Con ustedes, Pablo Trapero Oscuridad. Sangre. Paisajes tortuosos. Suciedad. Soledad. Situaciones límite, personajes al límite. Condimentos suficientes para que una historia cobre un marco destacado. Pero no lo lograría sin un guión sólido, contundente, muy original, y un director con sabiduría para tomar las riendas de una película que se podría ir por las ramas en cualquier momento y nunca lo hace. El resultado: Carancho es un peliculón. Hay quienes dirían que Trapero hace un cine visceral. Otros opinan que hace un cine “de mierda” (como dijimos en la reseña de Leonera), porque muchas veces nos “somete” a situaciones angustiosas y nos hace sufrir con cada fotograma. Es difícil determinar si lo que hay en sus historias es un regodeo en la miseria de los personajes y el morbo de mostrarlos en sus peores penurias o si simplemente la magia de su cine está en hallar historias particulares, originales y narrarlas de la manera más verosímil que puede, pero podríamos apostar más a esta última opción. Si hay algo en donde se destaca Trapero en este filme es en la calidad de su trabajo para captar la historia, para lo cual utilizó un arsenal de herramientas a las cuales no nos tenía acostumbrados. La cámara en mano es una fija en su filmografía, pero no así los planos secuencia, los efectos de posproducción y los primerísimos primeros planos para contar escenas cuya acción transcurre fuera del plano que vemos. Estos acercamientos extremos a los rostros de los personajes nos cuentan mucho de ellos, pero también nos ayudan a comprender la sensación asfixiante de sus vidas, de andar siempre al filo de la navaja, pendiendo de un hilo. Trapero maneja la cámara con sobriedad, solvencia y mucha astucia para brindarnos un producto de altísima calidad cinematográfica. Tanto Darín como Gusman han demostrado previamente todo su talento, y aquí lo corroboran con un gran trabajo. Lo de Ricardo es sencillamente brillante, no hay hoy en día un actor como él, tanto por lo que transmite en pantalla como por lo que genera en las boleterías. Muy pocos argentinos no aman a Darín, y se lo tiene merecido. Gusman, en cambio, es una actriz de una trayectoria muy corta, que siempre trabajó para su marido (es la esposa de Trapero) y que siempre ha tenido trabajos destacados. En Leonera, se comía la película. Aquí tiene un papel un tanto más difícil de abordar, puesto que los distintos conflictos que atraviesan al personaje podrían hacernos creer que el “piloto automático” en el que vive sea parte de una mala actuación, y no de la adicción a las drogas o de sus insoportables trabajos de madrugada. Pero sobre el final, cuando la tensión supera todos los automatismos, nos encontramos con escenas estupendamente interpretadas por el elenco y en donde se vuelve indudable una vez más todo su talento. Las locaciones elegidas para filmar la película son poco menos que perfectas. El director supo retratar toda la atmosfera de la noche, la calle y la corrupción que engloban, seleccionando los lugares maravillosamente. Tanto el hospital como las calles elegidas nos sumergen instantáneamente a esos ambientes sin necesidad de artificios. Seguramente Carancho quedará en los rankings de este año como una de las mejores películas nacionales y todo lo dicho serán argumentos convincentes para que así sea. Trapero una vez más logró participar de Cannes con su película, y pese a que no ganó, es otro de los mimos que se merece por ser uno de los directores más originales, creativos y profusos de nuestro país.
Una patada en el medio de tu sensatez Desde el vamos, que Kick-Ass es una película que se escapa de los géneros y los límites. Nos encontramos con una cosa muy extraña desde cualquier lado que se lo mire. ¿Es una comedia? ¿Es de aventuras? ¿Es acción, comedia? ¿Y si fuera todo eso y un poco más? Lo es, aunque más no siempre quiere decir mejor. En este caso, responder a este interrogante será cuestión de cuánta resistencia tenga el espectador ante una serie de presiones extremas a la verosimilitud de géneros. Kick-Ass cuenta la historia de Dave Lizewski, un adolescente demasiado común, que un día como cualquier otro en su monotonísima vida, se da cuenta de que nunca a nadie se le ocurrió en la vida real ser un superhéroe y, sin más, decide disfrazarse para ayudar a la gente. En realidad, no se propone demasiado en un principio, pero una serie de circunstancias de lo más bizarras lo llevan verdaderamente a luchar contra el crimen. La película avanza con una narración bastante medida, muy similar a la primera parte de Spiderman de Sam Raimi, en donde el poco hábil jovencito intenta aprender las artes de la lucha contra el mal. Es cuando aparece quizás el personaje más emblemático de la película, la "superniña" Hit-girl, cuando el filme se le va de las manos hasta al más calmo de los espectadores. Resulta que la susodicha es una niña de unos once años -una estupenda Chloe Moretz- cuyo extremista padre -un medido Nicolas Cage- ha entrenado para matar y la ha preparado para que juntos ejecuten un plan de venganza. Los rasgos que destacan a la película son su constante búsqueda de humor, la extrema violencia (aún más perturbadora porque en su mayoría son niños los responsables de los baños de sangre) y un permanente forzamiento de los límites de lo verosímil, aún cuando, a grandes rasgos se trate de una película de superhéroes, por lo que uno sabe que puede esperar cosas fantásticas. Son notables los paralelismos que se pueden hacer con un puñado de películas bastante actuales y presentes en la memoria colectiva, como la ya mencionada Spiderman -más que