Tras obtener el León de Oro a la Mejor Película en el prestigioso Festival de Venecia en septiembre del año pasado, La Forma del Agua, dirigida por el cineasta mexicano Guillermo Del Toro, se fue convirtiendo progresivamente en una de las cintas más esperadas del 2017. Su anuncio de trece nominaciones para la próxima entrega de los Premios Oscar, incluyendo mejor película, mejor director, y mejor guión original, no hizo más que incrementar el foco de interés por poder visualizar la nueva película del director de El Laberinto del Fauno. La historia de La Forma del Agua transcurre en la década del 60′, en plena época de la Guerra Fría, y de conflictos múltiples muy marcados entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La protagonista central del relato es una joven muda llamada Elisa (Sally Hawkins), una empleada de limpieza de un laboratorio gubernamental de alta seguridad, que tiene como colega laboral y amiga a Zelda (Octavia Spencer), que muchas veces es la encargada de hablar y manifestarse por ella. Por accidente, la joven descubre a un extraño sujeto con rasgos de anfibio (Doug Jones), un experimento clasificado como secreto, escondido en el laboratorio donde trabajan ambas mujeres. Curiosamente y en forma inmediata, establecerá un vinculo con este extraño personaje: notará en él puntos en común y particularidades que captarán su atención. La peligrosidad del mismo, y los riesgos de que este secreto salga a flote, más aún con la férrea presencia de por medio de Richard Strickland (Michael Shannon), será el foco natural del problema, especialmente porque Elisa, tras encariñarse con la “bestia” y sabiendo los siniestros planes que hay de trasfondo, querrá evitar su aniquilación, aún exponiéndose ella a un alto riesgo. En La Forma del Agua, Del Toro se zambulle en un sinfín de lugares comunes, convencionalismos, y guiños a la historia del cine clásico (y no tanto) norteamericano, sin elementos propiamente narrativos que se destaquen. Lo que en un comienzo prometía estar más próximo a sus mejores films, Cronos, El Laberinto del Fauno, El Espinazo del Diablo, todas películas realizadas por fuera de la industria estadounidense, termina cayendo al vacío y resultando bastante previsible, con una marcada dosis de elementos típicos del cine fantástico como justificativo, pero con el trasfondo de un historia de amor poco original, y muchas veces contada. Es obvio quizás su homenaje al cuento tradicional de “La Bella y la bestia”, pero sus intenciones solo derivan en resultados pobres. Tampoco lo beneficia ambientarse en los 60′, no por la puesta en escena, que como era de esperarse está a la altura, sino por evocar a esa idea simplista y poco arriesgada de que “todo tiempo pasado fue mejor”, ilusión de quienes carecen de ideas nuevas y prefieren empaparse de aquello previamente aceptado. Como suele pasar en estos casos, lo mejor es la citada puesta en escena, el montaje, la fotografía y lo referido a diseño de vestuario, así como la composición y despliegue del hombre anfibio. Por lo demás, poco deja para rescatar esta nueva producción de Guillermo Del Toro.
