. Dos hermanas que conquistan, juntas, la cima de un deporte tan individualista y competitivo como el tenis, resulta impensable. Pero más inimaginable aún, es descubrir que nada fue casualidad y todo estuvo orquestado por la perseverancia de un hombre totalmente ajeno a ese ámbito. Richard Williams es un personaje particular. Tiene cosas buenas y cosas cuestionables, pero sin dudas es un personaje que se vuelve entrañable. El periodista y escritor argentino Matías Bauso asegura en su libro El deporte en el cine que «el éxito (artístico) de este tipo de films radica en lograr personajes tridimensionales. Proveer a estos deportistas de humanidad y profundidad más allá de la tensión por un resultado». En otra pablaras, con sus aciertos, errores y fracasos, Richard nos genera cercanía y logra instalarse como el absoluto dueño de la cinta. Gran parte de ese impacto se sostiene en la sólida performance de Will Smith. Aceptando el paso de los años, el querido actor comienza a desprenderse de aquellos papeles de sex symbol treintañero y se arrima a esos roles que requieren de otras cualidades para llevarse a cabo. En estas oportunidades, puede demostrar que la enorme trayectoria con la que cuenta no es cuestión de azar, sino fruto de su talento actoral. En segundo lugar, las jóvenes Demi Singleton y Saniyya Sidney personifican satisfactoriamente a las hermanas. Hay que destacar que no es tarea fácil interpretar a un deportista de elite, ya que inevitablemente se debe saber jugar muy bien y encima imitar los movimientos de las personas representadas. Por último, Aunjanue Ellis, como la madre de la famila, y Jon Bernthal, como uno de los entrenadores, hacen su aporte al sostenimiento de la trama. Especial mención a Bernthal que sorprende en cada papel que encarna, por más pequeño que sea. Antes de continuar, vamos a elaborar un pequeño esquema de clasificaciones para que nuestro lector tenga una noción de lo que se va a encontrar en pantalla. En primer lugar, aclaramos que nuestra película cumple con lo que promete y entra en el top de cintas sobre la disciplina. En segunda instancia, podemos hablar de la filmografía de Smith. Si dividimos su trabajo en tres grandes categorías: acción («Bad Boys»), comedias («Hitch») o dramas («The Pursuit of Happyness»), ubicamos a «King Richard» en el sector de dramas. Por último, las cintas deportivas pueden estar destinadas a retratar un evento o momento específico y centrarse exclusivamente en el deporte. O bien, pueden correrse de la actividad y enfocar su contenido en la correcta representación de sus protagonistas. En esta ocasión, se corresponde a las del segundo tipo. Si bien hay buena carga de escenas deportivas, la esencia del film radica en la relación familiar de los Williams. En otro apartado del mencionado libro, Matías Bauso describe «los elementos anímicos típicos de estos films son la emoción y la épica». En este sentido, «King Richard» cumple con lo necesario para confirmar esta afirmación. Pone especial énfasis en la faceta emotiva del largometraje al dedicarse de lleno a representar todas las dificultades por las que tuvo que pasar el protagonista. Llámese racismo, maltrato infantil, humillación pública, palizas varias y una profunda, y constante, falta de respeto. Afortunadamente, toda esa tragedia se ve apaciguada por pequeñas dosis de humor y necesarios detalles esperanzadores. No nos olvidemos de la épica, que se hace desear en un principio, pero comienza a tener destellos una vez que todo se pone en marcha. Brilla por mantenerse contenida hasta el momento culmine de la obra. Aparece cuando debe y hace lo preciso para brindarle al espectador un clímax al borde del asiento que nos recompensa por el camino transitado. En cuanto a su realización cinematográfica, es correcta. No toma grandes riesgos, pero tampoco desentona. Se dedica exclusivamente a engrandecer su guion. Algo similar sucede con la banda sonora. A pesar de incluir hasta una canción original por parte de Beyoncé, el soundtrack no obtiene demasiada relevancia y se mantiene como mero colaborador para un correcto flujo del relato. Algo primordial en este tipo de trabajos es obtener una acertada visualización del deporte. Porque una película sobre tenis, no puede evadir exhibirlo. Si falla, no hay nada que la pueda salvar de las críticas. Consideramos que sortea con mucha holgura ese punto. Las escenas están bien rodadas, se asegura de darle tiempo en pantalla solo a lo que es necesario y los movimientos de las muchachas se sienten verosímiles. Se agradecen las horas de entrenamiento coreográfico entre contrincantes que replicaron jugadas reales de las Williams, sin cortes. Esos son unos de los detalles que convierten este metraje en una joyita del género. En conclusión, estamos ante una película muy efectiva con la que es muy fácil identificarse. La potencia de su historia, la calidad cinematográfica con la que se desenvuelve, el peso de sus protagónicos y las buenas vibras que desprende, la perfilan como una de las grandes competidoras en la temporada de premios. Sin salirse de los moldes tradicionales del biopic deportivo, logra originalidad al correr el eje del relato hacia una figura, hasta el momento, desconocida por la mayoría del público: Richard Williams.