nada en la introducción al personaje-, la extrema Kill Bill -por las geniales escenas de acción, mezcladas con una violencia arrolladora- o la también "border" Mini espías -que no por nada fue dirigida por Robert Rodríguez y en donde dos niños luchaban contra el crimen-. Una mención aparte se merece el gran director de esta extraña película, sir Matthew Vaughn, un tipo que debutó en el cine devolviéndole la magia a las películas de gangsters británicas -esa mística que los cinéfilos aún esperamos que Guy Ritchie recupere definitivamente- filmando ese gran thriller que fue Layer cake, no estrenado en los cines de nuestro país y que ahora tiene en carpeta la cuarta de la saga de X-Men y la secuela de Kick-Ass. Es difícil resumir la marea de sensaciones que genera Kick-Ass, una película sin dudas demasiado fuerte como para recomendársela a los más chicos y con ideas bastante peligrosas -aunque no imposibles, como veremos en el epílogo ad hoc- como para que a alguno se le ocurra implementarlas, y que, sin embargo, no deja de tener siempre presente un tono de comedia flotante y una vocación de película de acción con el acelerador a fondo. Lo más destacable es que nos encontramos ante una película capaz de torcer los géneros al punto de exasperar y dejar mal parado hasta al espectador más aguzado, que tiene una dirección muy a tono con la dimensión del filme y que cuenta con muy buenas actuaciones de los actores más inesperados: el desconocido Aaron Johnson, la pequeña Chloe Moretz (que ya se había destacado como la hermana de Tom Hansen en 500 días con ella), el extrañísimo Chris Mintz-Plasse (más conocido como McLovin, de Supercool) y el devaluadísimo Nicolas Cage. Con reparos, una película muy recomendable.
La vida es un juego Cuando en 1995, Woody y sus amigos aparecieron por primera vez, el mundo del cine de animación cambió para siempre. No sólo fue la primera película de la empresa de animación Pixar, sino que también fue la primera película de animación computarizada de la historia. Y como si esto fuera poco, nos brindaron un peliculón, tan divertido como emotivo y que comenzaba a mostrar cuál era la idea de Pixar para sus creaciones. Cabe mencionar que encima el film lo dirigió John Lasseter, hoy uno de los tipos más grossos de la empresa, que en aquel entonces había sido recontratado por Ed Catmull -gerente de Pixar- ya que la administración de Disney de aquel entonces, comandada por Michael Eisner, lo había dejado ir porque creía que si la animación computarizada no servía para recortar gastos, no servía para nada... Toy Story es una de las pocas películas que se puede jactar de tener una secuela tan buena como la original y, lo más impresionante, es que la tercera parte de la saga vuelve a estar a la altura de las circunstancias, al punto tal que uno no sabe cuál de las tres es mejor. No es tan loco lo que dice Cinesargentinos.com sobre esta saga: que va a quedar en la historia como una de las mejores trilogías del cine. En este caso la historia se pone en tono dramático rápidamente: se ve un video casero que nos muestra la vida de Andy, el dueño de los juguetes, en el que observamos cómo el niño pasó todos los momentos felices de su vida acompañado por sus inseparables amigos Woody, Buzz y los demás. Enseguida, el blanco y negro que enmarca el flashback desaparece y nos encontramos con un Andy de 17 años, empacando sus cosas para ir a la universidad. Menudo golpe para el espectador desprevenido, que ve como las ideas de los muñecos para que Andy juegue con ellos son vanas. Pero cuando, por error, los juguetes terminan yendo a parar en una caja hasta una guardería, comenzarán no sólo las aventuras sino también las risas, en grandes cantidades. Todos los personajes de la película tienen su rol característico y el desarrollo que se merecen. Son notables algunos personajes nuevos que aparecen, como Barbie, Ken -con la voz de Mike Amigorena en la versión en castellano- o el Oso de peluche que dirige a los juguetes de la guardería. Las risas van por parte de Ken y Barbie, de Mr. y Mrs. Potatohead, del dinosaurio Rex y de un abominable bebé que hace las veces de matón del oso, mientras que las aventuras y las partes dramáticas recaen sobre los personajes más importantes, como Woody, Buzz y el Oso Lotso. Lo mejor de Toy Story 3 es que es una película muy divertida y muy emotiva al mismo tiempo. Los personajes de los juguetes de Andy parecen ser tan amigos de él como de los espectadores que no pueden evitar sentir compasión por su sufrimiento. Al mismo tiempo, esta tercera parte va a agradar tanto a los chicos como a los grandes, así como lo hicieron las dos anteriores y hay varios guiños al público adulto, con algunos gags que los más chicos no comprenderán -"Qué bien actúas, ¿sigues el método?", le pregunta un juguete a Woody-, pero en especial con tomas que homenajean a grandes filmes que están en la retina de cualquier cinéfilo. Poco para agregar sobre la versión en 3D, que nos brinda un estilo cuidado y no abrupto y que se entrama suavemente con lo que es animación tradicional: de hecho, muy pocas veces se nota que estamos ante una película en tres dimensiones. Una vez más, Pixar hizo todo lo correcto y nos entregó una película memorable, llena de aventuras, de entretenimiento sin pausa y de una carga emotiva realmente fuerte. Toy Story 3 lo tiene todo: sirve para el entretenimiento y emoción de los niños, y para la melancolía de quienes hace un tiempo dejaron los juguetes, pero que hubieran preferido guardarlos en algún lugar o regalárselos a algún niño cercano y poder visitarlos cada tanto...