Llámame por tu nombre es la nueva cinta del realizador italiano Luca Guadagnino, quien anteriormente dirigió películas como El amante, y Cegados por el sol, remake del clásico de Jacques Deray La piscina, en el que se lucía Alain Delon. En esta ocasión, contó con la ayuda en el guión de James Ivory, director de clásicos como Lo que queda del día, tomando como base la novela de igual nombre de André Aciman. Para el 2018 Guadagnino tiene un nuevo proyecto; realizar otra reversión, en esta oportunidad el clásico de terror Suspiria, del maestro italiano Dario Argento. Tras ser una de las nueve elegidas como nominada a mejor película en la próxima entrega de los Premios Oscar, la cinta cobró un notable mayor interés. En Llámame por tu nombre, la historia nos ubica en el verano de 1983, en un apacible y relajante, aunque caluroso pueblo en el norte de Italia, donde vive Elio (Timothée Chalamet), un joven de 17 años, amante de la lectura y muy apegado a la música, con dotes innatos para la ejecución del piano, y de fuertes conocimientos culturales generales. Sus padres (Amira Casar, Michael Stuhlbarg) no difieren de ese ámbito. La llegada de Oliver (Armie Hammer), el nuevo ayudante del padre de Elio, quién pasará unas semanas junto a la familia, representará un cambio para el joven, quien mostrará un claro interés hacia el nuevo huésped, quien se presenta como un hombre agradable, correcto y educado. Pese a asumir un rol de acompañante, y acceder a recorrer aquel pueblo ameno italiano con el joven hijo de la familia como guía, en un principio Oliver se mostrará ciertamente distante, y hasta por momentos indiferente hacia Elio. Complementarán con el avance de las acciones, las apariciones de las jóvenes Marzia (Esther Garrel) y Chiara (Victoire Du Bois), quieres serán elementales en la construcción total del hilo narrativo, y la forma particular en que irán sucediendo los acontecimientos. Guadagnino en Llámame por tu nombre se toma su tiempo para cada cosa. Esto nos permite ir entrando de a poco en el relato, ambientándonos en la forma correspondiente. Los sucesos no se dan apresuradamente, y nada es del todo claro. Elio es joven y en algún sentido es inocente, Oliver por el contrario tiene una perspectiva de la situación bastante más clara, por eso quien, a la larga, determine que instancias deban suceder, cuales no, en que momento y hasta que punto, manipulando el contexto en la forma que crea más conveniente para ambos, sin pasar por alto la coyuntura que los atraviesa. También es palpable la aproximación temporal en la que historia transcurre, donde determinadas inclinaciones no estaban del todo bien vistas. La caracterización de los personajes es otro punto fuerte, sus rasgos son creíbles, su accionar hasta naturales. Vale también remarcar la disposición de algunos diálogos certeros, netamente oportunos y un trasfondo cultural nada despreciable; Luca Guadagnino aprovecha, y cuando se presenta la ocasión, nos presenta paisajes. esculturas, diversos detalles que hacen aún más ameno el visionario. Tal vez se sienta por momentos ciertos aires del cine de Rainer Werner Fassbinder, Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, El juego de las lágrimas, de Neil Jordan o Sunday Bloody Sunday, de John Schlesinger, pero tan solo pinceladas, La película esta delineada casi a la perfección, donde cada cosa está ubicada donde corresponde. El punto flojo, sin duda alguna, recae en lo referido a duración, donde se percibe un marcado exceso, claramente sobre la segunda mitad del metraje, donde la cinta se vuelve un poco reiterativa, extendiéndose un poco más de lo debido, dando alguna vuelta de más, en lugar de cerrar la historia en el momento adecuado. En cuanto a todo lo demás, Llámame por tu nombre es un film digno de verse.
Quienes conocemos las realizaciones del director griego Yorgos Lanthimos, sabemos que estamos ante uno de los responsables de darle nuevos aires al cine de actualidad, y de incluso poder trabajar sobre viejos conceptos del llamado cine de autor. Es por eso que el desembarco en las salas argentinas de El Sacrificio del Ciervo Sagrado, no es un dato menor, siendo una de esas películas a las que hay que prestarle la debida atención. La primera cinta relevante de Lanthimos es Colmillo, o Canino, una atractiva producción griega en donde se perciben dosis de humor negro y un trasfondo psicológico peculiar. En la siguiente, Alps, sostendría el estilo, pero con resultados menos convincentes. Sin embargo Langosta, film realizado en 2015, daba a pensar que Yorgos Lanthimos no era una casualidad, y que quizás estábamos frente a uno de los grandes cineastas de nuestra era, entrecruzando ese marcado humor negro, con cuestionamientos a la sociedad vigente. En El Sacrificio del Ciervo Sagrado los sucesos giran en torno a Steven (Colin Farrell) y su familia. Él es un importante cirujano y su mujer Anna (Nicole Kidman) una respetada oftalmóloga. Viven un matrimonio feliz, estable, junto a sus dos hijos: Kim (Raffey Cassidy), y Bob (Sunny Suljic). Steven, pese a que la vida en familia lo reconforta, o al menos eso