El borde del altar Algunas comedias se hacen sólo con los actores que las protagonizan y este es el caso de “La gran boda”. Con las actuaciones estelares de Robert De Niro, Susan Sarandon, Diane Keaton, Katherine Heigl y Robin Williams nada puede salir mal y digan lo que digan, va a resultar atractivo. ¿Será por eso que el director y guionista del filme, Justin Zackham, no se esmeró en absoluto? Queda a criterio de cada uno. La película trata de la boda de Alejandro (Ben Barnes), hijo adoptivo de Ellie Griffin (Diane Keaton) y Don (Robert De Niro), quien ahora se encuentra en pareja con Bebe (Susan Sarandon). Pero, cuando Alejandro les anuncia que su madre biológica (Patricia Rae) asistirá a la boda y que, debido a sus estrictas creencias religiosas, no debe saber que Ellie y Don están divorciados, se verán obligados a aparentar que son un matrimonio feliz, y Bebe tendrá que salir de escena. ¿El resultado? Una comedia donde reinan las palabras subidas de tono que buscan la constante carcajada, pero no logran conseguirla. Una historia débil, que si no fuera por la brillantez de sus actores, sería un real fracaso. Sin embargo, la película muestra que ninguna familia es perfecta, que todos cometen errores y también que en la vida existen varios tipos de amor.
Lujuria con recaudos Algunas películas están condenadas al éxito y "¿Qué pasó ayer?" sin dudas es una de ellas. No sólo por haber apostado a un humor disparatado y absurdo desde la primera entrega, también por haber cultivado un público fiel predispuesto a entregarse a grandes dosis de risa. La tercera parte hizo un cambio de rumbo convirtiéndose casi en un filme de acción con tintes de comedia. Por momentos los actores parecen haber olvidado esas lujuriosas noches en Las Vegas o en Bangkok donde robarle un tigre a Mike Tyson, tatuarse la cara o casarse con una prostituta fueron los actos más ingenuos. Resulta que Phil (Bradley Cooper), Stu (Ed Helms) y Doug (Justin Bartha) viven vidas felices, lejos de sus pecaminosos pasados. Pero no sucede lo mismo con Alan (el brillante Zach Galifianakis) cuyo único destino parece ser un centro de rehabilitación. Pero cuando sus amigos deciden llevarlo hasta el lugar, el panorama cambia repentinamente y el caos vuelve a ser el protagonista de la vidas de estos cuatro amigos. Así se embarcan en una aventura de mafia, asesinatos y drogas. Ya no hay despedida de soltero, ya no hay resaca. Pero sigue mandando la amistad, lo único que salvará a estos amigos de cualquier enredo. ¿Las carcajadas más ruidosas? ¡Cuando empiecen los créditos no se vayan del cine!
En el nombre de la ópera Todo sucede en La Casa Beecham, un hogar de retiro para músicos que en su juventud fueron estrellas de la ópera británica. Allí conviven amigos y enemigos que compartieron escenario en numerosas oportunidades. Pero la película se centra en un grupo de cuatro amigos; Cecily Robson (Pauline Collins), Wilfried Bond (Billy Connolly) y Reginald Paget (Tom Courtenay) y Jean Horton (Maggie Smith), quienes eran marido y mujer y se reencuentran en el hogar después de diez años sin verse.
Conviviendo con un alienígena Situada en un mundo del futuro donde la Tierra es propiedad de los alienígenas, “La huésped” brinda una propuesta cinematográfica exigente, con una impecable fotografía. Melanie, una adolescente inocente, será una de las miles de víctimas cuyos cuerpos son habitados por almas de otros mundos para poder habitar la Tierra. Pero algo sale mal, la muchacha se rebela y queda consciente tras la ocupación, desatando una lucha entre su conciencia y el ente invasor. La película presenta algunas similitudes con “Mi novio es un zombie” ya que en ambas, los protagonistas deben convivir con dos voces, la interior y la exterior. Pero no se trata del mismo caso, dado que el zombie casi no puede hablar por su condición de muerto, en cambio Melanie deberá luchar con la voz de su alma extraterrestre y la suya, que habita sólo en su mente y no puede ser escuchada. Lo interesante de “La huésped” es que para recuperar su mente y su alma deberá recurrir al amor más profundo. Aún siendo una película de ciencia ficción, la naturaleza está presente en una escena de amor bajo la lluvia. Recuerdo necesario para que Melanie vuelva a ser ella y se reencuentre con su familia. Una historia por momentos extraña, donde no se termina de comprender ni siquiera al final, pero muy interesante, ya que su planteo principal es si los humanos son capaces de convivir sin violencia entre ellos mismos, e incluso con otra especie.
