Con poco por saber de antemano acerca de Nicolás Gil Lavedra, director de tan solo una película (Verdades Verdaderas; la Vida de Estela), no hay duda alguna que el peso y atractivo de Las Grietas de Jara, descansa un tanto en su historia, basada en la novela de igual nombre de Claudia Piñeiro (autora de Las Viudas de los Jueves y Betibú), y mayormente en la categoría de su elenco. Con el siempre notable Oscar Martínez como figura máxima, la suma de Joaquín Furriel, Soledad Villamil, Laura Novoa, y un agregado nada despreciable, como lo es Santiago Segura, sin pasar por alto la presencia de Sara Sálamo. La película comienza con la repentina aparición de una joven llamada Leonor (Sálamo) en el estudio del arquitecto Borla y Asociados, preguntando por Nelson Jara, un nombre del cual tanto Borla (Segura), como su socia Marta Hovart (Villamil), y Pablo Simó (Furriel), su arquitecto de mayor antigüedad, dicen desconocer. No obstante, ya desde la expresión en las caras se lee que algo ocultan. Tras la salida de la joven, los tres integrantes del estudio, aún atónitos por lo acontecido, se preguntan sobre como llegó allí aquella muchacha y por qué motivos buscaba a Jara. Mediante un recuerdo de Pablo Simó, Gil Lavedra nos aproximará un poco hacia a una historia pasada hace tres años, cuando Nelson Jara (Martínez) se acerca al estudio mencionado para plantear un problema con una grieta que aparece en su casa, tras el inicio de una construcción lindante, de la cual la empresa en la que trabaja Pablo es la encargada de ejecutar, por lo que Jara los considera responsables de los hechos que lo perjudican, y pide una indemnización correspondiente. Si bien Pablo pese a todo parece conservar cierta estabilidad emocional, Marta se mostrará intranquila con el suceso, dejando en claro que algo siniestro se esconde tras la historia de Jara. A la par de esta línea narrativa, se entrecruzaran sucesos vinculados a la situación actual de Pablo con su pareja, interpretada por Laura Novoa, la cual no parece ser la mejor, quizás porque él la esté descuidando por motivos laborales, aunque si considera bastante y muestra el debido afecto sobre su hija adolescente, de naturaleza conflictiva. Si bien esta historia cruzada presenta un eje elemental en la construcción del film, es algo pobre en cuanto al entramado, pero podemos decir que no perjudica en demasía la estructura total de la película. Los constantes recuerdos de hechos pasados, la aparición misma de Leonor, y el replanteo de lo ocurrido, llevarán a Pablo Simó a un fuerte cuestionamiento, referido a sus propios ideales, los cimientos mismos de su vida, y el destino que para ella eligió. Claramente lo ocurrido con Jara, un personaje un tanto insistente y difícil de sobrellevar, dejará una marca al protagonista, que lo llevará a una inevitable reflexión posterior, y al intentar modificar la situación que atraviesa, y que claramente lo mantiene disconforme. Si bien la película en algunos momentos cae en lugares comunes, más cuando se trata de un film que se enmarca dentro del género thriller, conserva su cuota de originalidad y sostiene prolijamente el suspenso, dosificando con una exactitud precisa la información, de manera que siempre quede algo por descubrir, aunque esto sea de mayor o menor trascendencia. Las actuaciones están más que acordes, y los escenarios escogidos, como la puesta en escena, invita al espectador a formar parte de la historia, que con su debidas licencias, cumplen con los requisitos necesarios.