parece, se encariñará e intentará ayudar a Martin (Barry Koeghan), un joven adolescente que perdió hace poco a su padre, y vive con su madre desempleada (Alicia Silverstone). No se presenta con claridad qué es lo que lleva a tomar esa posición, pero conforme avanza la película, pareciera que la razón sea un poco la culpa de no haber podido ayudar en la salvación del padre de Martin. Pese a parecer en un principio un joven amistoso e indefenso, Martin comenzará a exigir más la presencia de Steven, asediándolo por momentos, y hasta pretendiendo que lo visite a él y a su madre más asiduamente, presentando algunos rasgos típicos de un psicópata. Tras esto, la inesperada recaída de salud del hijo menor del matrimonio, complicará notoriamente las instancias. En medio de lo incómodo que puede ser tener a un hijo en medio de tales circunstancias, Martín avanzará en su trastorno, acusando al cirujano de la muerte de su padre, y dirigiendo las cosas hacia un rumbo siniestro y perturbador, planteando un contexto al borde de la amenaza. Lanthimos no opta por el camino fácil, ni da todo por sentado. La utilización de simbolismos será clave para el desarrollo y comprensión de la historia misma, de fuerte tono psicológico. La pesadilla que vivirán los protagonistas, por momentos retumbará en el mismo espectador, invitándolo a formar parte de los hechos; en ocasiones el sufrimiento se hará palpable, la tensión se sentirá como propia, y es por estas cosas que podemos decir que el director griego va más allá de lo hecho previamente. La inclusión certera de sonidos, más una serie de planos y encuadres delineados a la perfección, no harán más que sostener al máximo la intensidad durante las casi dos horas de película, llevando por momentos a un clima turbio, exasperante y tormentoso. Las actuaciones están a la altura de las circunstancias, lo poco a criticar es quizás la presencia de cierto extremismo en alguna que otra escena o diálogo, pero por lo que en general representa, termina siendo una experiencia que para quienes exigimos un poco más del cine, nos haga sentir que no todo esta perdido, que todavía hay directores que nos pueden dar una buena cachetada; y uno de esos es Yorgos Lanthimos.
Resulta imposible no pensar en Amigos Intocables antes de disponerse a ver La Fiesta de la Vida, la nueva película de los directores y guionistas Olivier Nakache y Eric Toledano, que en su momento con aquella memorable cinta lograron hacernos pasar un buen rato y sacarnos más de una sonrisa. Quizás la comparativa no favorezca a la nueva realización de esta dupla de franceses (en el medio hicieron Samba), pero es un poco lo que le viene a uno a la mente ante esta propuesta, naturalmente enmarcada en el género de comedia. En esta ocasión los sucesos están vinculados a la realización de la fiesta de boda de una pareja joven de recién casados, la cual pretende hacer una ceremonia ostentosa, y a lo grande, pero por otra parte busca la reducción de algunos costos. El personaje más singular sin dudas es Max, llevado a cabo categóricamente por Jean-Pierre Bacri, un hombre que hace años se encarga de organizar fiestas y es naturalmente el responsable de lograr que en la celebración mencionada salga todo de manera correcta. Sin embargo, una vez llegado al castillo en donde se ha de realizar, el caos parece emerger. Parte de lo planeado se desmorona irremediablemente y muchos de los encargados de que las cosas vayan por el rumbo indicado, parecen no tener su mejor día, mientras que otros, por diversidad de motivos, no estarán presentes, lo que lleva a la elección de reemplazos en lo inmediato, aumentado el de por si caótico estado en el que están involucrados. Un desfile de personajes, algunos conocidos, otros salidos del improvisto, desbordarán a Max, que como si todo esto fuera poco, tendrá que tolerar al extenuante novio, que desde su llegada irrumpirá con multiplicidad de quejas. A lo largo del film se hace notar un poco el humor que viene siendo característico de la comedia moderna francesa, así como algunos toques de la dupla Nakache-Toledano. Si bien tiene sus momentos de humor bien delineado, situaciones muy ocurrentes, y algún que otro pasaje de tonalidad hilarante, otros chistes recaen más en lugares comunes, ciertos convencionalismos, o no tienen la chispa o fuerza suficiente. Durante la primera mitad, la película impone una rítmica notablemente acelerada, logrando sostener al máximo la concentración del espectador, brindándole progresivamente dosis humorísticas. Pero con el avanzar del metraje, ese ritmo cuasi frenético que impone la cinta desde el minuto cero, tenderá a caer, resultando un poco extendida, haciendo notar que su duración debió ser al menos un poco más corta. Sin poder posicionarse entre las grandes comedias francesas de los últimos tiempos, resultando un poco del montón, La Fiesta de la Vida es una película que vale la pena ver, que tiene sus momentos, y hasta muestra algún tipo de cuestionamiento a determinadas malas costumbres o hábitos, que persisten con el paso del tiempo, así como críticas a formas modernas de vida.