El dolor como motor Mientras la mayoría de las salas de cine de la ciudad están ocupadas por películas taquilleras y “éxitos hollywoodenses”, “Palabras robadas” se proyecta sólo en Cines del Centro. Un dato curioso -pero relevante- para analizar la demanda del público en la escena cinematográfica local. ¿Será porque la gente busca opciones light y/o divertidas a la hora de ver una película? ¿O será que las grandes cadenas de cine subestiman al público negándoles contenidos de calidad? En el caso de “Palabras robadas”, se trata de un filme dramático, reflexivo y profundo que transita los principales ejes de la existencia: la vida, la verdad, la muerte y la resignación. Bradley Cooper encarna a Rory, un escritor que sueña con un futuro de éxito profesional del cual carece en su presente. El joven no se cansa de presentar sus manuscritos a los editores más reconocidos, pero nunca obtiene una respuesta positiva. Repentinamente su destino cambia 180 grados al encontrarse con un maletín. ¿Qué cosas están en juego cuando se toma una decisión con la que se debe convivir toda la vida? Aquí se dejan al descubierto las vueltas imprevisibles de la historia de un ser humano, los amores, los temores y el perdón. La literatura está presente a lo largo de todo el filme, donde aparecen los clásicos inoxidables como “Siempre sale el sol” del gran Ernest Hemingway. Una película que enseña que la felicidad y el dolor dan origen a las palabras que anuncian el nacimiento de un libro. Intensa y conmovedora, brinda un final poco claro que no se termina de entender si fue de manera intencional o una falla en el relato. De este modo, “Palabras robadas” es una opción más que interesante que invita a debatir acerca de dilemas éticos sobre la propiedad intelectual.
Una cena de intelectuales Ya desde la presentación de cada uno de los personajes que incluye desde sus estudios hasta su vestuario, “El nombre” propone una estética particular y una manera de relato diferente. En lo que a priori sería una cena de diversión, se termina convirtiendo en un caos infinito. El cuarentón Vincent, quien va a ser padre por primera vez, llega a la casa de su hermana Elizabeth y su marido, Pierre. Allí también estará presente Claude, un amigo de la infancia de la familia. Mientras esperan a Anna, la joven esposa de Vincent, comienzan las preguntas sobre la futura paternidad de Vincent. “¿Qué nombre le pondrá a su primer hijo?”, es la pregunta que desencadena una serie de discusiones tragicómicas. La película francesa dirigida por Matthieu Delaporte y Alexandre De La Patellière muestra un enredo entre familiares y amigos donde abunda los malos entendidos. A través de brillantes diálogos que se desatan en el living de un departamento parisino, se desarrolla una historia totalmente imprevisible, con momentos de alta tensión. Entre reproches y discusiones salen a la luz secretos que cambian el rumbo de la conversación hacia lugares cada vez más prohibidos. “El nombre” saca a la luz esas pequeñas miserias humanas, se desnudan rencores profundos que se arrastran desde la infancia. Una película cien por ciento sostenida por el diálogo donde casi toda la acción sucede entre cuatro paredes. Los cinco protagonistas se sacan las máscaras demostrando que el poder lo tiene la palabra.
El soltero más codiciado George (Gerard Butler) es un ex jugador de fútbol profesional que vive sin dinero y trata de restablecer la relación con su hijo Lewis (Noah Lomax), ya que desde su divorcio con Stacie (Jessica Biel), se ha ocupado muy poco de él. De repente, Gerard pasa a ser el entrenador del equipo de fútbol de su hijo, puesto que lo vuelve automáticamente popular. A partir de ese momento, al protagonista se le empiezan a abrir múltiples posibilidades, desde el ámbito profesional hasta el personal, donde gana amigos y sobre todo mujeres. Se convierte en el hombre soltero más codiciado por las madres, pero cuidado, porque no son madres descuidadas y obesas. Se trata nada menos que de Cateherine Zeta-Jones, Uma Thurman y Judy Greer, unas cuarentonas sexies y desesperadas por tener una noche de pasión. Ellas lo persiguen y lo acosan, pero para Gerard lo más importante será recuperar la relación con su hijo y al verdadero amor de su vida. “Jugando con amor” resulta una comedia romántica pasatista. El desfile constante de estrellas le dan dinamismo al filme, aunque no logra contar una historia realmente interesante, por lo que los actores resultan desaprovechados para tan insignificantes personajes. En fin, una película pochoclera que muestra que todo se acomoda en la vida, que algunas cosas se van, pero otras, llegan para quedarse.
