El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
De toda esa avalancha de clichés y aburrimiento que va poblando esta película nos salva solamente el cuerpo de Christian Bale, y todo lo que comulga consigo. Porque, en realidad, La ley del más fuerte es un duelo (o un ballet) de actuaciones. Bueno, en realidad, es más que nada un pas de deux ejecutado por Bale y Affleck interrumpidos, de a ratitos (queríamos verlo más), por la excelencia de Sam Shepard. Sin embargo, y a pesar de que esa coreografía conjunta dura medio relato, el peso de la película está casi todo en Bale: su paciencia actoral, sus tiempos corporales, su forma de caminar, su rostro indefinido convierten cada una de sus escenas en partes de un universo paralelo a esta película.
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Publicada en la edición digital #259 de la revista.
"La tercera orilla trabaja fuertemente con la categoría de limbo, de ese espacio indefinido (o de espera) entre cosas, entre estados. Nicolás es ese limbo, sus hermanos también lo son. Porque ellos son los hijos de Jorge, pero nunca le dicen papá. Porque son su familia pero a la vez no son su familia. Porque van al mismo colegio privado al que va su medio hermano (colegio que seguro el padre les paga) pero viven en una casa con comodidades, estilos y espacios muy diferentes de aquella en la que viven Jorge, su mujer y su hijo. De hecho, Nicolás visita esa casa cuando ellos no están. Ese no es su espacio, pero necesita invadirlo de algún modo para sentirse parte de él, para afirmar que no quiere ser parte de él. Para elegir ser todavía ese medio que está donde no está su padre". (Fragmento de la crítica publicada en HC 145)
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Publicada en la edición digital #256 de la revista.
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