La llegada de Las Horas más Oscuras tuvo cierto relieve de antemano, principalmente por saberse que la personificación del político Winston Churchill es llevada a cabo por el destacado actor Gary Oldman, que a lo largo de su carrera ha tenido varios puntos altos. El encargado de la dirección es el realizador británico Joe Wright, el mismo de las adaptaciones cinematográficas de Orgullo y Prejuicio y Atonement. La cinta cuenta con seis nominaciones en la próxima entrega de Premios Oscar, entre ellas al de mejor película, mejor fotografía y naturalmente mejor actor, por la actuación del mencionado Gary Oldman. En Las Horas más Oscuras la historia se centra en los sucesos acontecidos en mayo de 1940, con la Segunda Guerra Mundial ya comenzada, y cuando Winston Churchill se convierte en Primer Ministro británico, tras la salida del cuestionado Neville Chamberlain, quien no estaba llevando las cosas por buen puerto. En un clima de alta turbulencia, el avance de los nazis parecía no tener freno, y la hora de tomar determinaciones se acortaba a cada instante. Pese a un tener historial negativo en cuestiones referidas a la Primera Guerra Mundial, y lo que significó Gallipolli, motivos por los que Churchill no estaba bien visto, ni por su propio partido, ni por el Rey, ni por parte de la población, aparece casi como la única opción viable. El delicado momento que atravesaba toda Europa, y que amenaza con traer a Inglaterra a terribles consecuencias, lleva a una toma acelerada de decisiones. Tras asumir como Primer Ministro, el endeble estado de las cosas pareciera no tener salida. Tras las invasiones de Holanda y Bélgica, las ocupación de Francia es inminente. Las opciones oscilarán entre la posibilidad de seguir luchando, considerando las situaciones de por si delicadas en Dunkerque y Calais, con grandes probabilidades de acrecentar el número de muertos, o acceder a un tratado de paz con Hitler y Alemania, con Italia como intermediario, algo que a lo largo de la película evitará a toda costa, convencido de sus ideales, y de no ceder ante la fuerza enemiga, confiando en que el camino a seguir es solo uno. Todo lo que refiere a la realización en si es irreprochable; una puesta en escena inmejorable, una ambientación extraordinaria, y una fotografía sobresaliente. No hay lugar a quejas en cuanto la forma en que se ha delineado todo lo referido al trabajo de trasfondo, pudiendo considerarse una reconstrucción histórica a la altura. En cuanto a las actuaciones, el destacado es Oldman, que logra sobrellevar el complejo personaje de Churchill, captando la esencia y la forma del mismo. También vale resaltar el aporte de Lily James, mientras que el resto cumple acertadamente. En lo que concierne a la dirección, Joe Wright en un primer tramo avanza con cierta moderación, pero conforme avanza la película va incrementando el pulso, logrando progresivamente un crecimiento en intensidad narrativa. Quizás lo más cuestionable son ciertas dosis de patriotismo, que hacen un poco de ruido, así como cierta tendencia a la manipulación emocional, lo que por momentos funciona, pero dejando desde ya cierta desconfianza. No obstante, en lo global, Las Horas más Oscuras es una cinta que vale la pena ver en su totalidad.