Ridley Scott dice presente una vez más en las salas de todo el mundo. Resulta que, en el último año, viene trabajando full time y dio luz verde a su serie televisiva futurista sobre androides: «Raised by Wolves» (septiembre, 2020). También, hace apenas un mes, debutó la súper apuesta medieval protagonizada por Matt Damon, Ben Affleck, Adam Driver y Jodie Comer: «The Last Duel». Lamentablemente la recepción del público no fue la esperada y el director salió con la mira apuntada a los millenials como culpables del fracaso. Así es como llegamos a lo que nos reúne hoy en este artículo: «House of Gucci» llega a nuestros cines y promete levantar la baja recaudación de su antecesora, a pesar de las críticas mixtas que tuvo en Norteamérica. El octogenario cineasta no es para nada un improvisado. Recordemos que en su haber tiene cintas tan emblemáticas como «Alien» (1979), «Blade Runner» (1982), «Thelma & Louis» (1991), «Gladiator» (2000), «Hannibal» (2001), «Black Hawk Down» (2001) y «The Martian» (2015). Sin duda, es dueño de una carrera prolífica que, aunque tenga algunos traspiés, cuenta con aciertos tan rotundos que es inevitable tenerlo en la historia del séptimo arte como uno de los grandes. Sin embargo, a pesar de su buen trabajo, en el último tiempo Scott viene siendo noticia por sus polémicas declaraciones. Por ejemplo, recientemente se sumó a la discusión en torno al cine de superhéroes, optando por situarse al lado de colegas como Martin Scorsese que no están a favor de su poderío cinematográfico. A fin de cuentas, lo importante es que sigue los pasos de Clint Eastwood, el productor incansable, y ya está trabajando en una próxima película sobre Napoleón («Kitbag»), spin offs de «Alien» y «Blade Runner» y hasta proyecta una segunda entrega de «Gladiator» más adelante. «House of Gucci» relata la historia real de Patrizia Reggiani, interpretada por Lady Gaga, dentro de la familia Gucci. Se trata de una narración clásica de ascenso y descenso de un personaje dentro de un círculo cerrado. Ese sistema fue replicado hasta el hartazgo en cintas masculinas en torno a la mafia o sociedades delictivas. Lo interesante acá es ver cómo funciona con una protagonista femenina. Ya sabemos que Ridley tiene varias cintas encabezadas por mujeres, y todas resultaron icónicas (la teniente Ripley en «Alien», por ejemplo). En cuanto a su realización, había un punto fundamental: la estética. Inevitablemente, al tratarse de una reconstrucción del clan Gucci, la cinta debía destilar glamour y elegancia. Afortunadamente, el requerimiento está satisfecho. La sofisticación de los vestuarios y la pulcritud de los escenarios le aportan ese detalle de distinción y buen gusto necesario. A pesar de eso, no es algo excéntrico que empalague con una imagen sobre estimulada, se mantiene contenida dentro de una atmósfera verosímil. Otro factor primordial en materia de estilo radicó en su elenco. Jeremy Irons como Rodolfo Gucci es exquisito y sigue su misma línea Adam Driver, quien interpreta a su hijo Maurizio. En un segundo peldaño encontramos a Al Pacino como el hermano derrochador Aldo Gucci y su hijo Paolo, interpretado por un irreconocible Jared Leto. Los último dos, más encargados del aspecto alegre y terrenal de la cinta. Es bueno destacar que, aunque estemos frente a un drama trágico familiar, el tono general del film es divertido. Tiene muchos gags y un ritmo dinámico que se sustenta de un guion bien diseñado por Roberto Bentivegna y Becky Johnson. Estamos hablando de una película que sobrepasa ampliamente el común de las dos horas y no se siente pesada. Lo intrincado de los sucesos, la popularidad de todo su soundtrack y el buen ritmo te absorben durante toda su duración, especialmente si no se conoce al detalle la historia real. Dejamos para lo último a la reina indiscutida del largometraje. La enorme Lady Gaga se encuentra en la cresta de la ola, y el cineasta supo dirigirla para que maneje los hilos de la trama con gran solidez. Gaga comenzó su carrera artística en 2005 como cantante, y fue un éxito mundial desde el 2009. El foco siempre estuvo puesto en la escena musical hasta que, en 2018, dio un radical giro al coprotagonizar «A star is born» junto a Bradley Cooper. La película la consolidó como una actriz prometedora. Anteriormente, también había recibido elogios por su trabajo en «American Horror Story: Hotel» (2015). Su Patrizia Reggiani resulta atrevida, astuta, decidida y profundamente ambiciosa. Sin dudas se va a ganar el aprecio del espectador. No por sus actos, sino por su carisma. El único detalle, que seguramente se gane algunos detractores, es su inglés con falso acento italiano que suena un poco extraño en las primeras apariciones en pantalla. Nada descabellado, pero los puristas siempre están a la orden del día cuando se trata de resaltar lo negativo. «House of Gucci» funciona como un nuevo relato de los conflictos internos, con finales trágicos, dentro de las altas esferas de la sociedad. Sin ser una obra maestra, cumple con su cometido de transportarnos dentro de la ególatra, ambiciosa y elegante familia Gucci. Nos permite disfrutar de una buena ambientación, grandes interpretaciones y un excelente manejo del ritmo.