Desde un comienzo resulta difícil adentrarnos en el cine de José Glusman, un director de pocas referencias, reconocido por algunas actuaciones, pero que en lo referido a realizaciones poco tiene en su haber. Quizás la cinta Domingo de Ramos, filmada en 2010, sea la más próxima a modo de contextualizar, comprender si tiene alguna tendencia, y sin obviar que en esta película previa, existe en el eje narrativo cierto enfoque al género thriller, como punto en común. En Pescador, la historia gira alrededor de Santos, personaje llevado a cabo por el categórico Darío Grandinetti, un hombre enigmático, solitario, naturalmente ermitaño, al que parece imposible sacarle una palabra, y da la sensación de estar más que satisfecho con la compañía de los peces, la playa y el mar, que de cualquier ser humano. La llegada de los tres jóvenes, con la idea de abrir un negocio en la zona, en un principio parece resultarle indiferente, aunque de manera inevitable, la proximidad llevará a una sucesión de encuentros. Franca, interpretada por Jazmín Esquivel, la única mujer en el nuevo grupo, logrará en forma progresiva acercarse a Santos, con la excusa de un supuesto interés por la pesca. De algún modo, la joven obtendrá la confianza de aquel hombre solitario, y hasta podrá generar un vinculo amistoso, que con el transcurrir del metraje, derivará en una relación de mayor profundidad. Pero la historia de Santos no parece limitarse a la pesca, ya que mediante escenas breves, y de referencias escuetas, sale a flote un suceso del pasado, que quizás fue el justificativo que llevó al protagonista a recluirse de todo. En este fragmento del film, se dará un encuentro con una abogada (Gigi Rúa), que remite a un amigo preso (Emilio Bardi), y una historia previa de la cual poco se sabe, y el director se encargará de contar lo menos posible, e ir dosificando información sobre la misma, a medida que la cinta se aproxime a su desenlace. Glusman logra captar cierta esencia, ciertos climas, a la hora de enfocar la playa, el mar, y todo lo que representa un clima pacífico, solitario, pero acogedor. La música, expuesta por momentos en forma atípica, complementa esa intención, y otorga cierto lirismo. No obstante, en lo referido a la historia, las acciones se quedan truncas, los diálogos no terminan ni de reforzar, ni de cerrar ninguna clase de idea, quedando generalmente a medias, y por momentos el film mismo navega en la intrascendencia, tornándose innecesariamente denso. Si bien algunas escenas, cooperan a la hora de reforzar el entramado del relato, otras parecen haber sido hechas sin la convicción necesaria, o son directamente inocuas, de poca relevancia y no ayudan en la comprensión misma de la cinta. Al finalizar la misma, y aún considerando su cierre, queda la sensación de que las dos líneas narrativas de la película en cuestión, nunca logran fusionarse del todo, yendo cada una por su lado, quizás hasta con cierta carencia en el mismo equilibrio de la narración.
Ambientada en la década del 50′ y enmarcada bajo el género dramático, La Rueda de la Maravilla es la nueva cinta del neoyorquino Woody Allen, que sigue empeñado con presentar una película anualmente, un hábito que sostiene desde hace tiempo. La Rueda de la Maravilla contiene, como era de esperarse, muchos de los elementos frecuentes del cine de Allen, que van desde el tratamiento y enfoque sobre el difícil entramado que conllevan tanto las relaciones amorosas, como las referidas al complejo entorno familiar, algunos diálogos ya tradicionales en su filmografía, y momentos cómicos, enlazados en medio de escenarios de índole dramático. El encargado de presentarnos e introducirnos en las historia será justamente unos de sus protagonistas funcionales, un guardavidas llamado Mickey (interpretado por un aceptable Justin Timberlake), que nos cuenta la historia de Ginny (Kate Winslet), una actriz de carácter volátil y fuerte temperamento, devenida en camarera, y Humpty (Jim Belushi), un operador de carrusel, sin muchas pretensiones, pero con problemas con el alcohol; ambos atraviesan una crisis de pareja. Él insiste con invitarla a formar parte de hábitos que conforman su rutina, pasando por alto que a ella en realidad no le interesan, y que si alguna vez compartieron, no fue más que un intento de por fortalecer el vínculo entre ellos. La aparición de Caroline (llevada a cabo por la actriz británica Juno Temple), hija de Humpty, con la cual él no hablaba desde hace unos cinco años, y había prometido no volver, representará un fuerte sobrecarga, sin pasar por alto que la joven huye de su ex marido, un hombre de perfil peligroso e involucrado en asuntos de mafia, que según ella, la busca para matarla. A esto vale añadir que en el medio, con la pareja convive el hijo más pequeño de Ginny, Richie, un muchacho fascinado con los incendios y la piromanía, con serios problemas de conducta, e inconvenientes en la escuela, a la cual a veces ni asiste, porque prefiere escaparse para ir al cine. Mickey no será de ayuda en su intervención en la historia, ya que terminará convirtiéndose en el amante de Ginny, quien demuestra una clara disconformidad con su actual pareja, y remarca su arrepentimiento por haber engañado a su primer esposo, el padre de Richie, lo cual la llevó a un inevitable derrumbamiento. No tardará Mickey en conocer a Caroline, y pese a mantener distancia con la muchacha, los acercamientos inevitablemente se darán, y el simple hecho de percibir cierta empatía entre ambos, terminará de resquebrajar la frágil instancia emocional que acongoja a Ginny y sobrelleva a duras penas, exponiendo su lado más egoísta y miserable. La historia contiene elementos teatrales, y se engloba en la naturalidad de films clásicos de Woody Allen. El sentido de la moralidad será un eje central, ya que no todos los personajes la conciben del mismo modo, y la forma de operar de cada uno, será lo que brindará ciertos matices a la narración, y también será el motor elemental que desviara las acciones hacía el lado más coherente. La actuación más destacable es la de Kate Winslet, aunque en líneas generales son parejas. Algunos excesos, muchas veces presentes en las películas del realizador neoyorquino, es su debilidad mayor, pero la cinta en cuestión logra sostenerse a lo largo de sus 100 minutos, la historia sin ser una obra maestra, está bien delimitada, y podemos resaltar una serie de momentos que son netamente acertados. Quizás fascine a los seguidores de Woody Allen, y naturalmente evadan los detractores del mismo, pero para los neutros, la propuesta es interesante.