Tuvieron que pasar más de 7 años, casi 8, para que la película La Verdad a Cualquier Precio (Route Irish) se estrenara en los cines argentinos, puntualmente en Buenos Aires. Esto es un dato sumamente curioso, teniendo en cuenta que esta cinta fue dirigida por Ken Loach, uno de los directores más interesantes de los últimos tiempos, que ha ganado prestigio gracias a clásicos como Agenda Secreta, Tierra y Libertad y Mi Nombre es Todo lo que Tengo, y lo ha sabido mantener en los últimos años con films como El Viento que Acaricia el Prado, Felices Dieciséis e inclusive Buscando a Eric, la cinta previa a esta, realizada en el año 2009. El nombre original de la película, “Route Irish”, hace referencia a una peligrosa carretera que une el aeropuerto de Bagdad, con la zona internacional de la ciudad. La historia se centra en la relación entre dos soldados británicos, Fergus (Mark Womack) y Frank (John Bishop), que han participado en la Guerra de Irak, y que han sostenido a través de los años una relación de amistad muy fuerte, compartiendo una situación de cuasi hermandad, incluso llegando a enamorarse de la misma mujer. La muerte de Frank, naturalmente golpeará a Fergus, transportándolo continuamente a sucesos que ha vivido en el pasado junto a su amigo y hasta quizás recriminándose en algún sentido. Una vez llegado a su país, y al funeral de Frank, disconforme con la forma en que se dio el deceso del mencionado, iniciará una búsqueda frenética para saber quien fue el responsable de la muerte, el por qué de la misma, y en que forma se dieron los hechos. A medida que vaya avanzando en la recolección de información, de datos sueltos, y atando cabos, Fergus tendrá que luchar contra variaciones en los relatos, mentiras múltiples, ocultamiento de información, amenazas que le pasarán de cerca, y circunstancias de toda índole, que entorpecerán el camino a la ansiada verdad. Rachel (Andrea Lowe), la mujer de la cual ambos estaban enamorados, ofrecerá su colaboración, también preocupada por la instancia vivida, aunque por momentos y también acongojada por la muerte de Frank, y por el clima tenso que todo lo acaecido genera, añadirá instancias de confrontación. Si bien la cinta tiene una dosis de compromiso político, siempre presente en el cine de Loach, y la historia tiene su buena línea argumental, dotado de ciertas matices que le brindan la fuerza necesaria, no llega a convencer del todo, siendo por momentos algo confusa, y en otros tantos, excedida. Es claro que el foco de La Verdad a Cualquier Precio está puesto en la guerra, y las secuelas que suelen darse en las mismas, pero también hay situaciones incluso innecesarias, que no son del todo funcionales en el desarrollo mismo del relato. No obstante, termina siendo llevadera, el final termina siendo acertado, y como toda película de Ken Loach, es un film válido de ver, que deja sus aporte a la causa, pese a no destacarse del todo en la extensa filmografía de este gran realizador.