No todo lo que brilla es oro Tadeo es un albañil soñador que desafía las reglas del mundo de los adultos. Por su comportamiento, el albañil es despedido por su jefe, pero, inquieto como en su niñez, Tadeo decide no bajar los brazos y concretar su sueño más deseado: ser explorador. De esta manera emprende una apasionante aventura. Por una confusión, Tadeo es tomado como un famoso arqueólogo y enviado a una expedición a Cuzco, Perú. Allí se encontrará con Sara Lavrof, hija del prestigioso Profesor Humbert, con quienes deberá salvar la mítica Ciudad Perdida de los Incas de un malvado grupo de cazatesoros. Acompañado de su simpático perro Jeff, un loro mudo y un buscavidas peruano, Tadeo se esfuerza para lograr alcanzar el objetivo. Pero no todo lo que brilla es oro, pues el grupo se encontrará con sorpresas que cambiarán el rumbo de la expedición. Con guiños a Indiana Jones, música de One Direction y un dinamismo propio de las películas infantiles de la modernidad. Una película que muestra que una mala noticia, como un despido, puede significar el pasaporte al verdadero propósito de la vida. Una aventura que transporta al público hacia los lugares más recónditos de Latinoamérica. Una historia que revaloriza los tesoros de la historia de la humanidad y prioriza a las personas que se quieren, por encima de valores tan insignificantes -pero tan de moda en estos días que corren- como la riqueza y la fama.
En la mitad de la vida Los 40 son los nuevos 20. Aquellos que transitan la cuarta década de vida luchan por mantenerse jóvenes para siempre pero al mismo tiempo quieren ser maduros y responsables. A veces necesitan tomar viagra para mantener relaciones sexuales o dejar de comer azúcar para cuidar la salud. Y eso es precisamente lo que les sucede a los protagonistas de “Bienvenido a los 40”, Pete y Debbie, un matrimonio que enfrenta los combates de la edad y deberán superar los conflictos con sus hijas, Charlotte de ocho y Sadie de trece, recuperar la pasión en la pareja, perdonar los errores de sus padres y disfrutar de la vida. El director Judd Apatow, quien ha mostrado su capacidad de hacer una comedia fresca y divertida como “Virgen a los 40”, esta vez redobla la apuesta en una comedia más compleja. “Bienvenido a los 40” profundiza en los lazos familiares, los desafíos del matrimonio, los problemas financieros, y la crianza de los hijos. Comer bien, hacer ejercicio, dejar de fumar o realizarse la colonoscopia, son algunos de los ítems de la lista de este matrimonio que busca lograr un equilibrio entre el hogar y el exterior, la internet y la privacidad, la madurez y la adolescencia eterna. Con un interesante guión signado por el drama y el humor, Apatow logra mostrar una brillante radiografía de la familia actual. ¿La moraleja? A veces es mejor no planearlo todo, hay una cuota que siempre está librada al azar.
La era de los muertos ¿A quién le puede parecer sexy un zombie? Con el pelo despeinado, el cuerpo sucio (porque claro, recordemos que los zombies no se bañan, no duermen, comen cerebros humanos, entre otras miles de cosas más) y el rostro pálido y sangriento, aparece “R” (Nicholas Hoult), un zombie distinto a los demás. R salva a la joven Jullie (Teresa Palmer) del hambre de los zombies que deambulan en un panorama signado por el apocalipsis. Ella, agradecida pero aterrorizada por estar al lado de un muerto, intenta escapar hacia los brazos de su padre (John Malkovich), un militar a cargo de la eliminación de los zombies de la tierra. Sin embargo, no consigue lograrlo y día tras día -con música de vinilos de por medio- se va sintiendo atraída por el joven zombie. Pero hay un detalle que parece no importar en la película, y es que R es el culpable de la muerte del novio de Jullie, pues se comió el cerebro del mismo. Ella, enamorada del asesino, decide ayudar a toda la comunidad zombie, que está empezando a “revivir”. Con guiños hacia otras películas de zombies como Exterminio, Crepúsculo, Zombieland, “Mi novio es un zombie” termina siendo un filme de amor ridículo, disparatado y tedioso.