Pitufeando el recuerdo de la infancia. Tengo que admitir que fui con miedo a ver esta película, miedo a matar aquel lindo recuerdo que tengo de llegar del colegio y merendar viendo Los Pitufos al son de la siempre simpática melodía. Ya me ocurrió a principio de año al volver a mirar ese mítico animé llamado Los Caballeros del Zodíaco, y sentir que parte de mi infancia moría al ver lo ridículo que era aquello que tanto disfrutaba. Los Pitufos es otra de esas películas que combina animación con imágenes reales, esta vez la presencia digital está a cargo obviamente de los pitufos y casi en su totalidad el gato Azrael. Con una historia muy simple y directa, siempre explícitamente contada por el Pitufo Actor, vamos viendo cómo viven los duendecillos felices en su bosque protegido por un campo de invisibilidad, mientras que Gargamel -que todavía seguimos sin saber porque usa ropa de monje- planea como atraparlos para consumir su esencia y volverse invencible. Tras uno de los tantos despistes de Tontín, un grupo de seis pitufos, Azrael y Gargamel terminan en la ciudad de New York actual. El guión a cargo de David Stem y David Weiss apunta claramente a un público infantil, más bien a menores de 10 años, ya que el humor simplón a base de caídas y golpazos –sobre todo para Azrael y Gargamel- sólo les causará gracia a los más chicos. Es una pena que no intentaran incluir gags para acompañantes mayores, los pocos que se incluyen funcionan como el de Pitufo Valiente imitando a William Wallace gritando “libertad” es una clara muestra. Los personajes se presentan como extremos, donde los buenos son de buen corazón, y los malos bastante torpes. Lástima que no se arriesgaran un poco más con un personaje como es el de Gargamel, quizá algo menos payasesco hubiese causado más comicidad. En materia interpretativa, no sorprende que a los actores se los ponga en piloto automático. Nuevamente, se desperdician dotes actorales de gemas para la comedia como son Hank Azaria y Neil Patrick Harris. Jayma Mays cuadra dentro de un rol que ya maneja de memoria, interpretando a la típica chica con buena onda y gran corazón, como también a Sofía Vergara, a quien con tan solo una ración de su histéria en Modern Family le hubiera bastado para brindar un aspecto más carismático a su rol de jefa intimidante. El director Raja Gosnell cumple en su rol, por momentos explotando 3D –sobre todo cuando los pitufos se presentan volando por los aires-, a veces recurre al trillado efecto de tirar objetos a la pantalla, creando un efecto agotador. Por otro lado, la BSO es bastante floja, cuando en este tipo de películas suele constituir uno de los elementos atrayentes, pero, para esta ocasión pasa totalmente desapercibida, nunca reforzando lo que transcurre en pantalla. El trabajo de Heitor Pereyra podría haber brindado algún atractivo extra. En conclusión, Los Pitufos es un film para un público muy infantil al que le sobra metraje y que entre adultos seguramente dará lugar al hábito de mirar el reloj personal para avistar cuánto falta para culminar la función.
Antes que nada, pasaré a hacer un mínimo repaso de la historia del personaje en el mundo del comic. Hay que tener en cuenta que el Capitán América nació como una propaganda de la USA libre contra el “imperio del mal” que era la Europa Nazi. Luego, de la mano de Stan Lee, el personaje perdió pomposidad y ganó en humanidad y convicciones –que incluso lo hicieron luchar contra el propio gobierno estadounidense–, y se convirtió en un héroe de la ciudadanía, no tanto alguien que lucha contra su enemigo personal de turno...