15:17 Tren a París es la última película del director y actor estadounidense Clint Eastwood, para ser exactos la número 36 en su carrera como cineasta, y a quien sus 87 años parecen no pesarle, llegando incluso a realizar casi un film por año, siendo Sully del 2016 su última producción. En lo referido al guión, la encargada es Dorothy Bliskal, quien tomó como referencia el libro justamente escrito por los tres protagonistas reales del incidente, y que Eastwood llamó para que hagan de si mismos en el film. El nombre de está cinta refiere al atentando ocurrido el 21 de agosto de 2015, en un tren que viajaba de Amsterdam a París, en donde se encontraban los tres jóvenes norteamericanos, que lograron filtrar a un terrorista dispuesto a realizar una matanza, y así evitar que las circunstancias lleven a una situación de mayor gravedad, reduciendo a 0 el número de muertos. El foco de la historia de 15:17 Tren a París está puesto en la amistad de estos tres jóvenes, que obstruyeron el intento de dicho terrorista. De adolescencias conflictivas, unos diez años antes Spencer Stone, Alek Skarlatos y Anthony Sadler se harán amigos en un colegio católico del barrio, y en el duro contexto que puede ser a veces la escuela secundaria, con sus respectivas dosis de discriminación y bullying. Los mismos conflictos, y sus debidas repercusiones, serán los encargados de distanciarlos, siendo Anthony el primero en alejarse. No obstante, ni el paso del tiempo, ni la distancia, quebrantará esa unión. En la narración de sucesos pasados, el enfoque más rotundo será sobre Spencer, que optará por alistarse en el ejército, eligiendo cambiar determinados malos hábitos, y enfocarse en una meta clara, que parece ser el camino que más lo reconforta. Esto no será fácil, en absoluto, pero quizás sea el intentarlo y esforzarse, lo que a la larga le otorgaría los elementos para poder involucrarse en una instancia de tal magnitud, brindándole incluso las herramientas y el corage para actuar como corresponde en el peor de los momentos. Si bien su comienzo parece prometedor, la historia en si no resulta convincente; el hecho de estar basado en un suceso que ciertamente ocurrió, no significa que mágicamente uno crea lo que ve. Quizás tampoco sea una decisión acertada el haber elegido a los tres protagonistas reales del hecho a narrar. Por momentos forzado, en otros tantos insípido, la película en si no aporta nada a la causa, siendo un film de una intrascendencia abrumadora. Los pasajes de la cinta donde muestran parte del viaje previo de los jóvenes, seguramente incluidos con la idea de hacer foco en la amistad, resultan totalmente carentes de gracia alguna, tornándose aburridos. Como complemento negativo, el patriotismo de por si presente en la mayoría de las producciones norteamericanas, aquí danza en exceso, resultando chocante. Si bien Clint Eastwood es un director respetado, ha logrado realizar un film inocuo, carente tanto de fuerza, como de credibilidad, donde poco hay por rescatar.
Pasaron más de 70 años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y sin embargo las películas que tratan sobre los acontecimientos que tienen relación con la misma resultan inagotables y siguen teniendo un enorme atractivo; desde la maravillosa Roma, Ciudad Abierta de Roberto Rossellini (quizás la mejor película de la historia, tanto bélica, como relacionada con tal tema), filmada en el mismo años 45, hasta la actualidad. El Testamento es una coproducción austro-israelí, y es la cinta debut del director Amichai Greenberg. La misma, gira en torno a la vida de Yoel (Ori Pfeffer), un terco y meticuloso historiador, que quiere evitar que se lleve a cabo una construcción en una ciudad de Austria, en un terreno donde se ubica una fosa donde fueron enterrados dos centenares de judíos, bajo circunstancias bastante turbias y muy pocos claras. Involucrado al máximo tanto con la causa, como este caso especial, Yoel está sediento en búsqueda de la verdad, en un mundo donde muchas veces se oculta la historia, se niega la verdad, y en pos del progreso, se reniega de un pasado atroz. Pese a tener claro tanto los objetivos para avanzar en la delicada cuestión, como la brevedad de los tiempos que se le asignaron (tan solo una semana), un hecho relacionado a su historia personal. y la verdad sobre la identidad de su madre, aparecerá en el medio de la investigación, e inevitablemente desorientará a Yoel, quién hará algo que en su larga trayectoria profesional como historiador parecía no haberle pasado nunca; entremezclar su vida personal, con su trabajo. Sin embargo, como hombre abocado a la búsqueda misma de hechos verídicos, la pregunta sobre su origen, ahora incierto, removerá sus mismos cimientos y lo pondrán en una situación comprometedora, pudiendo incluso complicar el mismo destino de su investigación, su reputación, y su mismo trabajo, teniendo en cuenta que su postura e insistencia en el caso, le otorgó cierto interés mediático. El eje de El Testamento esta enfocado en el significado de la identidad, la eterna búsqueda de la verdad, el reconocimiento de los sucesos históricos, y en recordar una vez más la forma cruel en que fue tratado el pueblo judío. Quizás no se destaque tanto el relato en si, porque pese a tener cierto interés, no deja de repetir algunos elementos ya instaurados en el cine sobre el Holocausto. No obstante la película merece ser vista, y hace sus aportes válidos a la causa. La actuación del protagonista principal, es llevada certeramente por Ori Pfeffer, mientras que el resto del reparto cumple. A tener en cuenta el nivel de exigencia que la cinta pide al espectador, y que conforme se van dando los hechos, se incrementa en forma considerable. Pese a esto, el complejo y delicado tema que trata la película, justifica tal ejercicio narrativo.