El Día Después es la nueva cinta del prestigioso director sur-coreano Hong Sang-Soo, quien en el mismo año filmó En la Playa Sola de Noche y La Cámara de Claire. Si bien no ha obtenido muchos premios a lo largo de sus poco más de 20 años de trayectoria (debutó en la dirección con El Día que un Cerdo Cayó al Pozo, en 1996), Hong Sang-Soo, tanto en esta ocasión, como en muchísimas otras, ha entrado en consideración de las selecciones de Cannes, obteniendo incluso en 2010 el galardón Un Certain Regard, por su cinta Hahaha, así como ha sido reconocido en múltiples ocasiones por su labor como director; en 2016 en El Festival de San Sebastián, por su película Vos y los Tuyos, en 2013 en Locarno, por Our Sunhi, y El Astor de Plata a Mejor Dirección en 2006, por Mujer en la Playa. Mediante un clima pausado, y la presencia de un blanco y negro nítido, relajante, Hong Sang-Soo nos induce en su nueva cinta, pidiendo al minuto cero la atención del espectador, que no debe pasar por alto, ni obviar, no sólo acciones, sino hacia donde llevan los diálogos, que por momentos son de vital importancia, y en otros danzan en la intrascendencia, dejando en claro que el nivel de atención no puede decaer, en ningún momento. La historia trata sobre un hombre que comienza una relación amorosa con una empleada de su editorial, e intenta ocultarlo a su mujer. Tras una situación que parece insostenible, contrata a una nueva chica, sumamente agradable, y que parece la indicada para el empleo. No obstante, apenas pasadas unas horas, la mujer del jefe irrumpe en la editorial, y agrede a la chica nueva, pensando que ella es la amante de su marido, sin siquiera percatarse de su falsa conclusión. Tras las aclaraciones, pareciera que las cosas retoman su rumbo original, pero el clima laboral cambió tras la brusca aparición de la mujer, y lo que en un principio se presentaba como una relación laboral sana y satisfactoria de ambas partes, a partir de allí toma una nueva dirección, y el retorno será difícil, mas ante la aparición póstuma de la amante, que a la larga exigirá su viejo empleo. Sin duda el foco que infiere Hong Sang-Soo esta puesto en el entramado de las relaciones, en el desgaste que pueden sufrir las mismas, y en como ante alguna decisión errónea, todo puede llevar a lugares inesperados, más si uno no tiene total consciencia en el accionar. Los diálogos cumplen una función esencial, generando momentos de reflexión, que invitan un poco al espectador a ser parte de los mismos. No obstante, en otros momentos desvarían, y pueden llegar a desviar la atención, y ese es sin dudas el punto más flojo de la película, que pese a algún exceso en lo mencionado, nunca llega a aburrir, puesto que de alguna forma, Sang-Soo remonta la historia, y se acomoda de inmediato. No obstante, aclaran un poco el pensamiento de cada uno de los protagonistas, cuestiones que hablan de creencias religiosas, sentido de moralidad, y razonamientos acerca de por que razones vale la pena vivir. Si bien hay momentos de tensión, generado por algunos diálogos fuertes, eso también ayuda a interpretar la historia y sus laberintos. Los enfoques de cámara a veces también ayudan a la incomodidad, y ese aumento de tensión, desviándose por momentos directamente al rostro de los protagonistas, y remarcando sus gestos, facciones y sensaciones. Sin ser una obra magistral, El Día Después, es una cinta amena, con momentos de sumo interés, y una historia simple, pero con dosis breves que la dotan de cierta emotividad, e invitan al espectador a ser parte de ella, siempre y cuando uno se deje llevar, y tenga alerta esa capacidad perceptiva.