Copia Certificada (Copie Conforme, 2010) es la nueva entrega del iraní Abbas Kiarostami, y esta vez cuenta con una enorme Juliette Binoche y, como es habitual en su trabajo, con un actor no profesional, en esta ocasión William Shirmell. Los paralelismos con Te Querré Por Siempre (Viaggio in Italia, 1954) de Roberto Rossellini son muchos, ya que en ambos films vemos a lo largo de la historia una simplificación y al mismo tiempo una amplificación del “el periodo amoroso”, aunque Kiarostami da un paso más allá. El guión del iraní puede llegar a confundir a más de uno que no esté prestando atención al film, ya que en base a un quiebre drástico que da la historia -impagable escena con la mesera-, el director/guionista nos muestra dos estadios de una misma relación: el encuentro y conquista y el desgaste luego de una vida juntos. De esta forma transita desde una aparente primera cita hasta las confesiones más crueles que puede hacerse una pareja, incluidos esos típicos desplantes papelonezcos en público que todos sufrimos o hicimos. Abbas también muestra su talento detrás de la cámara, a través de travellings o de primeros planos frontales a los actores que nos hablan directamente a nosotros mirándonos a los ojos, haciendo que el espectador sea testigo perfecto de los vaivenes de la pareja, o también sintiéndose como la otra parte del dialogo en el plano contra plano, logrando transmitir la incomodidad de las situaciones. Pero esto es nada comparado con el excelente juego que se hace con la profundidad de campo, pero con la profundidad de campo del personaje que no está en pantalla pero podemos ver a través de espejos. Simplemente para disfrutar y aplaudir. Otro punto en la que se apoya este genial film es el trabajo actoral. El actor no profesional William Shirmell cumple a la perfección “los dos papeles” que le toca jugar, el del filosófico escritor escéptico hasta del propio amor, y el del marido desgastado por el trabajo que ignora y no valora a la mujer que tiene al lado. Pero la que de verdad se luce es la hermosa Juliette Binoche, quien por esta labor ganó el premio a Mejor Actriz en Cannes 2010. Si bien su papel es más homogéneo a través del film, la construcción que realiza la actriz para recrear una madre soltera desdoblada en su labor de educar pero, sobretodo, una mujer necesitada de cariño y afecto, es sorprendente y no hace más que justificar la obtención del premio. También cabe destacar la fotografía de Luca Bigazzi, que dota a la película de una naturalidad y realidad tan difícil pero necesaria a la hora de filmar casi un 90% en exteriores. La belleza de la Toscana se puede apreciar perfectamente dado a la inteligencia del director de fotografía. En conclusión, Copia Certificada es un ensayo sobre los dos polos de una historia de amor, perfectamente construida desde el guión, filmada de forma soberbia y actuada aún mejor por la pareja protagonista. Tan redonda y lograda como la mejor copia. Un saludo discutiendo por todo.
Mirando debajo de la hermosa alfombra. Dos años después de su estreno en Estados Unidos nos llega esta pequeña comedia dramática que trata sobre el “american dream”, como debajo de ese bello envoltorio se esconden las miserias humanas; y al mismo tiempo como reacciona un niño a la hora de crecer. Repasando, vemos la historia de Scott, quien se encuentra en ese difícil paso de la niñez a la adolescencia. Empezando a descubrir la vida, el joven Scott aún juega a ser un héroe frente al espejo mientras que de a poco va viendo que su vida familiar se derrumba, cómo aquella chica que siempre amo ya actúa como una adolescente, y a entender que todas las familias tienen sus propias miserias, no sólo la suya. Con una historia simple pero efectiva, el guión de los hermanos Derick y Steven Martini nos muestra la verdad detrás del espejismo que es la típica familia modelo norteamericana, todo a través de los ojos de un niño que de golpe –literalmente- se encuentra con el mundo real. Si bien hay un error temporal garrafal que por estos lares del mundo todos nos damos cuenta, la trama fluye con naturalidad sin jamás verse forzada, a pesar de la hora y media que dura el film. El plantel de actores cumple a la perfección, destacando sobre todo los jóvenes Rory Culkin y Emma Roberts como la pequeña pareja protagonista que ven a sus padres como los modelos a no seguir en su vida adulta. El resto del reparto acompaña de forma solvente, sobre todo la pareja de Hennessy de un Baldwin que conoce a la perfección el género -atención a la escena de discusión entre ambos en la cocina-. La dirección del primerizo Derick Martini es más bien minimalista, haciendo que la protagonista del film sea la historia y no su virtuosismo con la cámara, aunque deja huella de buenas intenciones, sobre todo a la hora de jugar con los reflejos en espejos y vidrios. También a destacar el trabajo de fotografía a cargo de Frank Godwin, quien logra transmitir un clima gélido, tanto para plasmar la época del año en la que está situado el film como también el estado de ánimo de los personajes. La música de Steven Martini (¿todo queda en familia eh?) funciona, aunque en determinados momentos llega a molestar, más que nada por su tono más apto para la comedia que para el drama, haciendo que el score y el dramatismo de las escenas no funcionen como debería. En conclusión, Aprender a Vivir es una interesante propuesta para ver la verdad detrás de la apariencia del sueño americano, todo visto por los ojos de un chico que debe empezar a ver las cosas como son; pero al no jugarse más por un humor cínico o un dramatismo más crudo, junto con no arriesgar más desde la dirección, no es lo redonda que podría haber sido y queda en camino de ser una hermana menor de Belleza Americana (American Beauty, 1999).