Victoria y el Sexo, o simplemente Victoria, es la segunda película de la realizadora francesa Justine Triet, tras su cinta debut filmada en 2013, llamada La Batalla de Solferino. El mayor atractivo de esta nueva comedia dramática francesa que desembarcó el jueves pasado en los cines del país, es sin duda alguna su protagonista, Virginie Efira, actriz nacida en Bélgica, que curiosamente en el mismo año 2016 aparece en el film Elle: Abuso y Seducción, de Paul Verhoeven, y en Un Hombre en la Altura, la adaptación francesa de la cinta argentina Corazón de León, dirigida por Marcos Carnevale. El enfoque central de Victoria y el Sexo gira en torno a los acontecimientos que transita la joven abogada penalista Victoria Spick, personificada justamente por Virginie Efira, quien atraviesa una especie de vacío sentimental, al que relaciona con un desequilibrio de química. Ella también es madre soltera, y comparte su departamento con sus dos pequeñas hijas. Tras acudir a una boda, en donde se encuentra con dos viejos conocidos, Vincent (Melvil Poupaud) y Samuel (Vincent Lacoste), las cosas tomarán un rumbo que no facilitaran el ya atormentado presente de la protagonista. Allí se presentan, por un lado la historia de Vincent, que pese a parecer gozar de un buen momento junto a su mujer, es acusado posteriormente por ella de intentar apuñalarla, y por otro la de Samuel, un ex narcotraficante que está intentando reincorporarse, y que en su momento fue cliente de Victoria, recibiendo una gran ayuda de su parte. Tras los confusos acontecimientos, Vincent pedirá a Victoria que se encargue de su caso, confiando en su amistad, y su capacidad como abogada. Pese a un rechazo inicial y la sugerencia a su amigo de buscar otras opciones, ella termina accediendo. Como consecuencia de esto, Samuel, quién está interesado en estudiar derecho, principalmente en lo referido a cuestiones penales, se ofrecerá como ayuda para asistir en el difícil caso de Vincent, así como del cuidado de sus dos hijas, y de paso solventar un poco el frágil estado de Victoria, que parece derrumbarse con facilidad. Es de crucial importancia en el desarrollo de la película, el cruce narrativo con la historia del ex novio de Victoria, y padre de las dos pequeñas, quien está empeñado en la escritura de un blog, utilizando casos verídicos de su ex mujer, sin siquiera modificar el nombre de la misma, exponiéndola en forma descarada, y dejando en claro que su intención es amedrentar a la joven. Esto sin dudas, aumentará el estado crítico de Victoria. La capacidad de Triet de combinar certeramente comedia con drama, hace que el film nunca caiga al vacío, sosteniendo momentos de humor, con pasajes dramáticos, logrando un ritmo ligeramente acelerado, pero sin llegar a aturdir al espectador. Si bien no todas las comedias francesas gozan del mismo nivel, algunas salidas que no son las habituales, escenas un poco absurdas, pero con la moderación correspondiente, y algunos chistes más lineales, pero puesto en su momento justo, hacen que Victoria y el Sexo sea una propuesta agradable, y que incluso por momentos, invita a la reflexión. La actuación de Virginie Efira, es otro de los puntos altos de la cinta, al igual que la de Vincent Lacoste, sin pasar por el alto que el reparto en general cumple con alzas. Los detractores de las comedias francesas la cuestionarán y le negaran sus virtudes, los que tratamos ir más allá de esa clase de prejuicios, y valoramos su historia intrínseca, sabremos apreciarla.
Anunciada previamente como una de las películas de la temporada, con un galardón a Mejor Guión en el Festival de Venecia, el Premio a Mejor Película Dramática y Mejor Actriz para Frances McDormand en los Globos de Oro, y siendo una de la grandes candidatas en los Bafta, 3 Anuncios por un Crimen, dirigida por el británico Martin McDonagh (Escondidos en Brujas, Siete Psicópatas), se presentaba como una de las producciones del 2017 que no había que dejar pasar por alto. La cinta gira en torno a la vida de Mildred Hayes, llevada a cabo por Frances McDormand, una mujer de 50 años que perdió hace siete meses a su hija adolescente, víctima de violación y homicidio, y que disconforme con la búsqueda, y la falta de resultados, decide emprender una guerra contra la policía misma, alquilando tres vallas publicitarias, abandonadas cerca de su casa y en una ruta poco transitada, y publicar en ellas tres anuncios que demuestran su enojo con la situación. Pese a que el lugar elegido sea en un camino escondido, la noticia no tardará en circular, ni generar las debidas repercusiones, más teniendo en cuenta tanto el fuerte contenido que los mismos anuncian, como las palabras empleadas. Si bien con anterioridad el pueblo apoyaba la causa de Mildred, entendiendo el dolor y la indignación que acontecimientos del tal magnitud puedan generar sobre los familiares de la víctima, el acto de protesta no será bien visto, especialmente por lo chocante de los mensajes publicados, así como tampoco por el hecho de que uno de los carteles acusa al jefe de policía Bill Willoughby (interpretado por Woody Harrelson), quien padece un cáncer terminal, y cuya noticia sea del conocimiento de toda la población. A su vez, Willoughby comprende la situación de aquella madre, pero considera injusta y un tanto duras las acusaciones que recaen sobre su persona. Otro personaje elemental en la historia será el oficial Dixon (Sam Rockwell), quien será el primero en visualizar los anuncios, y que perderá los estribos en reiteradas ocasiones, a medida que se vayan dando una serie de sucesos. La idea de poner en tela de juicio, y retrotraer el tema del fallecimiento de su hija, la espantosa forma en que se dio, y el hecho de que no se haya encontrado al culpable, funciona como disparador, y capta la atención, tanto de la policía, cuestionada por su poca efectividad a la hora de rastrear y encontrar al responsable, como de los medios, atentos al impacto que puede generar la noticia de colocar tres anuncios en vallas publicitarias, sobre el crimen mencionado.. Lejos de ser la película sobresaliente que algunos dicen, 3 Anuncios por un Crimen alterna de igual manera, buenos y malos momentos. A veces las exageraciones, tanto en lo que respecta al guión, como las actuaciones, manchan parte de la historia. Algunas escenas, incluidas a la fuerza, tampoco favorecen a la cinta, ni ayudan su narración, y hasta incluso llegado a entorpecer el desarrollo de la misma. Si bien se entiende que por momentos el foco se sitúa en la violencia que puede provocar todo lo acontecido, podemos decir que a McDonagh en varias oportunidades se le va la mano, siendo innecesariamente excesivo. No obstante, y pese a correr el riesgo de perder el sentido de la historia, y sus múltiples líneas, en general logra reincorporarse, y tanto el hilo narrativo, como el suspenso que este genera, se mantienen en pie. Otro punto a destacar es la cruza de géneros, y como por momentos el film, ubicado desde un comienzo en los entramados del thriller, deriva en situaciones más próximas a la comedia negra, o hasta tintes dramáticos, delineados de forma correcta. También se percibe un enfoque en lo referido a la condición humana misma, en como a veces se termina generando conciencia a partir de hechos negativos, que repercuten en las fallas previas de nuestro accionar y en cosas que quizás no debimos hacer o decir. La acusación del padre de la joven muerta, sobre Mildred, retrotraerá a su memoria hechos pasados, reforzando un sentimiento de culpa, que resultará siendo al fin, un motor para proseguir y sostener aún más firmes las mismas intensiones. Estás condiciones, serán las que lleven a la toma de decisiones puntuales, tanto al jefe de policía, como Dixon, siendo de considerable importancia la dirección que tome cada una de las historias personales, que terminarán guiando el desenlace mismo de la película, y en un final acertado.